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En primera líneaJosé Antonio García-Albi

¿Recordamos la verdad y la libertad?

Les voy a referir unos eslóganes que figuraban en la Revista de Ciencias Naturales Marxistas-Leninistas de la URSS: «Defendemos al Partido en la matemática. Defendemos la pureza de la teoría marxista-leninista en la cirugía». Me estoy acordando de lo de las matemáticas con perspectiva de género, de la ciencia o la gramática inclusiva, etc.

Reflexiones sobre otras de Hayek de 1944. Un sistema totalitario no funciona, al menos en sus primeras fases, solamente forzando a una población a trabajar en pos de los fines definidos por sus líderes. Es esencial que las gentes, la gran mayoría, acaben convencidas de que esos objetivos les son propios, son los suyos. Por eso una de las grandes armas que precisa un régimen totalitario es la propaganda, pero no la propaganda libre y en competencia de unas con otras, sino una propaganda que se gestiona desde un mando único dirigida a modelar los pensamientos de las personas, aisladas de otras fuentes de información. ¿Lo del mando único les recuerda a algo propuesto por nuestro Duce Lamborghini recientemente? Hay algo intrínseco en el uso de la propaganda al servicio de los totalitarismos, como es la destrucción de uno de los valores más irrenunciables de los sistemas liberales y democráticos; me refiero a la verdad como valor moral y como derecho del individuo.

Lu Tolstova

Los políticos de los que hablamos actúan normalmente por una personal aversión al estado de cosas previo a su llegada y para remover aquel estado de cosas se van a servir de diversas herramientas como son la creación de algún mito o de teorías pseudocientíficas. Ejemplos de ello pueden ser la mitificación de nuestra II República, probablemente el régimen más sanguinario de nuestra historia, la Agenda 2030, el cambio climático o los hechos diferenciales vasco y catalán.

El propagandista autárquico va a intentar que sus objetivos sean asumidos como valores tradicionales de la población para lo que utilizará palabras identificadas por los ciudadanos como viejos valores pero cambiando su significación. Estamos llenos de ejemplos. Denominan progresismo al socialismo y progreso al retroceso. Las políticas sociales ya no se basan en facilitar el ascenso y mejora social del individuo, no, se trata de extraer su riqueza para facilitar un bono bus. El machismo ya no es una actitud casposa y obsoleta, no, es una suerte de esclavitud. Y avanzar en derechos no se refiere a los individuales, no, se trata de generar unos supuestos derechos colectivos que permitan al dictador recortar libertades y suprimir el derecho a la verdad. Identifican a Otegui con la paz y disfrazan de humanitarios los miles de muertos en el mar provocados por el perverso efecto llamada.

Hay dos palabras que sufren especialmente una gran mutación en sus significados respectivos cuando las manipula el totalitario, son Libertad y Democracia. Las nuevas libertades que proponen siempre son colectivas y nos dicen que vienen a mejorar las existentes. Lo vimos con la dictadura del amigo del PSOE, Primo de Rivera y también nos lo cuentan ahora; pero en realidad esas supuestas libertades colectivas no son más que la del tirano para disponer de la sociedad a su antojo. Por eso el gobierno reclama su «libertad» de atacar a jueces y a su independencia.

¡Y qué decir de la manipulación de la palabra democracia! Se utiliza para una ley como la de Memoria, para un intento de matar la libertad de prensa o para cercenar la independencia judicial. Se califican como democráticas las segregaciones lingüísticas que padecemos en España y le sirve a la iletrada Irene Montero para calificar a nuestra monarquía de antidemocrática. También vale para romper la Constitución con el cupo catalán. Para terminar con el asunto de las palabras indicaré que con su manipulación estas acaban convertidas en cascarones huecos y vacíos de significación. Y es que no buscan explicar unas ideas, quieren manipular emotividades; por ejemplo, con la alusión permanente a la extrema derecha.

Pero lo grave no se limita a la cuestión de las palabras, sabemos por los sistemas socialistas y nacionalsocialistas que el objetivo final es el establecimiento de un nuevo código ético que envuelva y arrope el plan predeterminado que se desea implementar. Y dado que dicho plan totalitario se compone de infinidad de aspectos se ha de proteger de cualquier crítica que dificulte su desarrollo. La nueva moral es la que va a justificar la represión de la crítica y la falta de libertad de prensa. Además de la cuestión de la experiencia histórica, haríamos bien en preguntarnos si los objetivos del Grupo de Puebla, Foro Sao Paulo, o más cercano, los objetivos de un proyecto pactado aquí entre socialistas y nacionalistas, no son sino el establecimiento de sistemas totalitarios y excluyentes y por esto vemos a diario esas prácticas contra la verdad, la libertad, la democracia, mediante la puesta en escena de estas maniobras propagandistas.

Les voy a referir unos eslóganes que figuraban en la Revista de Ciencias Naturales Marxistas-Leninistas de la URSS: «Defendemos al Partido en la matemática. Defendemos la pureza de la teoría marxista-leninista en la cirugía». Me estoy acordando de lo de las matemáticas con perspectiva de género, de la ciencia o la gramática inclusiva, etc.

Al final, han conseguido crear palabras sin contenido que se utilizan como mera propaganda; derecha, extrema derecha, fachosfera , izquierda, populismo. Como vayas a pedir a nuestros políticos una definición concreta va a ser como estrellarte contra un frontón. Creo que hoy en día solo hay dos alternativas con un contenido concreto: el socialismo y el liberalismo. En el Partido Popular debieran interrogarse por su propia identidad: o son liberales, aunque no lo sean tanto como Milei o Meloni, o son socialistas, y es que con las cosas que estamos viendo sería mejor que todos estuviéramos prevenidos.

Tengamos claro todos, también los populares, que para proteger nuestros derechos, libertades y la verdad nos hemos de grabar en la frente que la democracia no es solo votar.

  • José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario