Rey valiente y presidente cobarde
El Gobierno es la única Administración que tiene las competencias y sobre todo los medios para actuar. Sánchez es responsable, declare la emergencia nacional o no lo haga por cobardía y para tratar de eludir sus obligaciones
Cuando escribo vivimos una tragedia con centenares de muertos que parece que irán aumentando. La catástrofe natural, singularmente grave en Valencia, supone un aldabonazo en las conciencias de los españoles. ¿En qué ha desembocado esta tragedia? No en un ejemplo de respuesta oficial unida y eficaz sino en una confrontación política. El Gobierno central acusando a la Generalidad valenciana y en palabras de Sánchez esa impresentable frase: «si no tienen recursos, que los pidan». ¿Es qué ignoraba Sánchez esa necesidad que conocemos con tanto sufrimiento los españoles? No la ignoraba. Es una maniobra ideológica contra una comunidad autónoma que perdió la izquierda en las urnas. ¿Qué reacción hubiera tenido Sánchez si Valencia estuviese gobernada por sus correligionarios y socios? Cuesta poco imaginarlo con escaso margen de error.
El prescindible ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, afirmó que Carlos Mazón, presidente de la Comunidad, solicitó la ayuda de la UME a las 20:36 horas, mientras según Pilar Bernabé, delegada del Gobierno, esa petición se realizó a las 15:21. La izquierda acusa a Mazón de una reacción tardía, pero la Aemet, con presidencia de carné socialista, órgano del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, erró sus alertas desde el principio, rebajó su intensidad y con ello los previsibles daños, y varió una y otra vez sus anticipaciones, mientras el organismo similar en Francia avisó con más tiempo y con más fiabilidad. Sánchez, sin dos dedos de frente y menos neuronas de las convenientes en su alta responsabilidad, no vio más allá de la ideología. Venía de hacer el indio, o el hindú, y en estas graves circunstancias equivocó sus objetivos que no eran ayudar a ciudadanos que lo necesitaban sino perjudicar políticamente a Mazón, el hombre de Feijóo en Valencia.
Hay pruebas de esta deplorable venganza política gravemente lesiva para tantos. Por ejemplo, la negativa primero y la perezosa y mínima movilización del Ejército después. La ministra de Defensa, Margarita Robles, cada vez más desfondada, ya sin disfraz, declaró que «las Fuerzas Armadas no están para eso». ¿Y para qué están? La participación masiva del Ejército era primordial, con todos sus elementos humanos y material adecuado. Es la única institución con preparación, personal y recursos suficientes. Los militares mostraron su indignación cuando les paralizaron estando a punto para el traslado, y alguien recordó que, ante un terremoto en Marruecos, Robles se apresuró a enviar al Ejército para ayudar a los damnificados. Pero, claro, eran marroquíes. Y el Gobierno también despreció las ayudas de personal y material de El Salvador, Argentina y Francia, ofrecidas desde el primer momento. No existe el Gobierno de España sino una banda de mediocres e indigentes intelectuales cuando no de corruptos.
En este tipo de catástrofes, menos graves que la que ahora vivimos, actuó de oficio el Gobierno, pero aquellos gobiernos existían y el actual es virtual, fingido. El Gobierno es la única Administración que tiene las competencias y sobre todo los medios para actuar. Sánchez es responsable, declare la emergencia nacional o no lo haga por cobardía y para tratar de eludir sus obligaciones. Y lo es también por definir como «violentos marginales» a quienes manifiestan airada pero justamente su dolor y su impotencia ante los daños. Muchos lo han perdido todo. Sánchez tiene la misma sensibilidad que un jumento. De inmediato siguieron la versión monclovita los periodistas de cabecera, ronzal y pesebre. Allá ellos. Acaso los primeros en el seguimiento del argumentario del sanchismo fueron los del telediario de TVE que insistieron en el lanzamiento de barro a los Reyes, pero enmascararon los abucheos y la huida de Sánchez. Pero sucedió. Hay grabaciones de ese momento. No es cierto que recibiera un golpe en la espalda como informó inicialmente Moncloa. Sencillamente le ganó el miedo, se apartó de la comitiva, subió en su coche oficial, que recibió daños, y desapareció no sin ser reiteradamente abucheado y con peticiones de dimisión. Lo menor que se escuchó fue «rata».
El Rey se negó a abandonar el lugar, se confundió en medio de quienes hasta momentos antes se mostraban airados, y pasó una hora escuchándolos –le agradase o no lo que escuchaba–, abrazándoles y dándoles aliento. La Reina, que había recibido un impacto de barro en el rostro, hizo lo mismo y acabaron saltándosele las lágrimas. Un Rey valiente como contraste de un presidente cobarde que se había agregado a la visita del Rey para tratar de eludir los abucheos. Un Rey que suspendió su prevista visita a Chiva porque Sánchez ya no se atrevió a ir. Puedo entender que el Rey deba acordar sus desplazamientos con el presidente del Gobierno, pero en una situación de emergencia lo pongo en duda. El Rey se debe a su pueblo. Igual que me pregunto si el artículo 62.h) de la Constitución no faculta al Rey para ordenar el despliegue de unidades militares, en casos de singularidad nacional como el de la Comunidad Valenciana. Debería haberse previsto que un presidente o un ministro pueden resultar unos mindundis para afrontar situaciones extremas. Es el caso. Puente ya ha dicho su memez sobre la visita.
Estoy esperando una explicación de por qué, en 2005, el Gobierno de Zapatero, descartó el Plan Hidrológico Nacional, aprobado por el Gobierno de Aznar, que contemplaba la construcción de la presa de Cheste, en un plan contra riadas que afectaría a la seguridad de 16 municipios entre los que se encontraban Paiporta, Aldaia y Massanassa, algunos de los afectados por esta DANA. Ahora los responsables de aquella decisión, tomada por mera ideología seudo ecologista, atacan a quienes habían previsto superar el riesgo de riadas. Pero sobre eso nada aclarará Sánchez, refractario a las explicaciones.
Sánchez iba solo. La 'primera dama' en la India prefiere, como esos parientes avispados y cínicos, los festejos a los funerales. No había fundraising.
Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando