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Kamala Harris: la derrota no es huérfana, es una hija repudiada

Por cierto, en el debate contra Trump los caricaturistas incluso de medios no conservadores se mofaban del debate poniendo a Trump solo en un atril y a Kamala en otro acompañada de los dos moderadores. La imagen vale más que mil artículos

Me permitirán que parafrasee un parte de la frase de Napoleón para contradecirla en estas primeras líneas, la derrota es repudiada por sus progenitores y entregada a padres putativos que ni la conocían. Algo así le ha ocurrido a Kamala Harris, cuando de manera precipitada, improvisada y sin convicción y tuvieron que promoverla a candidata de emergencia para sustituir del senil presidente Biden. La arrogancia del «establishment» demócrata que se creyó su propia propaganda, creían que con haber convertido a Trump en el enemigo público número uno de «la América decente» que podían poner un monigote y ganar las elecciones. Es curioso que los Obama, mucho más resabiados en las arcanas artes de las bambalinas políticas, no movieron ficha para presentar a Michelle, puesssabían demasiado bien que el riesgo de derrota era muy alto. Los sumos sacerdotes de la cosa y sus «pundits» o «gurús» políticos creyeron que el monigote que podían presentar era Biden, siempre y cuando supiese en qué día y hora vivía y dónde estaba. El debate demostró que ni eso. Tuvieron que improvisar rápidamente un plan B, y tocaron todas las teclas imaginables. Parecía evidente que a tres meses de las elecciones, los candidatos más sólidos nunca aceptarían una nominación envenenada que podría suponer el abrupto e irremediable final de cualquier carrera política, incluso las más prometedoras.

Lu Tolstova

En estas circunstancias, la mega power-couple Obama+Obama estuvieron rumiando la posibilidad de presentar a Michelle, pero después de mucho cavilar decidieron que no era el momento porque el riesgo era demasiado alto, y Michelle se había convertido en el objeto del deseo de la elite «progre» del partido, pues veían en ella (¿siguen viendo?) la bala de plata con la que acabar con lo que para ellos es el «licántropo rubio». Obama & Obama decidieron esperar a que escampara el granizo 'trumpiano' y apoyaron en ultimísimo momento a Kamala para inmensa irritación, que no sorpresa, de la vicepresidenta.

Como los humanos, especialmente los progres, tienen una tendencia (no me incluyo en lo segundo, si en lo primero) a creerse sus propios cuentos, y se dejaron llevar por el entusiasmo de su propia propaganda que presentaba a Kamala Harris como el «bálsamo de fierabrás» para sanar todas las heridas y profundas fracturas de un país en confrontación efervescente. El problema era mucho más complejo de lo que parecía, pues el licántropo rubio era considerado por muchos conservadores como el Rey Lobo (The Wolf King). Esta es la parábola que ha servido de base para que millones de evangélicos y protestantes de otras iglesias vean en Trump el Rey Lobo que, sin ser un ser virtuoso, protege al rebaño en los momentos de mayor peligro. Es decir, que para ellos Dios usa a seres profundamente imperfectos, incluso pecadores, para hacer Su voluntad. Desde luego eligieron mal su metáfora y peor a su candidata.

Kamala Harris hizo carrera en un Estado como California donde lo difícil es ser conservador, donde los republicanos son más bien liberales (Arnold Schwarzenegger o el propio Reagan) y donde un demócrata no tiene que hacer gran cosa para ganar elecciones. Allí la abogada Harris fue elegida fiscal de distrito (el cargo es electivo en EE. UU.) y de ahí hasta el Senado fue un paseo triunfal. No había que ser Castelar o Demóstenes para ganar debates y el aparato cubría siempre tus vergüenzas con ilimitados fondos de campaña y una legión de asesores.

Cuando la senadora Harris se presenta a las primarias demócratas lo hace en el hueco que deja Bernie Sanders entre el socialismo marxista escasamente disimulado de quien ni era militante del partido y las posiciones de izquierda clásicas más en la línea socialdemócrata de Pete Buttigieg o Elisabeth Warren y muy lejos del centrismo pragmático del propio Biden o Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York y ex-republicano. Después quiso justificar sus posiciones extremas diciendo que no había espacio ideológico en el que competir y que se vio forzada a entrar defendiendo esas posiciones. En fin, parece excusa de mal pagador, y sobre todo de muy poco coraje no reconocer su propia ideología de 'wokismo' extremo, como consta en una extensa lista de intervenciones que constan de manera indeleble en la 'maldita' hemeroteca.

Lo cierto es que Kamala ha sido, y será, una pésima candidata, no debate bien, no contesta en las entrevistas, y lo que es más increíble es que algunas de sus peores actuaciones fueron jugando en casa, en cadenas de televisión que eran más kamalistas que su marido como MSNBC y de manera más disimulada NBC. Por cierto, en el debate contra Trump los caricaturistas incluso de medios no conservadores se mofaban del debate poniendo a Trump solo en un atril y a Kamala en otro acompañada de los dos moderadores. La imagen vale más que mil artículos.

Lo que es increíble no es que quien escribe estas líneas, que no es demócrata ni republicano, diga lo que diga lo que digo. Lo terrible, cruel y cobarde es que los padres y madres de la derrota de Kamala, sus aliados, colegas, compañeros e incluso amigos, que la hacen responsable de todos los males de la campaña, del partido demócrata y si me apuran del país, han repudiado a sus hijas. Ahora la vicepresidenta saliente es la culpable de que Trump sea presidente, y hasta la CNN que se convirtió en el portavoz de la campaña y TV oficial de la Convención Demócrata, ahora se ensaña con quien hace 24 horas era el ángel de la guarda de la democracia americana y de los desfavorecidos, la quintaesencia de la democracia y paladín de la Justicia, sin olvidar que se la presentó como el nuevo y joven liderazgo del partido demócrata con 60 años (me consuela a mis 61). Lo cierto es que ella es corresponsable del desastre económico que vive los EE. UU., de la gestión inexistente de la inseguridad y las fronteras, y de las vergüenzas de la administración saliente como la huida de Afganistán. Y esto es lo que ha pasado factura al partido demócrata y a la candidata derrotada. A Obama & Obama les toca esperar cuatro o quién sabe si doce años.

  • Gustavo de Arístegui San Román es diplomático y fue embajador de España en la India