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En primera líneaEmilio Contreras

Las réplicas de la DANA

El fracaso en la gestión de la catástrofe en los primeros días tendrá consecuencias sociales y políticas imprevisibles. La incompetencia y el uso partidista del Estado han desencadenado la tormenta perfecta

Los grandes seísmos son devastadores no sólo por los destrozos que causan, sino porque cuando se cree que todo ha pasado en muchas ocasiones dan la sorpresa tiempo después en forma de réplicas con efectos tan demoledores como los del primer terremoto.

Lu Tolstova

Sucede lo mismo con las grandes crisis económicas y sociales. Transcurrido un tiempo, generan unas réplicas políticas de consecuencias imprevisibles y devastadoras. No voy a remontarme a la honda crisis política que padeció Europa en los años treinta del siglo pasado tras la crisis económica de Wall Street en 1929. Está más cercano el impacto que causó en España la crisis de 2008: en los dos años siguientes tuvieron que cerrar unas 250.000 empresas y el paro alcanzó el 27%.

La indignación y el descontento de millones de españoles acabó dando la cara en las elecciones de 2015. Nadie pudo imaginar entonces que un joven y desconocido profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de Madrid y un aún más joven y desconocido abogado de la Caixa pudieran liderar dos partidos -Podemos y Ciudadanos- que estuvieron a punto de dar el sorpasso al PSOE y al PP. Pablo Iglesias llegó a tener 73 diputados y Albert Rivera, 57. Y el Partido Socialista bajó a 85 y el PP a 66. El bipartidismo, cimiento básico del orden constitucional, saltó por los aires. Nadie pudo prever tampoco que sólo ocho años después, Iglesias y Rivera volvieran a la nada de la que habían salido, y que sus partidos se esfumaran con la misma rapidez con la que nacieron. Aunque España sigue padeciendo las consecuencias de la crisis económica de 2008 con una inestabilidad política sin precedentes desde la restauración de la democracia.

Sucederá algo parecido tras lo ocurrido en Valencia el 29 de octubre por la inacción de los poderes públicos en los primeros días, la negligencia en la gestión y el partidismo sectario. Casi un mes después de la catástrofe causada por la DANA, es imposible prever cuáles serán las consecuencias sociales y políticas de esa tormenta perfecta. Pero las habrá y serán duras: el dolor, la desolación, la impotencia y el desamparo acabarán pasando factura.

Los ciudadanos no entienden que durante tres horas clave, el presidente de la Comunidad Valenciana estuviera ilocalizable, ni que cuatro días después de la tragedia, el presidente del gobierno se limitara a decir: «Si la Comunitat Valenciana requiere más efectivos, maquinaria, financiación o asesoramiento técnico, lo que tiene que hacer es pedirlo y se lo suministraremos». Parecían las palabras del presidente de una ONG. Ante una de las mayores catástrofes que ha vivido España en un siglo, uno estaba desaparecido y el otro adoptó la actitud de un espectador a la espera.

Y como ellos, tantos otros ministros, consejeros y responsables de organismos clave en la catástrofe que tan lejos han quedado de lo que se espera de ellos.

Pensar que ante semejante fracaso de nuestros gobernantes no va a haber una reacción ciudadana de dimensiones imprevisibles, es confundir la realidad con los deseos.

Tanto la crisis económica de 2008, que nos llegó de Estados Unidos con sus célebres hipotecas basura, como la DANA del 29 de octubre fueron situaciones sobrevenidas. Pero la gestión española de ambas crisis ha sido igual de nefasta. En esta ocasión se mezcla la incompetencia con el sectarismo partidista de los que gobiernan España, y las consecuencias sociales y políticas podrían ser devastadoras. Hace unos días conocimos una encuesta de Metroscopia que adelanta lo que puede estar por llegar: el 70% de los españoles no confía en el Estado. Se salvan algunas instituciones, pero el dato es inquietante.

Mal está que la desconfianza alcance a los gobernantes, que se pueden sustituir en unas elecciones, pero que alcance al Estado es gravísimo porque, como escribió Ortega, fuera del Estado sólo está la selva, y la selva comenzó a mostrar su rostro más amenazante en los municipios afectados por la DANA cuando supimos que cientos de personas asaltaron y saquearon comercios y viviendas en plena tragedia; van más de cuatrocientos detenidos.

Y también hemos oído a dirigentes políticos tan irrelevantes hoy como lo eran Iglesias y Rivera hace unos años, atacar la estructura del Estado como única responsable del desastre de la gestión de la catástrofe valenciana. El sistema es manifiestamente mejorable, pero quienes de verdad han fallado han sido las personas que nos gobiernan.

Aunque una cosa es el análisis y otra bien distinta es la profecía, creo que no me equivoco si advierto que las consecuencias sociales y políticas de lo que sucedió en Valencia el 29 de octubre están por llegar y podrían tener efectos muy serios e imprevisibles. Corresponde evitarlos a quienes tienen el poder para hacerlo. Porque si no lo hacen se cumplirá la advertencia de Ortega, y vuelvo a él, quien hace un siglo escribió que «la realidad se venga cuando no se la acepta y reconoce».