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En primera líneaEmilio Contreras

El mayor fracaso de la izquierda

La economía crece y también crecen el paro y la desigualdad. Estamos ante el mayor fracaso del gobierno más a la izquierda que ha tenido España desde 1977

España es el país de la Unión Europea cuya economía más crece. El 12 de noviembre, la Comisión hizo públicos unos datos concluyentes: la previsión de crecimiento para este año se disparó en nueve décimas desde junio y se sitúa en el 3%, dato confirmado por la OCDE el pasado miércoles. Estas previsiones, que tienen toda la credibilidad por el rigor de quienes las hacen, superan los cálculos de crecimiento más optimistas, incluidos los del Gobierno español.

La noticia fue jaleada por los medios oficiales y afines, que desplegaron las velas del optimismo para favorecer la imagen del gobierno. Pero ninguno contó la historia completa e ignoraron la otra cara de la moneda. En esa cara se puede ver que la previsión de paro para España es del 11,5 %, casi el doble de la media europea que es del 6,5 %. El paro juvenil en el segundo trimestre de este año, según la Encuesta de Población Activa, era del 26 % mientras que la media europea era del 14,3 %, y ello, a pesar del artificio estadístico que supone excluir del paro a los fijos discontinuos. Seis de cada diez jóvenes españoles no puede comprar o alquilar una vivienda; el 8 % de los hogares ingresa menos de mil euros al mes; según Eurostat, el 26,5 % de la población española está en riesgo de pobreza; y según el último informe Foessa, un 12 % de personas que tienen un trabajo no superan el umbral de la pobreza.

Hay quienes endosan la causa de estos datos a las oleadas de inmigrantes que entran en España. Pero Italia, Holanda o Alemania también tienen un serio problema de inmigración y sus cifras de paro están por debajo de las de nuestro país; en algunos —Alemania, el 3,5 % y Holanda, el 3,7 %— la tasa de desempleo es dos tercios inferior.

La conclusión tras leer estos datos es evidente. La economía española crece, pero esa riqueza se queda en los escalones altos y medios de la sociedad y no llega a los más bajos, donde viven los más desfavorecidos, los más pobres. Estamos ante el mayor fracaso del gobierno más a la izquierda que ha tenido España desde 1977.

Quizás la descripción más clara de lo que está pasando la hizo la consejera de Economía de la Generalitat de Cataluña el 11 de noviembre en La Vanguardia: «La economía va bien, pero la gente no lo percibe individualmente». Como diagnóstico es correcto, pero cuando se milita en el partido que gobierna España, y que desde hace siglo y medio dice defender los intereses de los trabajadores, no basta con la descripción de un analista; hay que exigirle que vaya más allá de las palabras y desarrolle una acción de gobierno que acabe con la marginalidad y la desigualdad.

El Partido Socialista Obrero Español, desde que se fundó en 1879, tuvo como objetivo último mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y emprendió su acción política basada en el ideario de Carlos Marx. El paso del tiempo demostró que el marxismo acabó llevando a la dictadura y la pobreza a los países en los que consiguió el poder, siempre por la fuerza.

A lo largo de un siglo, en el PSOE convivieron «dos almas», en palabras de Santos Juliá, la revolucionaria y la reformista que, en ocasiones, tuvieron enfrentamientos dramáticos. Por ejemplo, el 30 de mayo de 1936 los seguidores de Largo Caballero recibieron a tiros a Indalecio Prieto cuando iba a dar un mitin en Carmona.

En el congreso de septiembre de 1979, que ganó Felipe González, se impuso la vía reformista en el PSOE. Y con independencia de que no se suscriba el ideario socialdemócrata, es evidente que en sus trece años y medio de gobierno hizo una serie de reformas sociales y económicas acorde con su programa, que se pueden compartir o no pero las hizo.

Sin embargo, Pedro Sánchez renunció a la socialdemocracia y a esas reformas cuando en junio de 2018 ganó la moción de censura. Entonces no acordó con los ocho partidos que le apoyaron un programa de gobierno para favorecer a los más débiles, que es lo que se espera de un dirigente socialdemócrata; solo acordó con ellos sacar a Rajoy del poder y permanecer en él al precio que le exigieran.

El presidente dio entonces un salto desde la socialdemocracia al oportunismo, y sigue haciendo cabriolas en el aire para evitar su caída. Con el fin de perder lastre en esa pirueta que no acaba nunca, ha renunciado a la lucha contra la desigualdad y al fomento del empleo. Si el PSOE de Pedro Sánchez no es capaz de hacerlo, habrá que recordar que los partidos cuya acción de gobierno se basa en el humanismo cristiano, sí han sido capaces de hacerlo en Europa y en España a lo largo de decenios.

De nada sirve que la economía crezca si no crece el bienestar de todos. Es sorprendente que quien tenga que recordarlo no sea un peligroso izquierdista, sino uno de los banqueros más importantes de nuestro país. Hace un par de años, Isidro Fainé, el hombre fuerte de la Caixa, afirmó: «Sin equidad social, el crecimiento económico no es sostenible en el tiempo ni aceptable moralmente».

El congreso de Sevilla —ni una palabra sobre el paro— ha confirmado que el PSOE no tiene proyecto socialdemócrata; solo aclamación sumisa a su caudillo.

  • Emilio Contreras es periodista