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En primera líneaEmilio Contreras

El desahucio de la memoria

Marginar la memoria como herramienta del conocimiento es dejar indefensa la mente humana ante la manipulación, porque la incultura la convierte en terreno abonado para el adoctrinamiento

La memoria como instrumento de formación y aprendizaje está siendo descalificada y marginada en buena parte de los centros de enseñanza de nuestro país. Se la considera un mecanismo repetitivo enfrentado al análisis y al razonamiento lógico. Bien es cierto que en tiempos ya lejanos, la memoria primaba sobre cualquier otro método de conocimiento y lo que se aprendía quedaba en la epidermis de la razón porque se despreciaba el análisis lógico.

Lu Tolstova

Hay quienes creen que el desahucio de la memoria es solo una reacción pendular a esa primacía que en tiempos tuvo en tantos centros de enseñanza. Pero tengo mis dudas de si solo estamos ante un cambio de rumbo en la práctica docente que nos lleva al otro extremo o hay una motivación ideológica más profunda y preocupante.

Marginar la memoria como herramienta del conocimiento es dejar yerma e indefensa la mente humana ante la manipulación, porque la incultura la convierte en terreno abonado para el adoctrinamiento ideológico.

Hace un par de meses recordaba en estas páginas la crisis del hábito de leer, la marginación del libro como instrumento para mejorar día a día el caudal de nuestro conocimiento y su sustitución por la adicción a las redes sociales, donde se inyectan en vena mensajes cortos, simples o simplistas que penetran con facilidad en la mente de muchos, especialmente jóvenes, indefensos por su falta de cultura para filtrarlos o rechazarlos. Las redes sociales se ceban en ellos porque la sabiduría está siendo sustituida por informaciones y datos que en muchas ocasiones no son veraces.

Cuando el desahucio de la memoria va unido al abandono del hábito de leer y es sustituido por el apego a las redes sociales, el resultado de este cóctel puede ser demoledor porque adocena la inteligencia y la deja inerme ante la manipulación y el engaño.

Ante ese páramo del conocimiento, algunos han elegido la estrategia del «relato» como el instrumento más eficaz para imponer sus tesis y manipular la historia. Sin memoria y sin lectura, el campo queda abonado para sembrar con éxito versiones falsas o manipuladas de nuestro pasado porque, como escribió Shakespeare, «la memoria es el centinela del cerebro» que nos defiende del engaño.

Al desprecio de la memoria hay que añadir su fugacidad en la opinión pública ante el aluvión de noticias y escándalos relevantes, hasta el punto de anestesiarla, lo que supone un agravamiento del problema.

Nuestro país empieza a ser un ejemplo de las consecuencias preocupantes de este modelo educativo y resulta sorprendente ver cómo por interés político se manipula la historia de España. Pondré algunos ejemplos. Se condena la dictadura de Primo de Rivera presentando a toda la izquierda como un bloque que se enfrentó al general. Pero se oculta que el Partido Socialista y UGT colaboraron con la Dictadura —Indalecio Prieto se opuso— y su líder, Francisco Largo Caballero, fue consejero de Estado.

Se presenta la Guerra Civil como un enfrentamiento entre demócratas y fascistas, entre buenos y malos, y se ocultan datos como este que desmonta el relato: en los tres años de guerra fueron asesinados en la retaguardia republicana 77 diputados de partidos de la derecha ¿se asesina en una democracia a los adversarios políticos?

Se presenta la II República como un «pasado luminoso» cuando en cinco años y tres meses hubo que suspender las garantías constitucionales en 62 ocasiones, declarando los estados de alarma, excepción y guerra para hacer frente en la mayoría de los casos a la violencia revolucionaria. Se homenajea a Lluis Companys y se oculta que siendo presidente de la Generalitat se asesinaron en Cataluña solo entre julio y septiembre de 1936 a 4.682 personas por sus ideas políticas o sus creencias religiosas, y no movió un dedo para evitarlo.

Se oculta que la transición de la dictadura a la democracia la lideró un partido de centroderecha, UCD, que indemnizó a los herederos de los muertos en ambos bandos en la Guerra Civil, reintegró a los represaliados a sus puestos en la Administración y devolvió a partidos y sindicatos de izquierda sus bienes confiscados. Ahora tratan de engañarnos con las llamadas «leyes de memoria democrática» que han aportado retórica y rencor, pero ni un céntimo de reparación.

Y al cumplirse cincuenta años de la muerte de Franco en 2025, el gobierno proyecta lanzar una campaña de datos parciales y manipulados sobre lo que ocurrió entre 1936 y 1975 para alimentar la estrategia del muro.

El silencio de muchos ante hechos como estos es la prueba evidente de que esta estrategia de manipulación del pasado empieza a dar sus frutos. Son pocos los que alzan la voz para rebatirla y un sector de la ciudadanía la da por buena, sencillamente porque el desahucio de la memoria lo ha hecho posible y abre el camino a la manipulación impune de nuestro pasado.

  • Emilio Contreras es periodista