Fundado en 1910
en primera líneaJulio Borges Junyent

La verdadera cuenta regresiva

En el caso de Hispanoamérica, de los 19 países de la región, 3 son el eje totalitario, 2 tienen una posición cómplice: México, Colombia y Brasil ambiguo, 2 están en el cuadrante totalitario: Bolivia y Honduras y los 11 restantes tienen una posición clara contra la dictadura de Maduro

Los eventos del 9 y 10 de enero en Venezuela representan un punto de inflexión en la lucha por la democracia, tanto en el país como en la región. Este periodo marca una configuración más clara de las alianzas internacionales de Nicolás Maduro, evidenciada en su discurso del 11 de enero durante el Congreso Antifascista del Mundo, donde afirmó que Cuba, Venezuela y Nicaragua estaban preparadas para tomar las armas frente a cualquier ataque. Esto confirma la existencia de un eje autoritario con la misma agenda, dispuesto a desestabilizar la región.

Lu Tolstova

En este nuevo escenario, además de Miguel Díaz-Canel (Cuba) y Daniel Ortega (Nicaragua), los invitados principales a la toma de posesión ilegítima de Maduro fueron representantes de Irán, Rusia, China y algunos regímenes africanos. Analizar cómo este eje se enfrenta a las democracias de Hispanoamérica, Europa y Norteamérica es clave para entender su impacto global y la etapa que se abre ahora.

En el caso de Hispanoamérica, de los 19 países de la región, 3 son el eje totalitario, 2 tienen una posición cómplice: México, Colombia y Brasil ambiguo, 2 están en el cuadrante totalitario: Bolivia y Honduras y los 11 restantes tienen una posición clara contra la dictadura de Maduro y su eje autoritario tal y como mostraron Milei, Abinader y Mulino al recibir al presidente Edmundo González.

Mención especial merece la postura de Brasil, México y Colombia por la preocupación que genera. En México, la presidenta ha expresado simpatía por Cuba y Venezuela, lo que alarma tanto por sus implicaciones políticas como por los efectos negativos en la confianza económica y la inversión en el país. En Brasil, Lula, que ha tratado de proyectar una imagen de estadista en esta etapa final de su carrera, envió un representante a la toma de posesión, cediendo ante compromisos ideológicos que lo vinculan a la dictadura venezolana. En Colombia, Gustavo Petro expresó una posición cantinflérica: criticó las elecciones venezolanas, pero por las sanciones y envió un embajador al acto oficial. Además, dice estar abierto a seguir conversando con los «progresistas venezolanos», como si la mayoría clara del país no existiera lo que refleja una postura poco coherente.

Por otro lado, esta izquierda contrasta con el presidente de Chile quien rompió relaciones diplomáticas con Maduro y demostró que es posible mantener una postura de izquierda sin respaldar dictaduras. Otros países, como Bolivia y Honduras, se acercan a este eje autoritario mediante vínculos con Irán y beneficios de la diplomacia venezolana del proyecto ALBA. A pesar de estos casos puntuales, la oposición activa de 11 países en la región representa una mayoría sólida que no va a cambiar en el corto y mediano plazo.

En Europa, varios países han tomado posturas firmes contra la dictadura. Italia, bajo el liderazgo de Giorgia Meloni, ha demostrado un apoyo consistente a la causa democrática venezolana. Francia, aunque históricamente ha respaldado a la oposición, plantea ahora un inoportuno llamado al diálogo liderado junto con Lula.

España, tradicionalmente un marcador en la política hacia Hispanoamérica, ha adoptado una postura ambigua bajo el gobierno actual. Aunque no envió un embajador a la toma de posesión, su condena al régimen ha sido tibia, guiada más por intereses económicos y políticos que por principios democráticos. Esta ambigüedad se ha atribuido a la influencia de José Luis Rodríguez Zapatero, quien actúa como un defensor clave del chavismo en España y un representante de Sánchez en Venezuela. Todo un Virrey posmoderno movido por negocios. Trasladar a España hacia una posición firme y clara es crucial, dada su capacidad para liderar en el contexto europeo.

En Norteamérica, la política de Estados Unidos hacia Venezuela bajo la administración de Donald Trump se caracterizó por una fuerte presión contra Maduro. Trump mantendrá su enfoque, apoyado por figuras como Marco Rubio y Mauricio Claver-Carone, quienes poseen un conocimiento profundo de la región.

La clave será articular una política internacional que unifique los esfuerzos de los países hispanoamericanos, aliados europeos, Canadá y el G7 para promover un desenlace democrático en Venezuela. Esto requiere coordinación estratégica y una visión que trascienda los eventos inmediatos para abordar el panorama completo.

Los días 9 y 10 de enero marcaron un antes y un después en la política venezolana. Maduro se juramentó de forma ilegítima, mientras que María Corina Machado demostró liderazgo al movilizar a la población y Edmundo González ganó proyección internacional. Estos eventos confirman que Maduro ha cerrado el camino de la negociación política, encerrándose en su propio círculo de hechos cumplidos.

El contexto actual apunta hacia una fractura interna dentro del régimen, tanto entre civiles y militares como entre el chavismo y el madurismo. Con una sociedad que clama por democracia y un respaldo internacional cada vez más definido, se avanza hacia un desenlace inevitable. Este es un momento decisivo que marca una cuenta regresiva para el fin del régimen y el inicio de una transición democrática en Venezuela.

  • Julio Borges Yunyent es fundador del partido político venezolano Primero Justicia