Seis mil mujeres
Cuando se liberó Madrid, aparecieron 10.000 Banderas rojo y gualdas en las principales calles, elaboradas por las heroicas seis mil mujeres de la resistencia de la capital
A mis tías carnales María Paz y Carina
En el marco de la Historia, que debe recoger todos los acontecimientos relevantes de la vida de un país, para definir su trayectoria a través de los tiempos y marcar los obstáculos que se vencieron o no se superaron, la epopeya de las seis mil mujeres que lucharon en la clandestinidad, en el Madrid de 1936/39 contra el «terror rojo», causado por la represión de las organizaciones de izquierdas, extrema izquierda y anarquistas contra los considerados «enemigos de aquel régimen», merece ser referida, quizás por primera vez en los medios, ahora que se ha celebrado el 84º aniversario de la proclamación de la República, sistema que toleró cuando no impulsó dichos hechos violentos.
María Paz Martínez Unciti era una joven de 18 años muy interesada por el devenir político que se vivía en aquel agitado julio de 1936, su percepción de la situación, reflejada a diario por los graves disturbios del orden público que se sucedían, quedó un día impresionada por un acontecimiento sin igual que se producía cerca de la casa familiar, sita en una transversal de la Gran Vía, cerca de la Plaza de España de Madrid.

Se trataba del asalto al Cuartel de la Montaña, y de sus secuelas, a las que asistía en una acera de la misma Gran Vía; un miliciano con su mono desaliñado y manchado de sangre, y puño en alto siempre, levantaba orgulloso un brazo, con restos de uniforme militar, donde se apreciaban dos estrellas de ocho puntas de un teniente coronel asesinado en la gran masacre del asalto al cuartel, donde militares, paisanos, cadetes de academias, miembros de partidos de derecha, etc, habían acudido para adherirse, confusamente según la historiografía, a la sublevación militar del 18 de julio de 1936.
La familia de María Paz era numerosa, el padre, Ricardo Martínez Unciti, es Ingeniero Militar formado en la Academia General Militar, ya clausurada desde 1931 por el Presidente Azaña, y en la de Ingenieros de Guadalajara; había sido de los últimos en abandonar Filipinas donde construye obras y levanta cartografía para el desarrollo de esas provincias, entonces españolas; en los últimos momentos de su vida en activo participa en las operaciones contra las tribus hostiles en el Protectorado de Marruecos, llevando un tren blindado con refuerzos a la zona de Nador que favorecen las acciones que allí conduce el General Sanjurjo.
Como ingeniero militar y arquitecto desarrolla actividades de obras públicas siendo un destacado ingeniero responsable, entre otros, de la introducción del hormigón armado en España; como investigador cervantino promueve el estudio de El Quijote aportando valiosas reflexiones sobre El Quijote de Avellaneda, supuesto competidor de Cervantes; siendo monárquico, y habiendo servido directamente a S.M. el Rey Alfonso XIII, se abstiene de jurar la nueva bandera tricolor, y abjurar del primer compromiso, y es postergado moral al retiro forzoso.
María Paz entra en una organización incipiente, vinculada a la derecha, en esos momentos de enorme represión de esta opción política presuntamente vinculada a la sublevación del 18 de julio; es activa, preocupada, implicada en la situación de persecución de todos los que no piensan igual, va a las cárceles, socorre, ayuda, y en esa actividad, prácticamente después de aquella visión macabra, es detenida, por milicianos , verdaderamente agentes del terror del momento, y llevada a la infausta checa de Fomento, a media tarde, donde es ultrajada, vejada, interrogada y maltratada, incluso amenazada con disparos en «sus jóvenes ojos verdes, pues era muy bella», para que denuncie a sus colaboradores. Sin conseguirlo, es conducida por los «picadores de carne», como ellos mismos se denominaban, asesinada con un disparo en la nuca, con el ritual de la checa soviética, en este caso formalizada, según la historiografía, por miembros de PSOE y PCE y anarquistas, que se turnaban en la gestión de estos destinos de consumación del terror; finalmente es abandonada en pueblo de Vallecas, junto a su cementerio.
Su ejemplo, fue el reactivo para constituir una asociación mucho más articulada y clandestina, donde un grupo muy numeroso de mujeres madrileñas, seis mil, organizadas en células, continuaron la actividad de María Paz, cuyo ejemplo dio nombre al grupo, y le sirvió de acicate.
Había médicos, sacerdotes, monjas, ambos despojados de su apariencia habitual, campesinas de los alrededores, ultramarinos, incluso algún miembro de la izquierda noble, sorprendida del horror de sus compañeros, etc, y trataron de aliviar a los perseguidos, refugiándoles, dándoles auxilio espiritual, proporcionándoles alimentos, incluso librándoles a algunos de su detención o sacándoles de las cárceles por intercesión de algún colaborador bien situado políticamente.
Las células, triangulares, con una persona en cada vértice y compartiendo dos triángulos un solo vértice, se enfrentaron con éxito a su desmantelamiento, aunque algunas pagaron con sus vidas algún descuido; al frente de toda la organización estaba Carina Martínez Unciti, hermana de María Paz.
Cuando se liberó Madrid, aparecieron 10.000 Banderas rojo y gualdas en las principales calles, elaboradas por las heroicas seis mil mujeres de la resistencia de la capital.
- Ricardo Martínez Isidoro es general de división rdo.