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tribunaFernando ramos

La última llamada de Enrique de Aguinaga

En aquella ocasión dijo: «La prensa escrita es un valor perdurable y que evolucionará. Cuando vino la radio hubo el mismo temor, cuando apareció la tele se dijo que era el fin de la radio, y ahí está. Los medios se estimulan, no se anulan»

Para varias generaciones de periodistas, tanto de la antigua escuela como quienes ya nos iniciamos estrenando las Facultades de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid y otras, el catedrático emérito Enrique de Aguinaga será por vida una guía y un referente, por cuenta, además, de un gran profesional en el oficio, la consagró en convertir en periodismo en una carrera como otra, elevando su rango y su exigencia. Acaba de dejarnos cuando frisaba ya el centenario. Estaba muy vinculado a Galicia, especialmente a Vigo, donde había vivido de niño, pues su padre, veterinario de oficio, estuvo destinado en nuestra ciudad, de modo que por ello y otra serie de vínculos familiares había acuñado para definirse la expresión «madrigallego». A pesa de haber nacido en Valverde del Fresno (Extremadura), y de que era profundamente madrileño, nombrado cronista oficial de la villa ya en 1954, sentía por Galicia un especial cariño, como cabe resaltar.

Nos dejó el pasado 16 de abril. Unas semanas antes de fallecer fue llamando uno por uno a todos los amigos que tenía repartidos por España, entre ellos a mí mismo, para «despedirse, puesto el pie en el estribo». Era su estilo. Deja una inmensa obra y un elevado número de discípulos como historiador y periodista. Su voz sonó por última vez en Vigo el 23 de abril de 2009, con una conferencia titulada «El periodismo urbano. La crónica de lo cotidiano en la historia de las ciudades». Aunque estaba jubilado como catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid seguía con una intensa actividad como director de másteres y decano de los cronistas de Madrid. Ocupó diversos cargos en la Asociación de la Prensa de Madrid, de la que era ahora carné número 1, y en la Federación de Periodistas, FAPE, y fue el gran impulsor de la creación de la Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense. Era muy crítico con aquellos que se dicen periodistas sin serlo y entendía que era preciso ser riguroso a la hora de considerar quién era un verdadero profesional. En su última conferencia en Vigo auguraba que, pese a los avances de la era digital, la prensa escrita, en papel, nunca iba a desaparecer. En aquella ocasión dijo: «La prensa escrita es un valor perdurable y que evolucionará. Cuando vino la radio hubo el mismo temor, cuando apareció la tele se dijo que era el fin de la radio, y ahí está. Los medios se estimulan, no se anulan. La prensa escrita tiene una carga cultural histórica tan grande que no se puede romper por un Internet como dice Martes y 13. 'Es igual, pero no es lo mismo'».

Hablé con él pocos días antes de que nos dejara, pues estaba interesado en localizar a alguna persona de su tiempo con la que tuvo relación en Vigo, y lo hice pero, lamentablemente, ya lo había precedido en el viaje que él acaba de emprender. De su perfil, es de destacar, asimismo, que ennobleció en todos los ámbitos el oficio al que dedicó su vida. Precisamente, cuando ingresa en la Academia de Doctores, el 10 de enero de 1996, su discurso versó sobre «la dimensión científica del periodismo». Hombre de enorme sencillez y relaciones sociales ecuménicas, destaca su relación con el humorista Antonio Mingote, de suerte que cuando éste recibió el premio «Mayores en Acción», fue Aguinaga el encargado de pronunciar la laudatio. Aparte de todo esto, su trayectoria como profesional fue extensísima en prensa y radio.

Se calcula que tuvo más de diez mil alumnos a lo largo de su dilatada vida dedicada a la práctica y la enseñanza del periodismo. No en vano fue profesor de la Escuela Oficial de Periodismo durante veintidós años; de la Escuela de Periodismo de la Iglesia, a lo largo de once cursos; de la Facultad de Ciencias de la Información, cuando esta fue creada en 1971, y permaneció allí hasta su jubilación en 1989 y, como emérito, hasta 2003. Además, impartió curso en otros centros y universidades de España y América, donde era igualmente apreciado. Era miembro numerario de la Real Academia de Doctores, fue consejero Nacional de Prensa y secretario técnico de la Federación de Asociaciones de la Prensa de España. Otro ámbito destacado de su vida fue la historia de Madrid, como cronista de la villa y miembro numerario del Instituto de Estudios Madrileños, del que llegó a ser decano en antigüedad. Se fue, pero dejó un legado pendiente. A la inmensa cantidad de artículos y conferencias dentro de dicho instituto, se unirá a título póstumo la introducción de la edición del Códice de San Isidro, que se publicará con motivo del IV Centenario de la Canonización del Patrón de Madrid. Aparte de la generosa donación de sus propios archivos, vivero de valiosísima documentación, recopilada a lo largo de su vida. Como decían los romanos sit tibi terra levis.

  • Fernando Ramos es periodista