Mirando al sur
Nos olvidamos que para estar bien dentro tenemos que cuidar lo de fuera. Y estamos teniendo serias advertencias de que lo tendríamos que hacer manifiestamente mejor
A través de la lectura de diarios serios españoles y los análisis, también serios, se consigue que el ciudadano normal se vaya enterando de cómo se ve este bendito país desde una esfera internacional. La otra forma es salir por ahí de vez en cuando, al extranjero. Y prestar atención.
Si es por la información que se recibe por el Gobierno, o por sus satélites cercanos, está claro que nos podemos echar a dormir ya que se trabaja bien y vamos en la buena dirección.
La opinión de muchos no es la misma. Aparte de lo mencionado, basta con echar un vistazo a los medios de comunicación de otros países para llegar a la conclusión de que hemos perdido peso internacional. Que pintamos poco, vamos. Y comento esto porque hasta hace unos años esto no era así. De España, en medios extranjeros, se hablaba. Y bien. Economía en crecimiento, democracia estable, un coste de mano de obra que seguía atrayendo y reteniendo inversión y fabricación.
Y además el alegre turismo que nos llegaba y que era casi el doble de la población española, con su contribución de más de un 15 % al PIB del país.
Y, por supuesto, buenas relaciones con Estados Unidos y todos los países que teníamos alrededor; lo cual potenciaba –e interesaba– el que se siguiera alimentando nuestra posición geoestratégica. En resumen, bueno para nosotros y bueno para ellos.
Este cuento tan bonito no tenía por qué tener fin. España entre los 10 países más potentes del mundo, un cierto nivel de influencia internacional, visitas del presidente de Estados Unidos, invitación a las reuniones en donde se deciden las cosas importantes. Y abundancia de reuniones bilaterales con los otros grandes países. España gozaba de notoriedad en el mundo.
Pero, lamentablemente, la cosa cambió. Desde la retirada de tropas de Irak (de esa manera que se hizo) no llevamos un buen camino. Vamos cayendo, aunque no nos enteremos, en una peligrosa irrelevancia y la posición que detentábamos, fruto de décadas de trabajo diplomático, se traslada casi inadvertidamente a otros países. Porque al final si un socio deja de ser fiable se busca otro socio y punto final.
Es un hecho que las relaciones internacionales son dinámicas y al proyectar nuestro país una imagen algo tibia (que es casi peor que fría) se han movido piezas en el tablero de ajedrez y se empieza a notar una mirada, que viene del norte, que nos pasa por encima y se fija más al sur de nosotros buscando acuerdos de mutua conveniencia.
Y podría ocurrir que, en el caso hipotético de tener que tomar partido en caso de conflicto entre un país y otro, los que deban tomar decisión no van a mirar quien tiene la razón o le asiste la justicia, sino qué decisión les interesa más; cosa que estamos viendo en todas las guerras incluyendo la que estamos viviendo ahora.
Y la realidad es que los temas de casa, aquí en nuestro país, fagocitan casi todo el tiempo y la energía. Todo lo que ocurre aquí dentro es demasiado importante, da la impresión. Las independencias fallidas, los espionajes, las elecciones autonómicas que no acaba una y empieza otra y acaban todas en algo parecido a coronaciones del vencedor. Se puede poner una larga lista de asuntos domésticos que deberían funcionar casi automáticamente pero no es así; lo vamos complicando todo y cada vez la visión es más a corto plazo.
Como máxima se ha fijado el estar muy atentos a escuchar qué pide o anhela el posible votante para prometérselo. Ya veremos si se le puede dar o no. Pero eso más adelante.
Y nos olvidamos que para estar bien dentro tenemos que cuidar lo de fuera. Y estamos teniendo serias advertencias de que lo tendríamos que hacer manifiestamente mejor. Habríamos de mirar más hacia afuera y con menos ingenuidad. El viento del sur no solo trae calimas con una arena rojiza. Puede traernos problemas en los que no queremos ni pensar.
- Tino de la Torre es empresario y escritor