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TribunaAntonio Bascones

Acaba la poesía, viene la prosa

Despertamos abruptamente y los precios, la inmigración y todo lo que conlleva el duro momento por el que estamos pasando, nos abofetea sin compasión

Acabaron las reuniones de la OTAN, terminó el boato y la fastuosidad de las reuniones, de los encuentros. Hemos vivido el pueblo, han vivido los mandatarios una interrupción en el caminar tambaleante de una política y una economía efímera. Ahora se impone la realidad, el día a día, el trabajo cotidiano y los problemas continuos con los que se enfrenta la sociedad española. Finalizan unos días de vino y rosas, y llegan días de sufrimientos y aflicciones con todos los problemas que nos acucian. Ha sido un oasis en este caminar incierto, en este sendero de penalidades y vicisitudes que nos persiguen de una manera desaforada, en este desierto de sinsabores. A una etapa poética, donde los saludos, las alegrías y las risas han aleteado en toda España y concretamente en su capital, Madrid, le sigue una prosa dura, áspera, desabrida en la que el paro, el costo de la vida, los alimentos que suben, la gasolina y la luz que nos ataca y los costes de cualquier naturaleza nos invaden. Ahora viene el cada día, la necesidad de solucionar los problemas del pueblo, aquellos que tenemos en nuestro entorno cotidiano, los pactos y los encuentros en los que las risas, los saludos y los abrazos no abundan. Más bien escasean. Miradas torvas, frases malsonantes, insultos y agravios será la tónica de cada día y todo eso, y mucho más, los espera al regresar.

Han sido tres días en los que se han olvidado de los españoles. Ha habido momentos en que todos flotábamos en una nube y todo parecía de rosa. Lujo, esplendor, alfombras, salones con mesas y vajillas de lujo, discursos a cada cual más bonito, salas de cuadros que nos llevaban a otras épocas, los que han hecho que, por unas horas olvidáramos la situación en la que vivimos. Una realidad, un contexto donde el mal humor habita, donde los enfrentamientos perviven y, en fin, donde todo parece enredado en una maraña de oscuridades.

Sin solución de continuidad, vamos a pasar de un lado a otro, de un mundo a uno diferente, como si todo hubiera sido un sueño en el que hemos convivido. La fantasía se ha trocado en realidad, la ficción en verdad. ¿Ha sido un espejismo o el mundo ha cambiado? Nos encontramos en un estado de soñolencia, en el que aún aletean los prados verdes, las risas y los abrazos. Todavía habrá algunas horas en las que tendremos escenas de encuentros, sueños de gloria, pero, muy pronto, antes que tarde, vendrá la dura certeza de que todo acabó y que la alucinación no continua. Despertamos abruptamente y los precios, la inmigración y todo lo que conlleva el duro momento por el que estamos pasando, nos abofetea sin compasión. Lejos quedan aquellas risas, aquellos besos, aquellas concurrencias resumidas en abrazos. Hemos visto, como en una quimera, cómo los trajes de noche, las hilaridades sin sustancia nos sacaban de un estado insufrible. Ha sido un ensimismamiento que ha durado muy poco y que nos trae a la realidad de la vida en un abrir y cerrar de ojos. Lo curioso de la historia es que, para los dignatarios del poder, también, ha significado una ilusión. Ahora vuelven a sus países a encontrarse con los mismos problemas que tenemos aquí: el paro, la inflación, los precios, la carestía de la vida, la carencia del gas y tantos y tantos asuntos que nos convierten estos días pasados en sueños irrealizables. La dimisión de Lesmes es un problema añadido que no se preveía y que no hace nada más que trastocar el camino tambaleante de España.

La abundancia se trastoca en privación. Lo que por unas horas nos ha hecho olvidar nuestra existencia, ahora va a cambiar de forma repentina. De los abrazos pasamos a los pactos, de las risas a las formas bruscas, ásperas donde la realidad del día viene a señalar donde estamos y lo que, de verdad, necesitamos.

Los jefes de Estado toman sus aviones donde, por algunas horas más, tendrán momentos de intimidad en los que su cabeza volverá a la dura esencia de sus políticas. Seguramente, en este viaje de retorno a sus casas, cerrarán los ojos y sus pensamientos flotarán de nuevo, pero llegará un momento en que los tendrán que abrir y será justo en ese instante cuándo caerán en el precipicio de su verdad, la de sus países en lo que muchas personas se ahogan. Tendrán que volver a coger el timón y a olvidar ese abrazo y esa mano en la cintura de la esposa de algún político que los hizo flotar y abandonar las dificultades de sus países. Ahí tenemos la foto de un político hablando por teléfono en mitad del Museo del Prado, pues los problemas de su país le aprisionan y le llevan a la realidad. En un lado de la sala, algunos aún siguen flotando en la nube y él, aquí, sentado en el duro banco, frente a una certeza que le perseguirá: su país se ahoga y él debe volver a su evidencia. Así es, y así será para todos.

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España