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TribunaMariano Gomá

Joven, no me cabree

Provocación es transgresión, ruptura y acomodación. Y todo es susceptible de repetirse para volver al origen que es la primigenia, y quizás la verdad

Actualizada 09:32

La última perla que he leído de Albert Boadella creo que merece este artículo de opinión puesto que el contenido del correspondiente libro, del que copio aquí con su permiso, es un verdadero alarde de ética y estética cuando en realidad es la historia de una bronca permanente entre los actores, verdadero apunte de una obra de teatro.

Cuando un universitario requiere a Boadella para que en su tesis sobre las artes escénicas le explique los porqués de su carácter y actitud transgresora histórica, se desencadena una tormenta perfecta entre maestro y alumno de forma natural pero inmisericorde.

Ante definiciones del doctorando que explica su voluntad de enfrentarse al montaje neo liberal de la cultura burguesa para incitar a una nueva era de las artes escénicas donde el feminismo, la diversidad de sexos, el control climático, la empatía con los animales o la desaparición de las clases, encontrando nuevos códigos que derriben los hábitos rutinarios y conservadores; se encuentra con la airada reacción, previa a la expulsión del escenario, en cuanto al artificio inventado para la supervivencia de unos improductivos parásitos que viven a costa del oficio de comediantes, músicos o bailarines. Y toda esa confusión bajo el amparo universitario que hoy día es un escarnio de sus esencias, como un club de vividores a costa del erario público, siendo una fábrica de mediocridad que desvirtúa el conocimiento y distorsiona la realidad de los hechos. Todo ello moldeado en función de los cargos y su permanencia en ellos. Ni más ni menos.

Ante la afirmación progresista del doctorando, el ingenuo alumno, que es el mismo, recibe la afirmación de que el progresismo es tan solo una excusa para extirpar cualquier actitud conservadora en la sociedad. Se trata de liquidar los vínculos y la herencia moral partiendo solo de uno mismo, misma o misme como ser supremo y único.

En estos extremos del diálogo se produce un momento sublime que reproduzco textualmente.

–Alumno: Yo no tengo interés alguno en el cristianismo y sus mitos. Soy ateo.
–Boadella: Para empezar, usted no es nada. Y no es nada porque no ha hecho nada en la vida.
–Alumno: Estoy elaborando una tesis doctoral y por eso estoy aquí aguantando este bombardeo.
–Boadella: No mienta. Usted está aquí y aguantando lo que sea para meter mi nombre en su maldita tesis.
Alumno: No se lo niego.

La escena del libro, porque es una escena, llega a momentos deliciosos cuando el doctorando rechaza la música clásica y se traga un diluvio de improperios al estilo de La única música tribal de hoy no le servirá de nada. Son gritos primarios y groseros. Se inunda el ambiente al hablar de músicos o delincuentes o maleantes que han cortado la evolución de las más altas cotas emocionales del hombre arrasando con la elevación y la inteligencia, como carne a la brasa que hay que drogarse para resistirla ya que no son transgresores sino malhechores.

Usted, qué asco, no aspira a ser más que un forense del arte. Y deduzco que entiende, o no, la copia del neanderthal que practican los hijos naturales y un sinfín de cavernarios que lo han llenado todo de garabatos infantiles y mugre enmarcada (por prudencia quien suscribe omite nombres propios).

La escena sigue avante con encuentros como:

–Alumno: Una consideración un poco machista, digo, heteropatriarcal, ¿no cree?
–Boadella: Lleva usted un auténtico caos heteromental.

En la explicación de los arrastres de la tormenta, el ya sometido doctorando le afirma amargamente al maestro: «He perdido la consideración de mis profesores y compañeros. Me miran como un apestado. Me ha caído un expediente con probabilidad de expulsión. Incluso me han acusado de ser el palanganero de un facha traidor a Cataluña. También me han volado las expectativas de un cum laude».

Estimado doctorando. Ser expulsado hoy de la Universidad es toda una reputación y un honor.

Hay un momento álgido en el que el doctorando alude al arte del rapero Valtonyc a lo que el maestro califica de defecación apostillando: «¿Sabe usted lo que es un necio? Alguien estúpido que causa quebrantos a otra persona o grupo sin lograr de ello más que su propia ruina personal».

Otro momento sublime es cuando el maestro conmina al alumno a enterrar una gata muerta y ante el animal le reza el padrenuestro.

–Alumno: Eso no me lo sé.
–Boadella: Es verdad. No me acordaba que ahora son ustedes los del aplauso funeral y el minuto de silencio de treinta segundos.

Obligado es para el alumno hablar de su espíritu de modernidad tachando de rancia la estructura de la tragicomedia de Aristófanes o Plauto, enfatizando. Siempre que utilizo el término moderno, se cabrea conmigo. El maestro profundamente indignado responde; Hitler también fue un moderno. Mire si no los diseños de Albert Speer o las películas de Leni Riefensthal, pero eso, señor mío, son realidades inalcanzables para los inútiles obtusos e indocumentados dirigentes de universidades de corto vuelo y pocas luces.

Y hablando de modernidad y arte moderno poco a poco maestro y alumno empiezan a coincidir que ARCO es patético y que no hace falta viajar a Madrid para afirmarlo porque lo piensa el 99 por ciento de la ciudadanía con la excepción de los delirantes del esperpento, los vendedores de crecepelo, los engañabobos o los que viven de los bobos.

Volviendo a la realidad debo agradecer esos momentos mágicos en que aparece la transgresión de la transgresión con la vuelta a una antigua, pero presente normalidad en lo que transgrede provoca y establece una nueva normalidad que a su vez debe y puede ser transgredida provocando de nuevo una vuelta al origen.

Todo es transgresión y provocación. El románico provoca el gótico, y éste el renacimiento, y éste el barroco, y éste el neoclásico.

Provocación es transgresión, ruptura y acomodación. Y todo es susceptible de repetirse para volver al origen que es la primigenia, y quizás la verdad.

Espero y deseo que seamos hoy capaces de transgredir nuestro momento actual para volver a aquello que respeta los cánones de la convivencia, el humanismo y el progreso.

Gracias, Albert Boadella, por haber alumbrado en mí estas reflexiones.

  • Mariano Gomá es presidente de Foro España y España Cívica
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