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tribunaLuis E. Togores

Pedro Sánchez, personaje en la historia de España

¡Tranquilo, presidente! Pero a la historia también han pasado José María el Tempranillo, Manuel Delgado y David Fernández, más conocido por Rodolfo Chikilicuatre

Actualizada 09:34

Si el presidente Sánchez dejase de mirarse el ombligo, de estar preocupado por seguir siguiendo, de verse en el espejo para apreciar su elegante silueta que va a pasar a la historia, puede que se diese cuenta de algunas verdades que proclama que son de Perogrullo.

A la historia pasan aquellos que, a criterios de los historiadores, merecen a pasar a ella. Los historiadores son señores y señoras, rancios y un poco aburridos, con supuesto aire de rata de biblioteca, que se pasan el día entre papeles viejos y polvorientos para escribir libros que luego muy poca gente lee, pero que son el acta notarial de quienes tienen a su criterio los méritos y sus simpatías para pasar a la Historia con mayúscula. Los historiadores tienen la enorme capacidad de que el resto de la humanidad recuerde a algunos personajes como buenos o malos, listos o tontos, simpáticos o antipáticos, como actores principales, secundarios o de reparto. Esto, que puede parecer poco académico, no deja de ser verdad en gran medida.

Si no hablamos de los que ahora están de moda gracias a la Ley de Memoria Democrática (el innombrable, Azaña, Yagüe, Largo Caballero, Queipo de Llano... todos de hace más de medio siglo) podemos encontrar una larga lista de personajes importantes que no aparecen en los libros de historia o lo hacen solo como personajes de reparto, salvo que acudamos a monografías muy muy especializadas. Por poner dos ejemplos. ¿Quién se acuerda de Alonso Martínez? Tiene una plaza céntrica en Madrid, pero si preguntamos a los transeúntes, apuesto euros contra pipas, a que el 99 por ciento no sabe quién es. Lo mismo si hacemos la misma pregunta a los españoles sobre Laureano López Rodo o Alejandro Rodríguez de Valcárcel. Ya, si preguntamos sobre el general Cabrera, sobre Ana Hurtado de Mendoza princesa de Eboli o el cardenal Cisneros muy pocos sabrían quienes son.

Los historiadores son los que pueden y van a poner a Sánchez en el lugar que le corresponde en la historia de España. El académico de la Historia Luis Suárez dedicó ocho voluminosos tomos, bajo el título Franco, crónica de un tiempo, a la vida del innombrable. Dudo mucho que nadie escriba en el futuro algo semejante sobre Sánchez, y, espero, su breve paso por el Gobierno. La forma que le gustaría a Sánchez de entrar en la historia, aunque pueda parecer mentira, en buena medida no depende de él. A mi modesto entender, si va a entrar en la historia, será por la puerta pequeña, como el actor secundario Bob de los Simpson. Si en el futuro se reedita la obra de Luis Suárez, saldrá en ella, en una nota a pie de página, como el autor de la profanación de la tumba del biografiado.

Aunque es cierto que ahora que se acerca los 150 años de la proclamación de Primera República Española es muy probable que le equiparen con algunos de los grandes presidentes de esta breve etapa de la historia contemporánea de España; Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón, Emilio Castelar y el general Francisco Serrano. Muchos de sus éxitos superan los sucesos más relevantes de esta época, siendo, sin lugar a dudas, su logro más importante el vencer a todos los prohombres del PSOE y lograr hacerse con la Secretaría General de su partido, pudiendo llegar a gobernar España con el más pequeño apoyo popular que han tenido los socialistas desde la muerte en la cama del innombrable.

Que Sánchez pasará la historia –como actor principal, secundario o de reparto– no me cabe la menor duda. ¡Tranquilo, presidente! Pero a la historia también han pasado José María el Tempranillo, Manuel Delgado –un psicópata considerado el peor asesino de la historia criminal española– y David Fernández, más conocido por Rodolfo Chikilicuatre.

  • Luis E. Togores es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad CEU San Pablo de Madrid
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