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tribunaJuan José R. Calaza

Coalición electoral PP-Vox-Cs en lista única

Si en las elecciones legislativas los partidos constitucionalistas PP-Vox-Cs no artillan un frente electoral común presentándose en lista única, PSOE y aliados volverán a gobernar. Si vuelven a gobernar, Cataluña se independizará

En recientes declaraciones, Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, afirmó que el PSOE está fuera de la Constitución a resultas de lo vivido en el Parlamento, 15/12/2022, que calificó como «día negro de la democracia». Temo que el PSOE lleve anotados, desde Zapatero, cientos de días negros para la democracia (o quizás ya desde 1934).

Con Maragall y Zapatero el PSOE intentó la voladura de la Constitución en aras de dar cabida a una cosa rara, federalismo asimétrico, sin definición precisa ni delimitación clara de sus contornos. El actual Ejecutivo, cautelosamente parece restablecer ese programa: más autogobierno. Todo lo que hace, deja de hacer o deshace el presidente Sánchez hay que interpretarlo en esa clave. El resto son ocurrencias que subcontrata con UP para que justifiquen salarios ministras pintureras y señorías varias, pero no constituyen el objetivo políticamente nuclear de Pedro Sánchez. Lo de UP son malabarismos circenses, espectáculo y confetis, sin faldas y a lo loco. Cada vez que andan aletargados y faltos de ideas, vagamente izquierdistas, echan mano del fondo de armario que les permite disfrazarse con la radicalidad y gestualidad progresista que no les confieren sus confortables dachas. El arcoíris, y tal, tiene más de folclórico que de subversivo. En el fondo, todo muy español y panderetero.

Lo del PSOE, siendo aparentemente convencional, es grave para la convivencia cívica y política entre españoles. Y, a medio plazo, letal. Se trata de cohonestar el mantra del federalismo salvífico, vía referendo acordado, paso previo, como ha sugerido Illa. El PSOE juega con fuego, no le importa poner en la parrilla la Constitución bocabajo y España patas arriba. Que si el encaje de Cataluña en la realidad plurinacional española; que si la adaptación a las nuevas necesidades de la globalización y del proceso de integración europeo; que si el federalismo es el baluarte definitivo para sofrenar al secesionismo, etc. En el PSOE no han aprendido nada, ni siquiera han aprendido que España está más descentralizada que muchos estados federales y que lo que guardan los nacionalistas para su coleto –el PSC es también un partido nacionalista– no es una federación de regiones o autonomías sino una confederación de naciones o estados. Y una confederación de naciones, aunque la pinten de torera, sustituyendo a la actual estructura de poder territorial, son palabras mayores, pues es la antesala del desmembramiento definitivamente imparable de la nación común.

Incluso sin llegar a una estructura plenamente confederal, el federalismo asimétrico que palpitaba alocadamente en el Estatuto de autonomía de Cataluña –antes de ser auscultado por el Tribunal Constitucional– avecindaba en su articulado toxinas de destrucción masiva contra la capacidad redistributiva y equilibradora del Gobierno central y la soberanía del pueblo español. Si el Tribunal Constitucional no hubiera desmontado los artículos que conferían más margen de maniobra soberanista, hubiesen constituido una plataforma ideal para ir levantando los peldaños por los que los independentistas calculan transitar pasito a pasito de España hacia Europa sin pasar por Madrid, que, de hecho, ya no pisan (excepto para el 'qué hay de lo mío'). De nuevo, se ha visto ese jueves negro, los socialistas quieren controlar el TC para substanciar un estatuto al gusto de ERC. Es el cuento de nunca acabar que nos quieren endosar una vez más, al que se suma oportunamente Illa como narrador invitado alegando que el derecho a la autodeterminación no equivale a independencia. Verdaderamente, nos toman por tontos. Y hasta puede que sea cierto.

Vuelve a tener notable predicamento en el PSOE la pomposa propuesta de revisión constitucional española, y estatutaria catalana, dando cobijo al relajamiento asimétrico entre regiones y nacionalidades españolas: hacienda, selecciones deportivas, acervo lingüístico común descuartizado, leyes e instituciones propias, representación exterior, etc. Ante tanta frivolidad, inconsciencia y miopía como la que muestran algunos proponiendo en caliente que se reforme la Constitución para «avanzar» se impone recordar varias cosas. La primera, ciertamente, no hay en la Tierra ni en el cielo ley que garantice la eternidad de las constituciones: todas son susceptibles de ser reformadas o derogadas; la segunda, puesto que las constituciones pueden reformarse, no queda excluido que, en buena ley, la española se reforme en sentido contrario al que propugnan socialistas, comunistas y nacionalistas periféricos. Si son tan demócratas como dicen deben aceptar que si se abre el melón constitucional sea con todas sus consecuencias. Una de ellas, poner fin –en referendo democráticamente vinculante en toda España– a este dislate anacrónico que llamamos Estado de las Autonomías, tanto daño nos ha hecho salvo a los cazadores de recompensas, así llamadas subvenciones. En España no cabe descentralizar más por abajo, en instancias autonómicas, toda vez que también nos despojan de derechos por arriba, en Bruselas.

Comparto con Núñez Feijóo su pesimismo respecto al PSOE, pero no sé si es consciente de la gravedad del momento. Si Feijóo fuera el Churchill que necesita España se aliaría con Rusia, digo, con Vox y Cs. Ahí va mi pronóstico y mi consejo. Si PP-Vox-Cs no se presentan a las próximas elecciones legislativas en lista única, PSOE y aliados volverán a gobernar. Y si vuelven a gobernar, Cataluña se independizará. Ante la gravedad de la situación, España no necesita un gobierno de concentración nacional –menudo chiste– sino una coalición electoral en lista única PP-Vox-Cs, ley de D’Hondt obliga. Dice Hermann Tertsch, y dice bien, que en España para ser libre hay que perder el miedo a que le llamen a uno fascista.

  • Juan José R. Calaza es economista y matemático