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TribunaAntonio Bascones

El amor como expresión vital

Debemos reflexionar si no es mejor caminar en la vida de esta manera con una mochila llena de esperanza y júbilo, que con otra repleta de piedras de odio y rencor

Hace tiempo escribía un artículo que rezaba «el odio como forma de expresión vital» y afirmaba que el comportamiento de ciertos sectores de la sociedad acercaba al hombre a la esfera animal y, ahora, tomo la pluma para escribir justamente todo lo contrario: el amor como principio de expresión vital.

Hace días asistí a un concierto de Hakuna y recibí un impacto positivo. Allí flotaban sobre el ambiente palabras como alegría, amor, paz, Dios, misericordia y felicidad. Hacía tiempo que no había oído estos términos y en particular nombrar a Dios. Estaba fuera de nuestras vidas y por ello todo se había convertido en odio y resentimiento. En este concierto no había nada de esto. Todo era alegría y paz, entrega y solidaridad. Recibí una impresión auténtica, tangible, inequívoca. Hakuna se expresa con música, con canciones, con sonrisas. Los jóvenes recitaban las letras de las canciones que hablaban de estos valores.

Navegaba en el ambiente una sensación diferente de lo que, en muchos lugares, en numerosas calles había: odio y rencor. En este concierto todo era paz y necesidad de transmitirla. Sobran las palabras, decía la canción. Las miradas y los abrazos son suficientes. La fe y la alegría el equipaje.

No se puede tildar a esta juventud de blandengue, sino que está comprometida con un mundo mejor y, para eso, ellos están aquí y tienen esa necesidad de cambiarlo y de entregarse a un objetivo lleno de alegría y de amor.

La manera de enfocar la vida con odio gira sobre la ética de las personas, sobre su actividad en el trabajo, socavando los valores y decía, en aquel artículo, que todo esto pivotaba sobre los entresijos de la convivencia. Si esta se lleva a cabo con los valores que vi en el concierto de Hakuna, la sociedad no se hundirá y saldrá adelante.

Miles de jóvenes de todas edades, y no tan jóvenes, cantaban las letras de las canciones que eran oraciones. Una manera diferente de acercarse a Dios.

Debo confesar que no conocía a este grupo y por lo que me cuentan ya lleva varios años de marcha. Lo conocí por una nieta que vive este movimiento y me llevó a Vistalegre. Por eso, la asistencia la otra noche, multitudinaria, no hizo nada más que demostrar que mi ignorancia era inmensa.

El proyecto sociológico en un contexto de un mundo de incertidumbre y de perplejidad continua, es para recapacitar dónde estamos y qué queremos hacer. Es un proceso transversal no centrado en ningún grupo. Los hay de todas clases y variopintos. Sólo son jóvenes que buscan otro camino para seguir en la vida. El que hay no les gusta.

Me imaginaba, mientras oía las canciones, que este mundo que tenía ante mí, era como el Camino de Santiago, donde se hace un camino interior de soledad y reflexión, sólo que esa noche lo hacían cantando. No había soledad, todo era entrecruzar sonrisas y miradas. Estos jóvenes habían desterrado de su corazón el odio que vemos en la política y en los debates, y no me refiero claramente a este periódico, que es ejemplo del buen hacer. Allí se entregaban a un mundo que deseaban mejor y que estaba construido con otras palabras: una manera distinta de orar y acercarse a Dios. Sonreír cada día a todas las personas con las que nos cruzamos. Una mirada serena y limpia es la mejor manera de entablar un nexo de unión.

Muy posiblemente nos están enseñando la dirección del camino a seguir. Debemos reflexionar si no es mejor caminar en la vida de esta manera con una mochila llena de esperanza y júbilo, que con otra repleta de piedras de odio y rencor. La primera nos salvará, la segunda nos hundirá en el abismo de la negación. En la cruz de ferro es costumbre, entre los peregrinos, arrojar la piedra que lleva en la mochila como un acto para olvidar odios y rencores, envidias y soberbias siguiendo el camino de la vida sin ataduras ni trabazones. Libres de las cadenas que nos impidan seguir en libertad y sin esclavitud.

Decididamente, al ver este panorama de chicos y chicas, entregados a la bondad, me llevó a pensar que este mundo aún no está perdido. Que hay personas que lo pueden salvar. Allí estaban esas gentes que, en un futuro, más bien próximo, tendrán que echarse al monte con sus armas: la alegría, el amor, la paz, la misericordia, el perdón y sobre todo con Dios.

No todo está perdido. Mis palabras sólo quieren ser un canto a la esperanza en un mundo futuro. Seamos positivos y optimistas.

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España