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TribunaMelitón Cardona

Dos grandes pensadores liberales

El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a costa de todo el mundo… ya que todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado y se olvida que el Estado vive a expensas de todo el mundo

La eminente politóloga francesa Chantal Delsol, una de las más importantes pensadoras europeas contemporáneas, autora del memorable libro La fin de la Chrétienté, publicó el pasado día 20 en este medio un interesantísimo artículo titulado «Tocqueville: panteísmo, Estado omnipotente y religión climática como futuro de la democracia» que, a mi juicio, no tuvo el eco que merecía porque creo que ni su encuadre tipográfico ni el nivel de su traducción fueron los más adecuados, aunque también es cierto que para apreciar su contenido se requieren determinados conocimientos que ni están al alcance del lector medio ni tienen por qué estarlo. En dicho artículo se refirió al capítulo VII del tomo segundo de De la démocratie en Amérique y escribió que «parece que para Tocqueville, el panteísmo visto como futuro de la democracia coincide con la omnipotencia del Estado entendida como el futuro desolador de la democracia, la eliminación de los poderes menores y de los cuerpos intermedios y, paralelamente, el aumento del poder del Estado central y de la Administración, siendo los individuos iguales en su debilidad… La democracia está destinada a privilegiar la igualdad sobre la libertad y, por lo tanto, a engendrar una forma de despotismo que corresponde más al panteísmo que al cristianismo».

Los dos pensadores que antes advirtieron los peligros inherentes a la democracia en sus primeras experiencias y los de su previsible deriva igualitaria fueron franceses. Me refiero a Frédéric Bastiat y a Alexis de Tocqueville, dos gigantes del pensamiento occidental.

Menos conocido que el de su compatriota, el pensamiento de Bastiat es fundamentalmente individualista y liberal y defiende consistentemente la libertad del individuo frente a toda autoridad. En su obra son frecuentes las referencias a Adam Smith y Jean-Baptiste Say, quienes le influyeron notablemente. Advirtió que «el Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a costa de todo el mundo… ya que todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado y se olvida que el Estado vive a expensas de todo el mundo» y creyó que «entraremos en una vía en la que, con formas muy dulces, muy sutiles, muy ingeniosas, revestidas de bonitos nombres de solidaridad y fraternidad, el expolio va a adquirir proporciones cuyo alcance la imaginación apenas se atreve a aventurar».

El aristócrata Alexis de Tocqueville fue un pensador, jurista, político e historiador precursor de la sociología clásica y uno de los más importantes ideólogos del liberalismo. Afirmó que «democracia y socialismo sólo tienen en común una palabra: igualdad. Pero nótese que mientras la democracia busca la igualdad en la libertad, el socialismo la busca en la limitación y la servidumbre» y, premonitoriamente, que «la igualdad produce, en efecto, dos tendencias: una que conduce a los hombres directamente a la independencia y puede empujarles de repente a la anarquía, y otra que les conduce, por un camino más largo y más secreto pero más seguro, a la servidumbre». La cita que reproduzco a continuación no puede estar más de actualidad entre nosotros, pese a haberse escrito en el siglo XIX: «Cuando el gusto por el poder y la incompetencia se reúnen en un mismo individuo, su voluntad de triunfar le hacer perder su probidad: cree ser el mejor y se pone a hacer trampas. Apoyándose en los débiles de entre los que ha surgido, sustituye la desigualdad en libertad por la igualdad en la mediocridad y la originalidad de pensamiento por el conformismo intelectual». No hace falta que señale a quién puede aplicarse hoy en España el diagnóstico de Tocqueville. También esta está hoy de actualidad: «A medida que las condiciones se van igualando y cada hombre en particular se hace más semejante a todos los demás, más débil y más diminuto, se adquiere la costumbre de dejar de considerar a los ciudadanos para sólo tomar en consideración al pueblo; se olvida a los individuos para soñar únicamente en la especie».

El lector habrá advertido que he querido limitarme a reproducir textos originales de los dos pensadores sin tener la osadía de añadir nada de mi cosecha que pudiera haberlos desvirtuado; de haberlo intentado, hubiera pretendido ponerme a la altura de Chantal Delsol, una pretensión –inútil decirlo– vana y temeraria.

Me gustaría pensar que las citas que me he limitado a reproducir en este artículo suscitarán interés en muchos lectores e impulsarán a más de uno a familiarizarse con el pensamiento de dos grandes intelectuales defensores a ultranza del liberalismo, en el mejor y primitivo sentido de un término que España aportó al mundo.

  • Melitón Cardona es diplomático, ministro plenipotenciario jubilado