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TribunaJosé F. Martín Cinto

La ley del aborto

Sólo queda seguir luchando y esperando que la cordura mueva nuevamente los corazones, que parecen totalmente dormidos, en un tema vital para nuestra sociedad y por extensión para todas las sociedades del mundo

El nueve de febrero de 2023ees un día muy triste para España, después de conocerse que el Tribunal Constitucional avala la ley del aborto aprobada por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero en el año 2010 y recurrida ante este Tribunal por el Partido Popular en esas mismas fechas. Como dice el secretario de la Conferencia Episcopal Española, don Francisco César García Magán, es un día triste para la sociedad española, que se permita a la mujer interrumpir el embarazo hasta la semana 14 de gestación.

Este Tribunal Constitucional, de mayoría progresista y presidido por el señor Conde Pumpido, ha decretado a los pocos días de estudiar un recurso del Partido Popular, que llevaba pendiente en ese Tribunal más de doce años sin resolver, que sólo se protegerán los derechos de los ya nacidos y no a los todavía no nacidos, pero que son tan seres humanos como los ya nacidos. Hace ya más de treinta y cinco años de la primera aprobación de una ley de regulación del aborto por el Tribunal Constitucional. Desde entonces, a nivel oficial y también desgraciadamente en la calle, se han centrado las discusiones en los derechos y libertades de las mujeres embarazadas y de los derechos que pueda tener el no nacido, pero dejando totalmente de lado la realidad, que no es otra que el aborto lisa y llanamente es un asesinato.

No soy médico y por tanto tampoco soy ginecólogo, pero soy científico y por toda la exhaustiva documentación al respecto, no cabe la menos duda que desde el primer instante de la concepción existe un nuevo ser humano con un ADN absolutamente nuevo e irrepetible que, como consecuencia primera de su desarrollo, tiene que vivir durante unos nueve meses en el seno materno, no teniendo la mujer embarazada derecho alguno para acabar con esa vida, porque, como dicen las abortistas, pueden hacer con su cuerpo lo que quieran, ya que no es parte de su cuerpo la criatura, sino una persona totalmente independiente que de acuerdo con el sistema de desarrollo de los humanos es necesario permanecer en el seno materno unos nueve meses, es decir y de una manera un poco brusca, es como si el seno materno fuera un habitáculo imprescindible para poder desarrollarnos los primeros nueve meses de nuestra vida, que por otra parte me parece maravillosa esa prerrogativa exclusiva de la mujer en el desarrollo de los seres humanos.

Durante bastantes años tuve la oportunidad de poder participar en los grupos que, estando delante de clínicas abortivas, tratábamos de hablar con esas mujeres que, desesperadas y sin esperanza, se acercaban pidiendo el aborto. Les explicábamos bien su situación y no sólo eso sino que poníamos a su disposición tanto información veraz y real de su situación como todo tipo de ayudas según cada caso, ya que siempre las tratábamos de manera particular y con un inmenso cariño, pues estaban nada menos que participando en traer una nueva vida al mundo. Muchas de estas mujeres son hoy en día testigos principales que afirman una y otra vez lo agradecidas que están por haber podido contribuir a no caer en ese disparate del aborto que, como dije al principio, no es otra cosa que un asesinato a una persona humana irrepetible.

Es lamentable en general la actitud de nuestros compatriotas, contemplando con total pasividad la situación y dando por hecho que es irreversible al llevar más de treinta años con la lacra del aborto; somos el país con menos hijos por matrimonio o por parejas en prácticamente todo el mundo. Hace pocos días cayó en mis manos un dato muy preocupante relativo a los nacimientos en España: en el año 2022 nacieron en nuestro país 337.000 niños, que es la cifra más baja registrada desde la década de loa años cuarenta. A su vez y por el lado contrario, los datos del año pasado reflejaron oficialmente más de 90.000 abortos en nuestro país, a los que sin duda hay que agregar los innumerables abortos muy al principio, que no quedan registrados en ningún sitio.

La pregunta es: ¿cómo es posible que hayamos llegado en esta sociedad a no tener ningún respeto por el embrión humano?, porque, por otra parte, nos llenamos de leyes que protegen las injusticias sociales, la discapacidad, el maltrato a la mujer, el maltrato animal, etc., y, sin embargo, el embrión humano parece no merecer respeto alguno. Hemos llegado a tal absurdo que a los que apostamos claramente por la vida se nos prohíbe aconsejar a una pobre mujer embarazada, que antes de abortar pueda ver la criatura a través de una ecografía de última generación, argumentando que puede ser dañina para la madre. Creo sinceramente que una mujer en trance de abortar nunca debe hacerlo en solitario y menos sin tener la oportunidad de una completa información al respecto.

Mostrar a una mujer la realidad del aborto y enseñarla y aconsejarla en todos los aspectos es lo mínimo que se tiene que exigir para que una mujer en esa situación pueda tomar después una decisión libremente y por sí misma.

Como cristiano y sabiendo que Dios, en su infinito amor, es el autor de la vida, no puedo entender que haya católicos, que además suelen ser practicantes, que ante situaciones de este calibre prime en su interior el que dirán, antes que respetar profundamente la vida tan frágil y maravillosa de un no nacido.

Termino remarcando que el Tribunal Constitucional ha definido que sólo protege los derechos de los nacidos y que siendo una prioridad para tan alto Tribunal, ser garante de nuestros derechos y entre ellos el de la vida, a partir de ahora no protegerá el derecho de los no nacidos. Sólo queda seguir luchando y esperando que la cordura mueva nuevamente los corazones, que parecen totalmente dormidos, en un tema vital para nuestra sociedad y por extensión para todas las sociedades del mundo.

  • José Fernando Martín Cinto es licenciado en Ciencias Físicas