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TribunaGonzalo Ortiz

Insólito viaje de Petro

Quizás Sánchez haya querido con esta visita captar el voto de los 65.000 colombianos que viven en España, muchos de ellos con pasaporte español

La visita del presidente de Colombia a España ha sido insólita y ha terminado de forma abrupta con el plantón de Petro a los empresarios españoles, al parecer, por una indisposición médica. Como insólita ha sido la calurosa bienvenida en sede parlamentaria de Meritxell Batet, que hacía votos para que Colombia «alcance por fin la paz, con un logro efectivo». Petro no es el primer presidente de izquierdas de Colombia porque ya lo fueron César Gaviria o Ernesto Samper, pero sí el más dispuesto a atacar a España y achacar los males de su país al «yugo español y al régimen de producción esclavista».

En 2016 el presidente Juan Manuel Santos, anunciaba la firma del «plan de paz definitivo 'con las FARC'. A cambio de entregar sus armas, se reconocía a sus dirigentes un cupo de escaños en el Congreso nacional y se dejaban sin castigo los crímenes perpetrados por esa organización» (unos 250.000 muertos entre 1958 y 2017 y miles de secuestros). La violencia política en Colombia se había iniciado en 1948 con el llamado «bogotazo», a resultas del asesinato de un político de la oposición, Jorge Eliecer Gaytán, chispa a la que asiste un joven Fidel Castro, polo de la revolución y del populismo comunista en Iberoamérica. Y desde esa fecha la violencia, de una forma y otra, no ha abandonado a Colombia. Las guerrillas se enfrentan al ejército regular que combate el narcotráfico (cartel de Medellín, con el conocido traficante Pablo Escobar) y pervive de forma intermitente hasta nuestros días. El acuerdo conseguido por el presidente Santos, Premio Nobel de la Paz, fue rechazado en referéndum, pero consiguió imponerse por la puerta de atrás. Dicho acuerdo no fue aceptado por facciones de las FARC, ni por otros movimientos guerrilleros como el ELN, el EPL, o el Movimiento 19 de abril.

¿Quiénes son los amigos de Petro? los gerifaltes de las revolución cubana, nicaragüense y bolivariana en Venezuela, (en ellas sí hay una dialéctica de «señores feudales y siervos») y por extensión los gobiernos que hoy dominan el panorama político latinoamericano en Méjico, Brasil, Argentina y Chile. ¿Quiénes son los enemigos de Petro? Indudablemente, el siempre denostado «imperialismo norteamericano», más los presidentes conservadores de Ecuador, Uruguay o Paraguay, próximos a Washington. En este grupo de «enemigos» habría que incluir a la presidenta de Perú, Dina Boluarte, que aunque con orígenes muy izquierdistas habría «usurpado» el poder al descabalado Pedro Castillo. Otro de los enemigos de Petro es Juan Guaidó, reconocido en 2021 por 52 países como presidente constitucional de Venezuela, que recientemente llegó a Colombia de forma subrepticia, y que a punto estuvo de ser «repatriado» para ser entregado a Maduro.

«Dime con quién andas y te diré quién eres», la relación del actual Gobierno de coalición es muy cálida, y ha multiplicado los gestos de amistad con Gustavo Petro. A la toma de posesión en agosto de 2022 enviaron al Rey, que fue desairado con una pintoresca procesión de la espada de Bolívar. Unos días después visitó Colombia el presidente del Gobierno y se han multiplicado los abrazos efusivos entre compadres, como el que dispensaba en sede parlamentaria el otro día Gustavo Petro a Irene Montero. Para hablar ¿de qué? El «proceso de paz» continúa inacabado, y tras 9 meses en el poder, Petro no ha cosechado éxitos reseñables (acaba de despedir a 7 de sus 19 ministros). Por eso, durante la visita se ha hablado de retomar el proceso de paz (España aportaría un millón de euros adicionales). Petro solicitó expresamente a España que ayude en la Unión Europea a sacar al grupo guerrillero ELN de la lista de organizaciones terroristas.

Para el viaje de Sánchez el próximo 12 de mayo a Washington, esta visita no aporta nada, a lo sumo suspicacias del Gobierno norteamericano. Colombia ha pasado de ser el aliado fiel y seguro de Norteamérica en la lucha contra el narcotráfico, a apoyar la agresión de Putin a Ucrania. Y es mala política dejar sin castigo crímenes contra la humanidad como los cometidos por las FARC, que no sólo consiguieron impunidad sino que fueron incorporados a las instituciones. Los países deben ser fieles a sí mismos y al respeto de la ley. Lamentablemente la guerrilla de las FARC (y las otras) no aportan lecciones de heroísmo o patriotismo, sino de terrorismo financiado por el narcotráfico.

Los países iberoamericanos se enfrentan a un auge del indigenismo que supone la demonización de su pasado español. Pero la realidad histórica, es que fueron los criollos, aquellos que encabezaron el movimiento libertador, los que trataron mucho peor a los indios que la propia Corona española. Reconocer la riqueza y potencialidades del mestizaje español e indígena es condición clave de su futuro y para reconciliarse con su propia historia.

El presidente colombiano recibió del Congreso de Diputados una gran ovación de la mayoría de la Cámara (sólo se ausentó Vox), dos días después de haber criticado severamente el pasado español. Lo que es lamentable, porque nadie respeta al que no se respeta. Quizás Sánchez haya querido con esta visita captar el voto de los 65.000 colombianos que viven en España, muchos de ellos con pasaporte español. Petro, para esconder la frustración que le produce el momento político colombiano, declaraba a la directora de El País, Pepa Bueno, que «hay que movilizar a la calle y salir a las barricadas». Pero por esa vía no se va a ninguna parte, como tampoco Mao consiguió nada con los «guardias rojos» durante el infausto período de su «revolución cultural proletaria».

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España