Nunca el cinismo en política llegó a tales niveles como con Sánchez
Si a Sánchez le parece indecente que Bildu lleve a etarras en sus listas, si Sánchez dijo que nunca pactaría con ellos, y pactó en cuestiones esenciales, ¿a qué viene ahora esos escrúpulos de conciencia?
Uno de los recursos más frecuentes al que recurre el entorno del presidente Pedro Sánchez para justificar sus actos es rebuscar a ver si encuentra algo parecido que hiciera la derecha durante sus etapas al frente del Gobierno. Es un argumento pobre, pues cae por su base y que contradice el resto del discurso: ¿cómo va a ser bueno si lo hizo la derecha? ¡Ah, pero en este caso vale para justificar sus propios actos! Y la rebusca da resultado, sobre todo si se manipula adecuadamente. Veamos algunos ejemplos: si Aznar tuvo el lapsus de referirse a ETA con la propia denominación que ésta se daba; es decir, «Movimiento de Liberación Vasco», eso se convierte en un reconocimiento específico de que se admite que era tal. Y ya está. Y cuando se colocan medallas a Zapatero como el que logró el fin de ETA y el subsiguiente fin de la política de dispersión de sus presos se obvian detalles fundamentales. El primero de todos es que el reparto de los etarras por todas las cárceles de España fue obra del ministro de Justicia del PSOE Enrique Múgica, quien en 1991, afirmara que hablar de la posible reinserción de presos de ETA condenados por delitos de sangre es «hacer el juego a la paranoia terrorista». Y agregó que la política de dispersión de los presos de ETA estaba dando resultados y afirmó: «Da la impresión de que las últimas acciones de las gestoras vascas en apoyo de la inmovilidad de los presos acusados de terrorismo están cargadas de nerviosismo, lo que confirma la eficacia de la política de dispersión establecida por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias». Mira tú por dónde.
Cierto que el PP también acercó al País Vasco a presos de ETA, pero en ese caso hay una diferencia: esos actos no formaban parte de un pacto o acuerdo con los antecesores de Bildu, como contravalor o precio a cambio del apoyo al Gobierno. Hay pues, una diferencia substancial. Claro que, en esto de buscar antecedentes para ampararse, en ocasiones los edecanes de Pedro Sánchez han corrido ciertos riesgos, como cuando en la procura de estribos sobre indultos del PP, estuvieron a punto de invocar los que Aznar otorgó al ministro Barrionuevo y al secretario de Estado Vera, por el asunto de los GAL y el secuestro de Segundo Marey, para sostener la licitud de los condenados por sedición del llamado «procès». Y en este revoltillo todo vale. Cierto que en Alava, el PP llegó a acuerdos con Bildu dentro del ámbito municipal en cuestiones ordinarias de dicho espacio, en asuntos locales en beneficio del vecindario. Cierto es. ¿Pero es comparable ese tipo de acuerdo con los pactos de Estado con quienes quieren destruirlo y salirse de él, como tantas veces han proclamado y, sobre todo, cuando ese acuerdo lleva cesiones concretas como la definitiva concentración de los presos de la banda, que se combina con la cesión de las prisiones, a otro consocios, el PNV, con capacidad para facilitar la progresiva salida de los etarras? Ni Bildu ha condenado las acciones de ETA, ni se han dado paso alguno para que se aclaren los más de 300 asesinatos impunes o los cientos de estragos causados, incluyendo en el primer caso el de los tres jóvenes gallegos, secuestrados, torturados y desaparecidos, cuando los confundieron con guardias civiles.
Nunca el cinismo, habitual en la política, alcanzó tales niveles, como ahora que tras decir con énfasis que «no es no y nunca y nunca, si quiere se lo repito cien veces» o que «pactar con Bildu es una línea roja infranqueable y los socialistas somos de fiar», se pacta, se arregla y se mira para otro lado. Y la pregunta es bien sencilla, si a Sánchez le parece indecente que Bildu lleve a etarras en sus listas, si Sánchez dijo que nunca pactaría con ellos, y pactó en cuestiones esenciales, ¿a qué viene ahora esos escrúpulos de conciencia? Los de Bildu son los de siempre, y como dice Arnaldo Otegui, pactar con Sánchez ha sido la gran ocasión para alcanzar sus objetivos. Y esos ya los conocemos.
- Fernando Ramos es periodista