Fundado en 1910
TribunaJaime Rocha

Veinticinco años de paz en el Ulster

No fue igual la lucha contra el IRA que contra ETA

Los gobiernos españoles de la democracia desecharon, desde el primer momento, hacer algo similar a lo que hizo el británico en Irlanda del Norte: mandar a las Fuerzas Armadas a luchar contra los terroristas del IRA

Tampoco siguieron el ejemplo de la primera ministra británica Margaret Thatcher cuando, ante la muerte de unos terroristas del IRA en Gibraltar, eximió a sus policías de cualquier responsabilidad diciendo: «A esos terroristas los he matado yo».

España, los españoles, hemos sufrido durante décadas la amenaza permanente de unos pistoleros, matones a sueldo de una causa inventada por Sabino Arana, político y escritor, católico y carlista, fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en los últimos años del siglo XIX. Arana se radicalizó influido por su hermano Luis y en diversas publicaciones estableció las bases del nacionalismo vasco independentista:

- Considera que el catolicismo contribuye y justifica los fines independentistas, como elemento constituyente y esencial de la raza vasca: «Si los vascos no fueran católicos, renegaría de mi raza. Sin Dios no queremos nada.»

- El elemento étnico es, para Arana, de gran importancia identitaria y diferenciadora respecto a la raza española a la que ve como «…descreída, corrupta, inmoral y degenerada siendo por tanto inferior a la raza vasca. Los «maquetos» son la encarnación de los males.»

Si Arana levantara la cabeza se llevaría un tremendo disgusto. Según publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2017, en el País Vasco, los apellidos más comunes son: García con gran diferencia en las tres provincias, seguidos de Martínez, Rodríguez y López.

ETA nace en 1958 tras la expulsión de jóvenes del PNV. Comete su primer asesinato en 7 de junio de 1968 y el último el 16 de marzo de 2010. El saldo de víctimas de ETA es de ochocientos cincuenta y seis (856) asesinatos, de los que veinte eran menores de edad, dos mil quinientos noventa y siete (2.597) heridos y ochenta y seis personas secuestradas de las que diez fueron asesinadas.

Por el lado terrorista las muertes eran de muy diverso origen: 39 muertos mientras preparaban explosivos para utilizarlos en atentados; 25 muertos por suicidio o muertes no aclaradas; 91 muertos en enfrentamientos con la Ertzaintza, Guardia Civil, Policía Nacional y Gendarmería Francesa, 4 muertos por el Batallón Vasco Español (BVE), y 6 muertos por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL). Asesinados por ETA 6 muertos. Total, etarras muertos 130.

Los etarras se denominaban a sí mismos como «gudaris», es decir, guerreros o soldados, y consideraban su lucha armada como una «guerra contra el ejército invasor», cuando la realidad no pasaba de ser un grupo terrorista que mataba por la espalda, nada de enfrentamientos cara a cara con los supuestos invasores. Mataban, cuando su seguridad no peligraba, mediante tiros por la espalda o bombas situadas en coches o edificios, activadas a distancia y con su vía de escape bien asegurada.

No fue así en el Ulster donde proliferaron los grupos terroristas: Ejército Republicano Irlandés (IRA); Fuerzas de Voluntarios del Ulster (UVF), definido con el «ejército protestante secreto»; Fuerzas de Voluntarios Lealistas (LVF) grupo paramilitar protestante; Ejercito Nacional de Liberación Irlandés (INLA), grupo católico escindido del IRA; Asociación para la Defensa del Ulster (UDA), grupo paramilitar protestante; Consejo Armado de Continuidad (CAC), grupo extremista católico. Tres grupos terroristas por cada parte, más el Ejército británico, lo que era prácticamente una guerra civil. Nada comparable al terrorismo etarra.

En mis novelas he narrado algunas acciones del CESID en la lucha contra el terrorismo etarra, pero hubo otras, muchas, que propiciaron su derrota.

Es conocida la heroicidad de Mikel Lejarza, el Lobo, infiltrándose en la organización criminal ETA político militar y propiciando su derrota, pero hubo muchos más infiltrados tanto de la Policía Nacional como de la Guardia Civil y el propio CESID.

Y no solo infiltrados, los servicios de inteligencia españoles, tras los años más duros del terrorismo, precisamente durante los comienzos de la Transición Política Española, del año 1978 al 1980 en el que cometen casi cien asesinatos por año, se despliegan en las Vascongadas controlando las comunicaciones y los movimientos de los etarras, legales o ilegales, de su paso por las mugas a Francia e incluso de su suministro de armas, explosivos e incluso sus finanzas. Se desmantelan, entre otros, los arsenales de Bidart, Bayona y Hendaya (Sokoa) donde tenían misiles Sam 7 de fabricación rusa.

Comienzan una serie de atentados fallidos con bomba, en las que las víctimas mortales son los propios etarras, víctimas de su inexperiencia, o del mal estado de los explosivos o vaya usted a saber qué causas. Como dicen los «primos» del Mossad: «It´s never an accident». Llegan a sumar treinta y nueve muertes accidentales y cada vez era más difícil encontrar voluntarios para ese «trabajo». En uno de estos atentados fallidos muere el máximo experto en explosivos con que contaba la ETA en 1994, mientras se disponía a colocar una bomba en el Gobierno Civil de Vitoria. A partir de ese accidente la banda terrorista no encuentra voluntarios para ese «trabajo».

A esto hay que sumar veinticuatro suicidios en cárceles de España y Francia o muertes sin aclarar, noventa muertes en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad españolas y francesas y seis asesinados por la propia organización como Yoyes, asesinada delante de su hijo de tres años por el etarra Antonio López Ruiz, Kubati, como se ve de apellidos claramente euskaldunes, uno de los muchos «maquetos» que se unieron a ETA para hacerse perdonar su origen español.

Los jóvenes españoles apenas tienen un leve recuerdo de lo que fue la ETA y desde luego desconocen sus numerosos crímenes. Personalmente pienso, con el poeta español Ruiz de Santayana, que «un pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo».

Toda generación debe ser educada a través de la historia, porque quien no aprende de su pasado tiene altas posibilidades de repetirlo, pero de la historia verdadera, los hechos ocurridos y probados, no las historias inventadas.

Hay un objetivo claro y definido en mis libros: que la sociedad española conozca a su servicio de inteligencia, en aquella dimensión que sea prudente, contando hechos reales ocurridos hace más de treinta años, obviando personajes protagonistas y datos concretos que deban ser preservados, pero también son una crónica de la historia de esos años y en eso trato de ser muy riguroso.

Han pasado más de treinta y cinco años y solo quienes vivimos aquellos años como adultos tenemos memoria de lo que fue la ETA, pero es una realidad que no debe olvidarse, para no ser repetida.

  • Jaime Rocha es capitán de navío y escritor