El guantazo en la cara del otro
En estos tiempos de tanta consulta popular (parecemos Suiza) parece que algunos también están recibiendo su guantazo en diferido
Existe un consenso galáctico y universal que desciende hasta lo nacional, provincial y alcanza hasta la más recóndita pedanía con asfaltado pendiente, de que toda mala acción merece un castigo. Aunque luego no se produzca o llegue demasiado tarde, en cuyo caso lo mismo ya no es ni castigo (como ocurre con la justicia que llega tardía). Porque si el castigo es mínimo o demasiado pospuesto es imposible la reparación del daño infligido.
Lo que este principio tan sentado no deja claro es en qué dirección debe ir el castigo, o sea «a quién le cae». Lo lógico sería que al infractor, el malo de la película, vamos. Pero no siempre es así. Acuñada está la frase de: «La torta que era para Ginés la han dado en mi cara».
Por poner un ejemplo, el de los chavales menores de edad (importante puntualización) que, ante el riesgo de caer en aburrimiento, actúan con decisión pegando fuego a una bonita casa que con tiempo, dinero y esfuerzo un notario de Zaragoza se había construido en Jaca (Huesca).
A la vista de las fotos –antes y después– está claro que el propietario dejó «algo de él» en ese sitio; desarrolló un sueño y creó un lugar de solaz y recreo. Los chavales pensaron que era mejor darle otro destino a esa construcción, aparte de beberse el vino. Por mucho resarcimiento que consiga el propietario con la sentencia condenatoria no le van a devolver lo perdido en lo material, efectivo, tiempo, recuerdos…
La multa, que habrán de pagar los padres (por ser menores de edad) es de aproximadamente medio millón de euros. Pues hete aquí que se les antoja como excesiva y que hay un afán de lucro. Hay que tener poca vergüenza. Se puede entender el cabreo de los padres por los actos de sus hijos gamberros; también está claro que reciben un guantazo en su cara por un mal que no han hecho, pero va en el contrato de padres enorgullecerse de los logros de los hijos y asumir estos momentos tan obtusos. De paso, una disculpa pública al afectado tampoco iría mal.
En estos tiempos de tanta consulta popular (parecemos Suiza) parece que algunos también están recibiendo su guantazo en diferido. Simplemente por llevar una matrícula de partido que malogra su buena gestión por las andanzas de sus «mayores». El listado de trapisondas ahí está y era muy ingenuo pensar que en las pasadas elecciones (probablemente también en las próximas) no se pagara por ello. Lo dicho, el tortazo en la cara del otro.
Los padres, ya sabemos, intentemos educar bien a la chavalería; por ellos mismos, por nosotros y por la sociedad. De hecho, lo hacemos. Aunque siempre sale algún rebelde que lo puede poner todo patas arriba.
Y en la res publica pues parece que algo parecido. Hay que estar vigilantes con quien empieza a despuntar o va apuntando maneras porque, cuando menos te lo esperas o por una moción de censura, llega alguno al poder, se viene arriba y comienza una suma de sucesos y acontecimientos desafortunados que dañan al causante, pero dañan mucho más a los que estaban ocupados en las cosas que, de verdad, mantienen de pie a este país cada día.
Este mensaje, como pueden entender, no va dirigido a nadie en concreto.
A ver qué ocurre el 23-J.
- Tino de la Torre es empresario y escritor