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TribunaIgnacio Catalá

La reflexión del Tinell

PP y Vox deben comenzar a asumir que aquello que les une es más que lo que les separa, y que se llama España

Actualizada 10:09

Los partidos aquí firmantes (PSOE, ERC, IU-V) se comprometen a impedir la presencia del PP en el Gobierno del Estado y renuncian a establecer pactos de gobierno y parlamentarios. La literalidad de esta frase se encuentra en el texto del Acuerdo para un Gobierno Catalanista y de izquierdas de 2003, comúnmente conocido como Pacto del Tinell, y sintetiza la decepción de los votantes de derecha el pasado domingo y la euforia de todos los demás.

Pese a que el PP logró una victoria de 137 escaños y sus votos sumados a los de Vox y UPN supera los once millones, lo más probable es que la derecha no gobierne. El sanchismo se caracteriza por alumbrar situaciones novedosas, antes inimaginables, cuyo único vector de unión es que favorecen la posición, el poder y el tacticismo de Pedro Sánchez. Desde sus nombramientos de magistrados del Tribunal Constitucional a sus decretos-leyes, pasando por la moción de censura, gran parte de su acción se basa en golpes de efecto que desbordan la imaginación de sus contrincantes, obligados a actuar en un marco de juego en el que el presidente parte con ventaja.

Por ello, quien comenzó bloqueando un país (no es no, ¿qué parte del no, no han entendido?) acabará gobernándolo en el otoño gracias a una suma excéntrica de partidos (sólo Sumar son catorce) cuyas diferencias ideológicas, rencores personales e incompatibilidades programáticas palidecen ante su principal objetivo: evitar que gobierne la derecha.

El panellet final para este plan ha sido el voto de los españoles residentes en el exterior que entregó un último diputado al PP de Madrid convirtiendo en imprescindible el voto afirmativo de Puigdemont y sus delegados comerciales en el Congreso de los Diputados. Hoy, la gobernabilidad de España depende de un tipo que se fugó en el maletero de un coche.

Aun así, todos los partidos que conforman el Frankenstein están dispuestos a echar pelillos a la mar con tal de reeditar el espíritu del Tinell frente a una derecha que en la actualidad posee la mayoría del poder territorial en España, pero que ve cómo la división de su voto y la ley electoral le impiden alcanzar una fuerza capaz de superar la calculadora de Sánchez.

Y mientras esto sucede, los militantes del PP y Vox siguen en shock y vociferando; el cruce de reproches mutuos ha sido constante y bilateral. Sin embargo, esta actitud tan humana de gritar y echarle la culpa al marco de la puerta cuando de noche te golpeas el pie, no puede sino acabar en la melancolía y, lo que es peor, en la inutilidad. Los errores al aceptar marcos ideológicos woke, las lonas con mensajes adolescentes o la falta de unidad en la gestión de los pactos autonómicos, son ya algo irrelevante.

Lo único que importa en los tiempos que están por venir es que las dos fuerzas mayoritarias de la derecha acometan una profunda reflexión sobre la gravedad del momento y la necesidad imperiosa de que ambos partidos se conviertan en instrumentos de utilidad para la sociedad, no en fines propios. Mientras el Tinell se reedita bajo la dirección del político menos escrupuloso que ha tenido España en décadas, PP y Vox deben comenzar a asumir que aquello que les une es más que lo que les separa, y que se llama España.

  • Ignacio Catalá es administrador civil del Estado y diputado del PP en la Asamblea de Madrid
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