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tribunaJavier Rupérez

El ejemplo de Bill Richardson

No faltaban los medios de comunicación que en términos coloquiales se referían a él como el «Indiana Jones de la diplomacia»

Conocido y apreciado miembro del Partido Demócrata, el que fuera embajador de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas los años 1997 y 1998, Bill Richardson, ha fallecido a los 75 años. Hombre de múltiples quehaceres y variadas ocupaciones, fue secretario de Energía en el Gabinete de Bill Clinton entre 1982 y 1986 tras haber ocupado un escaño en la Cámara de Represeentantes en representación del Estado de Nuevo Méjico entre 1982 y 1996. Fue gobernador de Nuevo Méjico entre 2003 y 2007, antes de concurrir sin éxito en 2008 a la candidatura presidencial de su partido. Retirado de la política activa en los últimos años de su vida, adquirió un gran prestigio político y diplomático al dedicarse activamente al rescate de personas retenidas por regímenes dictatoriales en países como Corea del Norte, Cuba, Irak, Sudán e incluso Rusia, de donde recientemente había conseguido la repatriación del súbdito americano Britney Groner, encarcelado por sospechas de drogadicción. Richardson había fundado el «Richardson Center for Global Engagement», con el propósito de favorecer políticas mundiales guiadas por la negociación y la concordia. Había sido cuatro veces propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz. No faltaban los medios de comunicación que en términos coloquiales se referían a él como el «Indiana Jones de la diplomacia».

De origen hispano, manejaba el español como la misma soltura que el inglés y tenía a gala mostrar y recordar sus orígenes neomejicanos. Tuve el placer de conocerle durante mi tiempo como embajador en Washington y tanto mi mujer Rakela como yo mismo mantuvimos con él con una larga y fructífera amistad. De sus favorables inclinaciones hacia lo español fueron excelentes testigos el entonces Príncipe de Asturias, y el Presidente del Gobierno, Jose María Aznar, que visitaron Nuevo Méjico en aquellos años, tanto en Alburquerque, donde recientemente se había abierto un amplio Centro Cultural Hispánico, como en la capital del Estado, Sante Fe, uno de los testigos mas contundentes y expresivos de la presencia española en los Estados Unidos.

Bill Richardson fue uno de los mas activos y perspicaces portavoces de la proximidad hispano-norteamericana, incluso en los tiempos cuando el Partido Demócrata ya no ocupaba la Casa Blanca. Era una persona próxima y entrañable, inteligente e ilustrada, para el que la política consistió en un servicio de plena dedicación al ciudadano. Rakela, mi mujer, y yo, e incluso nuestra entonces infantil hija Laura, a la que trataba con paternal afecto cuando visitaba nuestra residencia en la Calle 16 de Washington DC, tendremos siempre para él un afectuoso recuerdo. Muy similar al que en estos momentos le están dedicando los medios americanos de comunicación y los ciudadanos del país. Descansa en paz, Bill Richardson, y que tu ejemplo sirva de guía para todos aquellos que en cualquier parte del mundo trabajan para conseguir un mundo en paz y en libertad.

  • Javier Rupérez es embajador de España