El feminismo bajo la perspectiva del cambio técnico de largo plazo
El beligerante feminismo que despliega sus alas empopado y empoderado por un revanchismo ruin y oportunista será barrido, en el largo plazo, por el progreso técnico
En el largo plazo, lo que cuenta decisivamente para la Humanidad es el proceso de cambio técnico-tecnológico secuenciado en fases de invención/descubrimiento, innovación y difusión. En el largo plazo, vivimos conforme a revoluciones técnico-tecnológicas independientemente de revoluciones políticas. El papel de las ideologías sin ser nulo es secundario en tanto motor histórico. El feminismo, ideología político-social, no es excepción. Por muy jactancioso, hegemónico, deshumanizado, invulnerable, excesivo y dominador que parezcan en el tiempo presente discurso y praxis feministas, especialmente en los países occidentales, no se impondrán en el largo plazo. No porque sean antinaturales, que también, sino porque el progreso técnico barre todas las ideologías: son su consecuencia, no su causa.
Desde esta perspectiva, no es la convicción de que el liberalismo filosófico (de derechas, por así decir) de vieja raigambre judeo-cristiana, sea superior al materialismo dialéctico (asimismo de origen judeo-cristiano) lo que hace de mí un conservador casi reaccionario, escéptico y pesimista político sino el convencimiento inalterable de que el papel de las ideologías, sin ser nulo, es secundario en tanto motor histórico de largo plazo. Sin embargo, soy consciente, las personas viven en el corto plazo histórico y en su intervalo temporal la ideología juega cierto papel. No obstante, toda vez que las olas de fondo de la civilización las impulsa el progreso técnico lo que la ideología desplaza circunstancialmente lo vuelve a colocar el cambio tecnológico en la trayectoria de tendencia larga.
Cuando se analiza objetivamente, se observa que en el feminismo sectariamente beligerante no hay el mínimo interés por el ser humano (llamado a veces Homo sapiens) que, debería saberse, es de genero epiceno, incluye hombres y mujeres. El feminismo deshumanizado y cruelmente cainita (¿hay otro?) se ha subido a la ola del relativismo banal, aprovecha la actual falta de perfeccionismo y rigor (leer los textos de las conspicuas teorizantes del feminismo provoca sonrojo ajeno), exponiendo sin rubor a plena luz del día su infantil narcisismo, su finalidad equívoca centrada cada dos por tres en sistema hormonal y aparato genital femenino, agarradas las susodichas feministas a una forma de hacer política henchida de inarticulada dramaturgia, chantajista y falta de autocrítica, que es, finalmente, polimorfismo de la plebeyez chillona. Y conscientes oportunistamente del rápido éxito mediático, profesional, social y financiero que pueden alcanzar a poco que utilicen astutamente el agravio comparativo que, supuestamente, les infligen hombres y mujeres más aptas y competentes. Pero, por dignidad, a pesar de sus aptitudes y competencias superiores, o precisamente por ello, sin voluntad, ni instinto, ni astucia barriobajera para servirse de los codos y del mantra de la militancia feminista política y socialmente oficializada.
Al Homo sapiens (hombres y mujeres, quedó dicho) debemos anticonceptivos, agua corriente y electricidad a domicilio, escolarización, productos estándar de higiene íntima femenina, electrodomésticos y robots domésticos, automóviles, distribución comercial integrada, comunicaciones, transportes públicos y acceso al mundo laboral que contribuyeron en conjunto a la liberación e independencia de la mujer más que toda la militancia histórica de sufragistas y feministas. Por mucho que les pese a profetas de circunstancia e ideólogos que creen cambiar el mundo con reiterativas soflamas revolucionarias (no solo de izquierdas también las derechas siembran mucho ruido ideológico inútil) en el largo plazo la forma de vivir no depende de consignas progresistas o reaccionarias –por utilizar términos tan imprecisos como vacuos– sino del cambio tecnológico.
Cada salto tecnológico acarrea aplicaciones útiles, aplicaciones dudosas y aplicaciones abusivas, pero la confluencia previsible de inteligencia artificial, ingeniería genética, bioquímica y redes cuánticas inducirá una revolución cultural como nunca se ha visto. En el largo plazo, el papel de los ideólogos/as será muy modesto. También el de las ideólogas feministas y otras falacias de género/ sexo aunque les cueste aceptarlo. Es el progreso técnico el que determina el tipo de ideología de cada época al tiempo que las innovaciones decisivas conforman el núcleo intelectual de la civilización recubriéndolo de una nueva capa que se superpone a las anteriores –sin petrificarlas completamente– de tal forma que no es descabellado suponer que en un futuro relativamente cercano (menos de cincuenta años) los humanos dejarán las decisiones sociales –políticas, legales, económicas, etc.– en manos de máquinas dotadas de inteligencia artificial autoreferente y sobrada capacidad de cálculo sin posibilidad de error inducido por sesgos emocionales, en los que tan frecuentemente incurre el feminismo (aunque no solamente el feminismo).
Lo que llamamos periodos históricos son, simplemente, acontecimientos secuenciados por el progreso técnico. Desde los silogismos a los números primos pasando por la electricidad y los horarios precisos reloj mediante, no hay más Historia, con H, que lo que el progreso técnico va sembrando en su decurso. La escritura es el hito técnico que separa la Historia de la Prehistoria. Para llegar a la escritura se necesitaron transformaciones técnicas, no ideológicas. Vistas con perspectiva actual, qué ridículas y desfasadas, como de colgados, nos parecen las controversias respecto a la Guerra de Vietnam que tanta saliva nos hicieron gastar en nuestra inconsciente juventud ¿De qué les sirvió a los norvietnamitas la larguísima y cruenta guerra? Lo que está cambiando su forma de vivir no es el marxismo-leninismo ni tampoco el capitalismo sino el progreso técnico importado de países ayer enemigos. Lo del viento de la Historia aplicado a las ideologías en tanto motores determinantes en el largo plazo se parece a las escobas voladoras de las brujas: pura fantasía.
La Historia de la Humanidad es la historia del progreso técnico. El resto son batallitas, acontecimientos, narraciones, fechas. El resto son superficiales apariencias, a veces imposturas, que cabalgan la ola centenaria de los cambios técnico-tecnológicos, los cuales, en el largo plazo, se llevan todas las ideologías por delante. Todas. El Islam podrá poner coto circunstancialmente al feminismo, pero, estructuralmente, será el progreso técnico de largo plazo el que propiciará una ideología substitutiva-adaptativa. De momento hay que sufrir la crisis de adolescencia del feminismo en vigor.
Jonathan Franzen, en Purity, da un buen repaso al feminismo extremoso simbolizado en una militante (Anabel) que obliga a su compañero progresista (Tom) a orinar sentado (y el muy capuio (sic) se somete) porque ella siendo mujer no puede hacerlo de pie. Ocurre que de la misma forma que el progreso técnico fue el impulso genésico del feminismo del siglo XXI será, por descontado, su tumba. Quizás cuando aparezca alguna innovación técnica que permita a las Anabel de turno efectuar la micción de pie y en pie de igualdad con los hombres. Es distinto a que las feministas, como grupo de presión, orinen encima de la Razón.
- Juan José R. Calaza es economista y matemático