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TribunaIgnacio Catalá

La fracasada derecha española

La derecha española, debe empezar a comprender que, si no sitúa a un lado sus diferencias, no volverá a gobernar en décadas y cuando quiera abrir los ojos lo que quizás vea sea la Argentina de hoy

A estas alturas de semana, no existen ya elementos novedosos de análisis en lo sucedido hace unos días. El candidato del Partido Popular chocó contra los 177 escaños que conforma el Frankenstein sanchista, a pesar de haber propuesto un programa económico solvente y una vocación moral de ejercer el poder.

Sin embargo, las réplicas que una a una fue realizando el candidato dejaron sobre la mesa una situación inédita. El PNV, acostumbrado a recibir elogios seductores de todos aquellos que aspiran a gobernar o aprobar normas, fue retratado frente a las incoherencias de su voto que unió al de anticatólicos y socialistas. Pretendía Feijóo avergonzar al PNV y, con ello, apuntó al centro del problema que tiene la derecha española.

En España no tenemos hoy un gobierno de derechas porque la propia de derecha –política y sociológica– se conduce desnortada por la realidad presente. Y todos, sin excepción, tienen una parte culpa. Algunos mucho más que otros.

El Partido Popular y Vox no fueron capaces de tejer una estrategia electoral, discursiva y programática común. Partidos que comparten visiones –también muchas discrepancias–, antiguos miembros y una base sociológica similar, fueron incapaces de destinar los esfuerzos a combatir al adversario en vez de a ellos mismos. Lo que el Podemos de 2015 fue capaz de lograr con mareas y confluencias para optimizar votos, PP y Vox no consiguieron, siquiera, ni hablarlo.

No obstante, la principal y fundamental culpa de que la derecha no gobierne España y esté muy lejos de poder volver a hacerlo es, principalmente, de PNV y Junts.

Ambos partidos decidieron que todas sus creencias morales, económicas y sociales valían menos que el elemento identitario regional. Por eso, el PNV, une su destino a partidos como Sumar, ERC o Bildu que pretenden lograr un Estado laico donde la Iglesia no tenga un papel relevante ni visible. Prohibición de los colegios concertados, eliminación de la casilla de la Iglesia en la renta y un nuevo sistema impositivo que ahogue su labor pastoral y social. También une su destino a PSOE y Compromís que han situado al sector industrial como el pagano de la transición energética. Es Sánchez y su plan de transformación quien acabará con la ya mermada industria de nuestro país que todavía resiste en el País Vasco.

Lo de Junts es más complejo. El proceso de desquiciamiento generalizado de la derecha catalana desde 2011 no tiene precedentes en occidente y está lejos de solucionarse. Para ello sería necesario una nueva generación de dirigentes post convergentes que reconocieran que la independencia fue una gran mentira orquestada por las élites políticas. Sólo después podrían empezar a comprender los votantes de derecha catalanes que mientras gritan junto los antisistema de la CUP, su partido vota a favor de subirle los impuestos, permitir la ocupación del piso que heredaron en Sarriá o el aborto sin consentimiento para sus hijas.

Es por ello que, siendo Feijóo el perdedor de la investidura, quienes verdaderamente fracasamos fuimos todos nosotros. Y es que, la derecha española, debe empezar a comprender que, si no sitúa a un lado sus diferencias, no volverá a gobernar en décadas y cuando quiera abrir los ojos lo que quizás vea sea la Argentina de hoy.

  • Ignacio Catalá es administrador civil del Estado y diputado del PP en la Asamblea de Madrid