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TribunaJulio Borges Junyent

El superciclo electoral y las máscaras

La continuidad de Maduro en el poder podría significar una autopista para América Latina hacia el cuadrante antioccidental

El 2024 podría ser catalogado como el año de mayor despliegue democrático de la historia. Solo en cerca de 25 años habrá un ciclo electoral como el de este año. Mas de 70 procesos electorales se celebrarán en todo el mundo, convocando a las urnas a más de 4 mil millones de personas.

América Latina no será la excepción, ya que en este 2024 se cierra el súper ciclo electoral que comenzó en el año 2021 con elecciones presidenciales en prácticamente todos los países de la región. Para este año, en América Latina y el Caribe se llevarán a cabo elecciones en 10 países, de los cuales 6 realizarán comicios para elegir presidente.

Tantas elecciones no significan que la democracia esté floreciente y en plena expansión. Por el contrario, asistimos a un proceso en el cual el voto se puede ir transformando en una formalidad, en un trámite vacío, como es el caso de Rusia o Nicaragua.

En el 2024 el caso de Venezuela debe ser una alarma de cómo los procesos electorales pueden ser usados para lavarse el rostro. A estas alturas las elecciones en Venezuela no tienen fecha, ni reglas, ni registro electoral abierto y depurado. De los 8 millones de venezolanos que están en el exterior y cuentan con edad para votar no podrá hacerlo. Aún no sabemos si la candidata ganadora del proceso de primarias de la oposición, María Corina Machada podrá participar. Los observadores internacionales de la Unión Europea no han sido invitados por el Consejo Nacional Electoral de Maduro. Todo se maneja en un terreno de arbitrariedad y se demuestra que Maduro hace y deshace con los derechos de los venezolanos.

Sin ánimos de restarle importancia a las otras elecciones de la región, creo que el proceso de Venezuela es la más importante de América Latina. En nuestro país no solo se decidirá el futuro de 30 millones de venezolanos, sino tendencia política de 640 millones de latinoamericanos y caribeños. En Venezuela están en juego los intereses de Maduro, pero también la agenda de intereses de Vladimir Putin, Xi Jinping, la teocracia iraní y los dictadores cubanos, quienes han convertido a nuestra patria en su teatro de operaciones para exportar un proyecto de autoritarismo, crimen organizado y desestabilización para América Latina.

Es así como la continuidad de Maduro en el poder podría significar una autopista para América Latina hacia el cuadrante antioccidental. Una derrota para los valores fundacionales y distintivos de la democracia y los derechos humanos. Pero no solo eso. De seguir la dictadura de Maduro, seguirá la destrucción de las condiciones de vida de los venezolanos, la pobreza y la corrupción seguirán en ascenso y, con ella, la migración. Por lo que ríos de venezolanos seguirán tocando la puerta de los países de la región, especialmente Estados Unidos. Solo en el último año, más de 300.000 venezolanos cruzaron la peligrosa selva del Darién para llegar a Norteamérica.

De manera que la región, Europa y Estados Unidos en su conjunto deben interiorizar la importancia del proceso electoral que se avecina en Venezuela. Maduro pretende disfrazarse en este año lleno de elecciones, en medio de la guerra en Israel y Ucrania, en medio de un mundo de grandes convulsiones, para así celebrar unas pseudo elecciones sin temor a que el mundo libre haga resistencia. En el proceso de negociación que hay en marcha, Maduro ha recibido todo lo que ha pedido, pero el pueblo venezolano no tiene ni fecha de elecciones, ni candidata habilitada ni garantías de competitividad.

Llegó el momento de que las democracias de la región, EE. UU. y la UE generen amenazas creíbles a Maduro para que el pueblo venezolano pueda decidir su futuro en paz y democracia.

  • Julio Borges Junyent fue presidente del Parlamento Venezolano