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TribunaGonzalo Ortiz

EE. UU., la potencia menguante

Ojalá los Estados Unidos sigan siendo el país de la libertad y de una democracia operativa modelo para muchos países. Pero avanza la permisividad, la ideología 'woke' y la crisis social

En medio de una gran polarización se ha iniciado la campaña de primarias en Estados Unidos, previa a las elecciones de diciembre 2024. Los dos candidatos con mayores posibilidades son el actual presidente, Joe Biden, y su predecesor, Donald Trump. Se trata, en los dos casos, de políticos aguerridos, de gran experiencia, con el enorme handicap de su elevada edad.

Tras las primarias de Iowa donde Trump se impuso con claridad, ha abandonado el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que parecía una estrella ascendente y que ha prefrerido retirarse de una segura derrota en las de New Hampshire. Y no sólo se ha retirado, sino que se ha pasado al bando de Trump, con una actitud de sometimiento que demuestra la fuerte personalidad de éste y su control del partido republicano. Queda en liza Nikki Haley, antigua embajadora ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur. Pero es más que dudoso que pueda resistir los embates del expresidente.

En el lado demócrata no hay candidatos que podrían inquietar al ticket Joe Biden y Kamala Harris (desdibujada en su mandato como vicepresidenta) aunque es demasiado pronto para formular pronósticos a estas alturas. Biden es consciente de que su fortaleza mental flojea, pero no hay en el partido demócrata ninguna personalidad que pueda hacer frente al vendaval Trump. Su ejecutoria económica en estos años es discreta (a pesar de las enormes sumas gastadas) y su política exterior marcada por «pírricas victorias morales» (salida inevitable, pero indecorosa, de Afghanistán, apoyar a Ucrania, y a Israel en su guerra contra Hamas). Va a utilizar en su campaña todas las palancas que le proporciona el poder y la imagen progresista (apoyo al movimiento LGTBI y al auge del poder negro, y defensa de los «derechos reproductivos», es decir, del aborto).

Confrontar la realidad actual de los Estados Unidos exige valorar sus fortalezas y sus fragilidades. En el lado de las fortalezas destaco:

1. El ejército más poderoso del mundo, presente en cinco continentes, con tremendas capacidades convencionales, nucleares y misilísticas, y apoyado en la OTAN.

2. El idioma inglés convertido en lengua franca del mundo, en la estela del imperialismo británico y con poder extraordinario en las redes sociales, medios y el de la industria del cine de Hollywood.

3. Empresas punteras en el ámbito de la innovación tecnológica como Google, Tesla, Amazon y tantas otras. Estas empresas, las de Jeff Bezos, Branson o Elon Musk son muy activas en la investigación espacial donde prácticamente monopolizan los lanzamientos de Cabo Cañaveral.

En el lado de sus fragilidades, Estados Unidos está perdiendo su capacidad de «melting pot», es decir, de asimilar a la inmigración. Éste es especialmente notable con los nuevos emigrantes de origen chino o islámico y en menor medida con los de origen iberoamericano (250 mil entradas sólo en diciembre de 2023). Proliferan los guettos y las tensiones derivadas de la incorporación de nuevas minorías. Fragilidad con la subida de consumo de drogas (el fentanilo ya ha causado diez mil muertos), y la violencia, con una legislación sobre armas que nadie parece capaz de cambiar, con tiroteos esporádicos, y muchos fallecidos en escuelas o en la vía pública.

Cuando se contempla en el metro de Nueva York las ratas y el estado deficiente de sus instalaciones se puede confirmar que no hay voluntad o medios para adecentar un trasporte que ha quedado viejo y decadente. Y en la Quinta Avenida no hay alumbrado público, ya que son las oficinas o comercios privados los que se encargan de dicho cometido.

El otro día en la CNN se criticaba a Nikki Haley porque ésta había afirmado que los Estados Unidos no es un país racista. No lo es en la actualidad, pero la igualdad de los ciudadanos prevista en la Constitución, convivió muchos años con la esclavitud, y más adelante con la discriminación racial vigente de los estados del sur hasta bien entrados los 60. La sangrienta guerra de Secesión es un tema superado pero a menudo (como en el asalto del Capitolio en enero de 2021) aparecen síntomas de que quedan aún cicatrices.

Cuando comparo Nueva York con otra ciudad con rascacielos como Shanghai, la ciudad china está muy por encima en calidad de edificios, aceras, jardines, limpieza y transporte público. En Nueva York, los niños no beben agua del grifo porque las tuberías son todavía de plomo. Que Estados Unidos es una potencia menguante es evidente ante el tremendo empuje de China, lo que hace cambiar las posiciones relativas. En los 80 parecía que Japón podía superar a los Estados Unidos, pero luego se demostró que no reunía condiciones poblacionales y geoestratégicas para hacerlo, y se quedó en un respetable tercer puesto.

Los resultados de las elecciones de este noviembre van a tener efectos indudables en nuestras vidas. Es curioso, que tanto Biden como Trump enfrentan problemas judiciales que pueden afectar a sus respectivas candidaturas. En el caso de Trump, 6 causas y 91 cargos, y sobre Biden revolotea la sombra de su hijo Hunter. Ojalá los Estados Unidos sigan siendo el país de la libertad y de una democracia operativa modelo para muchos países. Pero avanza la permisividad, la ideología woke y la crisis social (ejemplarizada en el barrio de Kensington, en Filadelfia). Desaparecido Kissinger, también en política exterior hay una crisis de liderazgo, a pesar de los buenos oficios del laborioso Blinken.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España