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tribunaJacobo Negueruela

La opción benedictina

La opción de Dreher no es apartarse del mundo, sino crear espacios y tiempos del día y de la interacción social que no estén ligados a la lógica del mundo anticristiano

Hace ya algunos años que el periodista y escritor Rod Dreher nos regaló su libro La opción benedictina. A pesar del éxito que tuvo en los EE.UU., en España no ha podido contar con el mismo respaldo del público, posiblemente por los durísimos, y a mi entender injustos, artículos que le dedicó Juan Manuel de Prada en un famoso diario de tirada nacional.

Lo cierto es que el ataque de De Prada, con sus citas de la carta a Diogneto, está, a mi juicio, mal enfocado teológica y políticamente, pero eso es otra historia (¡como si el cristianismo desde la conversión de Constantino se hubiera contentado con la forma política que reclamaba la carta!).

De lo que me interesa hablar hoy es de las propuestas de Dreher. Es posible que para un católico con tanto éxito social como De Prada la opción de llenar el espacio público sea la correcta, pero en la Iglesia, desde siempre, ha habido muchas otras opciones. Por eso el libro de Dreher no se llama «¡Construyamos monasterios!» o «¡Enciérrese en su casa!» ni nada por el estilo.

Lo que propone Dreher, y a mi juicio es atendible, es que, ante la avalancha de secularismo, películas, series, aborto, divorcio, pornografía, educación estatal, novelas inmorales y todo un complejo cultural y social anticristiano (al que en Europa habría que sumarle la amenaza del islam que no tienen en los EE.UU.) los cristianos creen «lugares», «tiempos», instituciones, en las que poder vivir cristianamente. No vale con espigar una o dos citas de un libro descontextualizándolas y reduciendo el pensamiento de un autor a ellas, eso a mí, como historiador, me parece deshonesto, cuando no macabro.

La opción de Dreher no es apartarse del mundo, sino crear espacios y tiempos del día y de la interacción social que no estén ligados a la lógica del mundo anticristiano.

Lo que Dreher propone siempre ha tenido su espacio en la Iglesia, es como la oración respecto de la acción cristiana, un «lugar» de recogimiento y entrega al Dios cristiano que impregne luego toda la vida social, trabajando porque finalmente toda ella se haga cristiana y se adopten formas de vida social cristianas. Eso llegará, y llegará con el esfuerzo del misionero, del soldado que defiende una tierra, del político hábil para buscar un acuerdo ventajoso para todos, con la catequesis del párroco y la vigilancia del obispo, pero no olvidemos que el alma de todo ello, el alma de ese cuerpo cristiano que la carta a Diogneto decía que era el alma del mundo, es la oración, el recogimiento y la vida espiritual, todo lo opuesto en suma a esa vida social y cultural actual donde algunos se sienten tan cómodos.

No olvidemos que a fin de cuentas quien cristianizó la sociedad en los siglos de la alta edad media, cristianización de la que aún seguimos viviendo, fueron los monjes y no los intelectuales públicos, en especial, los benedictinos.

  • Jacobo Negueruela Avellà es profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad CEU Cardenal Herrera