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TribunaJavier Mou

El PSOE y la plaga de sus bomberos pirómanos

El autócrata sonreirá también entonces, como Joker/Bambi, y retorcerá la verdad diciendo que la derecha no sabe hacer política y que judicializa los conflictos

Hace ahora justo 18 años, el Congreso aprobaba el Estatuto de Cataluña con los votos favorables del CiU, PNV, BNG y CC. Por supuesto, también con los votos del PSOE, el enemigo de España, incluidos los de Rubalcaba, Leguina y Alfonso Guerra, por nombrar solo algunos ofendiditos que votaron a favor: el efecto Page es algo ya muy antiguo en esa organización.

En el gallinero del hemiciclo, aplaudían cómplices Maragall y Pujol: tanto, monta; monta tanto.

Antes de todo eso, Zapatero había dicho, con su característica risa de Joker, que apoyaría «sin condiciones» el Estatuto que fuera aprobado en el Parlamento de Cataluña, ya liderado entonces por el separatismo excluyente. En una de sus peores decisiones –entre su amplísimo fondo de armario–, el dirigente socialista potenciaba un problema que entonces era menor y ponía la semilla de la revuelta independentista posterior. Lo de siempre: ya vendrá la derecha a arreglar los problemas que crea la izquierda irresponsable.

El nuevo Estatuto, que consagraba el concepto de Cataluña como nación y una financiación casi tan dañina para España como la vasca, fue impugnado ante el Tribunal Constitucional por el PP en 2006.

Cuatro largos años después, en 2010, el TC declaraba inconstitucional una parte del articulado del texto aprobado por el PSOE y sus aliados antiespañoles, fundamentalmente en lo relativo a la independencia fiscal, financiera y judicial de Cataluña. Pero, como sucede con las sentencias sobre el uso de la lengua española –permanentemente incumplidas–, en Cataluña la Ley va por un lado y la realidad por otro. De modo que los efectos nocivos del nuevo Estatuto, ya aplicados de facto, no pudieron revertirse en su totalidad, en línea con la política de hechos consumados tan típica del nacionalismo que se viene aplicando desde 1977.

Zapatero había creado el caldo de cultivo y la frustración y así, en 2012, con Rajoy ya en el Gobierno, comenzó el procés: como sabemos, la deslealtad y la beligerancia independentista nunca descansan. De aquellos polvos, estos lodos.

Por si fuera poco, Bambi se encargó de encender la mecha cargando contra el TC por su sentencia. Ya entonces prometía como el gran chavista que ha resultado ser.

Pero con el PSOE, la Historia más nociva siempre se repite: el autócrata Sánchez pacta ahora con Puigdemont la amnistía total y otras aberraciones jurídicas.

¿Es la amnistía una demanda social? No lo es ni en Cataluña ni en el resto de España. Con ella en la mano, ¿se darían, por fin, por satisfechos los separatistas con esta cesión vergonzosa? Los mismos líderes independentistas se encargan de recordar día tras día que «les exigències no han fet més que començar»: referéndum, régimen fiscal a la vasca y un largo etcétera hasta llegar a la autodeterminación.

El sanchismo detentará el poder durante esta legislatura y, al acabar, el TC –incluso con Conde Pumpido– tendrá que rebajar parcialmente el contenido de esta ley indigna e inconstitucional.

Y, cuando esto se produzca, todo apunta a que estará gobernando el PP con ayuda de Vox, que tendrán que enfrentarse al Prusés II que se desencadenará entonces sin ningún género de duda. No hace falta un experto en psicología para saber que la frustración por la rebaja de la ley de amnistía, por pequeña que sea, provocará de nuevo fuego y rauxa en las calles de Cataluña. De nuevo los mossos verán desde la barrera arder el ensanche y la plaza de Urquinaona con órdenes de no intervenir.

Con una particularidad: los mecanismos de defensa del Estado son ahora infinitamente menores a los que tenía España hace solo unos años, cortesía del sanchismo y su asalto a las instituciones y al Estado de derecho.

El autócrata sonreirá también entonces, como Joker/Bambi, y retorcerá la verdad diciendo que la derecha no sabe hacer política y que judicializa los conflictos.

Los dos bomberos pirómanos saldrán entonces en defensa de Bolaños, su heredero, seguramente el más nefasto de los tres: está claro que el PSOE siempre es capaz de superarse. La pregunta es ¿cuánto puede España resistir a esta organización?

  • Javier Mou es experto en capital humano