En el 75 º aniversario del Grupo Municipal de Danzas de Pamplona
Y de esta manera recorrió con éxito muchos lugares de Europa e incluso hizo de embajador de España en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 y allí bailaron la 'ezpatadantza' en la Quinta Avenida
Cuando tan sólo habían transcurrido diez años desde el final de la guerra civil y se estaban poniendo los medios para reconstruir el país, dar de comer a la gente y hacer frente al ostracismo internacional y a la invasión de los maquis, y cuando se vivía la etapa más dura de la dictadura franquista, esa en la que, dicen, que se prohibía hablar en vasco, usar el chistu y bailar las danzas de Euskalerría, el Ayuntamiento de Pamplona, que estaba integrado por los vencedores –sublevados– de la guerra, decidió crear el Grupo Municipal de Danzas. Esto sucedió en el Pleno de 27 de octubre de 1949, presidido por el alcalde Miguel Gortari Errea y siendo concejales José Ángel Zubiaur, Eugenio Arraiza, José María Pérez Salazar, Carlos Gortari Pastor y José María Martinicorena, a los que nadie tildará de nacionalistas vascos.
El director y coreógrafo Patxi Arrarás Soto cuenta que fue Carlos Gortari quien lanzó la idea en la Comisión de Fomento. Su sugerencia fue bien acogida y elevada a la Comisión Permanente y ésta la llevó al Pleno, que acordó la creación del Grupo y facultó a la Permanente para que resolviera sobre su indumentaria. Sigue diciendo Arrarás que faltaba poco más de un mes para el 29 de noviembre, día de San Saturnino, Patrono de Pamplona, cuando le convocaron a una reunión, presidida por el alcalde, a la que asistieron, como asesores, Ignacio Baleztena, autor de la canción 'Uno de enero, dos de febrero…', y José María Iribarren, escritor. Allí, a propuesta de él, pues «casi todos eran legos en cuestiones folklórico-coreográficas», se aprobó que los componentes del grupo fueran dieciséis, que el atuendo que debían vestir recogería los distintos aspectos de los indumentos usados por bailarines autóctonos del antiguo reino de Navarra, al tiempo que le encomendaron que hablara con el pintor y escenógrafo Pedro Lozano de Sotés para que realizara los figurines, que tenían que ser aprobados por el Ayuntamiento, basándose en unos publicados en la obra francesa 'Visages du Pays Basque'. Añade Arrarás que él se encargó de la formación, preparación y dirección del presunto grupo y en escasamente un mes se hizo la selección de danzaris y la preparación de una danza para acompañar, bien o mal, al Ayuntamiento en su salida corporativa el día del Patrono, «cubierto de espesísima niebla». Y así le seguiría acompañando después, de manera ininterrumpida, durante años, portando como emblema oficial del grupo la bandera de la ciudad. Y de esta manera recorrió con éxito muchos lugares de Europa e incluso hizo de embajador de España, junto con los Gigantes europeos, americanos y asiáticos de la Comparsa de Pamplona (los africanos no volaron a Estados Unidos por la tensión racial de la época) en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 y allí bailaron la 'ezpatadantza' en la Quinta Avenida.
Al llegar la Transición Política, el Ayuntamiento de Pamplona acordó (30.06.1977), que la ikurriña fuera colocada en el balcón principal del Consistorio los días de las fiestas patronales y oficiales. A partir de ese momento, el Grupo de Danzas empezó a portar la bicrucífera en sus salidas oficiales y así continuó haciéndolo a pesar de que el Pleno (10.12.1981) acordó que la «Corporación sólo utilizará en lo sucesivo las siguientes banderas»: la de la localidad, la de Navarra y la de España. Por eso, ante su negativa a dejar de usarla, porque argumentaban: «no nos podemos plantear el llevar o no la ikurriña», y por desobedecer el Reglamento municipal sobre banderas y estandartes, en un tumultuoso Pleno (10.03.1988), que tuvo que ser suspendido por el alcalde en tres ocasiones ante los gritos de los concejales de Herri Batasuna, se aprobó una moción por la que se dejó en suspenso al Grupo de Danzas, lo que implicaba: actuaciones en público, ensayos, utilización de locales municipales y vestuarios, en tanto no se aprobara un nuevo reglamento del propio grupo.
En esa sesión, y como recogió la prensa local, un concejal batasuno dijo: «lo que les duele es que detrás de esa bandera hay un pueblo que se mueve y que no se rinde: seréis vosotros –los corporativos mocionantes– los responsables de los follones que haya, y si hay leña, la habrá para todos, ¡qué hostias!: no me extraña, que luego haya gente que recurra a lo que sea». Y el portavoz batasuno, Patxi Zabaleta, en un tono de voz elevado (como señalaba Diario de Navarra al día siguiente) dirigiéndose a mí, único concejal de Alianza Popular, me dijo que yo era el instigador de la moción y –transcrito del acta–: «El Sr. lñaki Palacios, que hace naturalmente de mezclador de mierdas y soplador de fangos en este asunto, sabemos que lo has hecho así, soplador de fangos y mezclador de mierdas, haciendo de Amedo Fouce municipal». Ante tales palabras, confieso que me siento afortunado, porque peor suerte corrió Tomás Caballero quien, un día de enero de 1977, siendo alcalde accidental, propuso colocar la ikurriña en la Casa Consistorial y dijo –del acta– que, al autorizar el ministro de la Gobernación la ikurriña, su primer recuerdo había sido «para los que dieron su vida por esa bandera, a quienes quiero rendir desde aquí mi público y emocionado homenaje». Años después, en 1998, siendo concejal de Pamplona, Tomás sería asesinado por ETA.
- José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra