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Tribunafrancisco molina

Elecciones europeas

Afortunadamente, en Europa están apuntando nuevos líderes que miran por el bienestar de los pueblos que los han elegido. Varios de ellos son mujeres. A los que defienden los intereses de su pueblo se los ha tachado de ultraderechistas

Hay varias maneras de interpretar lo sucedido en las recientes elecciones europeas. Unos hablan de giro hacia la derecha en el voto, sobre todo en el de los jóvenes. Otros hablan, más bien, de rechazo de la guerra a la que, según todos los indicios, estamos abocados. El gobernante europeo que peores resultados obtuvo fue Macron, que es precisamente el que ha estado preconizando la intervención directa de las fuerzas de la OTAN en Ucrania contra Rusia. Algo parecido le ha sucedido en Alemania a Scholz. Y es que esa guerra no tiene sentido para nosotros.

A todas luces, la élite globalista que actualmente domina a Occidente no puede aceptar que Rusia reivindique de nuevo su tradicional status de gran potencia y considera muy importante impedir que lo logre. Esto, en sí, era esperable, según la llamada «Trampa de Tucídides». Pero la población de USA está harta de guerras. Por eso han empleado a Ucrania, que ha sido prácticamente sacrificada, en el intento de debilitar a Rusia, intento hasta ahora fallido.

Un porcentaje importante de los varones ucranianos ha muerto en esa guerra y otros muchos han quedado heridos. Muchos niños han quedado huérfanos, muchas mujeres han perdido a su marido o pareja. Las infraestructuras han quedado destrozadas. Pero, a pesar de la cantidad de dinero y de armamentos entregados al Gobierno ucraniano, la guerra contra Rusia está prácticamente perdida.

Está visto que la oligarquía occidental no se resigna a dar por perdida la guerra, probablemente por las consecuencias que ello tendría, incluyendo en los resultados de las elecciones presidenciales de USA, que tendrán lugar en noviembre. Ante la proliferación de conflictos abiertos, sumado al rechazo de buena parte de la población de USA a emprender más aventuras militares, ahora se intenta que seamos el resto de los europeos quienes nos enfrentemos a Rusia, en una guerra que iba a resultar enormemente destructiva y que, a la gran mayoría, nos nos interesa. Va siendo hora de que los europeos miremos por nuestros propios intereses y distingamos claramente aquello que nos conviene de aquello que se nos impone.

Ciertamente, no tengo a Putin por una hermanita de la caridad, pero todo me hace ver que actualmente una guerra contra la OTAN no le conviene tampoco a él y que está haciendo lo posible por evitarla. Lo que pretende, al menos de momento, es proteger a los rusos y rusófonos que viven en Ucrania y evitar que ese país entre en la OTAN, porque eso significaría tener misiles enemigos colocados demasiado cerca, como se ha cansado de repetir antes y después del comienzo de la guerra.

Afortunadamente, en Europa están apuntando nuevos líderes que miran por el bienestar de los pueblos que los han elegido. Varios de ellos son mujeres. A los que defienden los intereses de su pueblo se los ha tachado de ultraderechistas, para desacreditarlos. Sin embargo, Giorgia Meloni, que se está destapando como una verdadera líder a nivel del continente, está demostrando ser una persona moderada, sin por ello abandonar sus principios. En Alemania se destaca el gran avance que ha tenido no sólo AfD, clasificado de ultraderechista, sino también el partido de Sahra Wagenknecht. Esta es también una política que mira por su pueblo, pero a ella no se le puede achacar que sea de derechas, porque siempre ha sido de izquierdas más bien extremas.

En general, la diferenciación entre derechas e izquierdas en este contexto ya no parece tan relevante. Ahora, parece importar más la diferencia entre globalistas y soberanistas. Grosso Modo: Los primeros están al servicio del gran capital transnacional y sus exigencias de dominio absoluto; los segundos, al servicio del pueblo que ha depositado en ellos su confianza.

Aclarando: No es que yo proponga que haya que eliminar el capital. Sabemos que el comunismo ha fracasado y no es cosa de volver a cometer los mismos errores. Pero los intereses de los dueños del dinero deben de ser moderados por los intereses de los pueblos. La economía debe de estar al servicio del ser humano, y no al revés. Como en muchos otros asuntos relacionados con la vida y con la sociedad, es necesario encontrar el equilibrio adecuado.

Poco a poco se va perfilando una idea de Europa diferente de las que se nos quiere imponer con la Agenda 20/30 y proyectos similares. De momento existen varias visiones alternativas, a las cuales muchas veces se las tilda de antieuropeístas. Pero una cosa es ser enemigo de la concepción de Europa que se nos intenta imponer de manera solapada y autoritaria y otra cosa es la concepción de una Europa en la que todos los europeos nos sintamos en casa, a pesar de nuestras diferencias y del respeto a las mismas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, con el aumento de la facilidad en los transportes, el intercambio de trabajadores, el turismo, el programa Erasmus, etc., los europeos nos hemos acercado mucho más unos a otros. Hemos aprendido mucho de las formas de ser de los demás, hemos aprendido a entenderlas, a apreciarlas y a enriquecernos a través de ellas. Así pues, la Europa que se nos intenta imponer no es la única posible.

En cierto modo, la situación me recuerda a la de los años 60, que culminó en Mayo del 68. Se palpaba entonces entre la juventud un descrédito general de las élites en el poder, que parecía que nos estaban arrastrando a una nueva guerra mundial, después de las dos que habían arruinado a Europa en la primera mitad del siglo. En USA habían tenido y perdido, además, la guerra de Vietnam, que se había hecho muy impopular entre los jóvenes. En Francia, habían tenido y perdido las guerras de Indochina y de Argelia. En Alemania, tenían el país dividido, con armas nucleares a ambos lados de la línea de partición.

La juventud tenía motivos para protestar, pero la protesta con frecuencia no se dirigió por los cauces adecuados. De manera similar, estoy viendo ahora movimientos de protesta que atraen votos, pero otra cosa es que estén proponiendo alternativas viables y realistas.

Me parece que es el momento de que los que creemos en una Europa de los pueblos, seamos más de derechas o más de izquierdas, empecemos a ponernos de acuerdo para ofrecer un modelo diferente, una concepción bien pensada de la Europa, democrática, respetuosa y amable, en la que queremos vivir.

  • Francisco Molina es profesor de Psicología de la Universidad San Pablo CEU