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La posverdad os hará esclavos

Sufrimos un gran apogeo de la manipulación, que afecta a todos los elementos de la información. El emisor es un gobierno sin escrúpulos para quien la verdad no es una condición ni la mentira es una línea roja

Actualizada 01:30

Si algo nos ha enseñado la Historia, es que la mejor aliada de los tiranos es la mentira, en todas sus variantes. La desinformación, la propaganda, los bulos, las campañas de calumnias, las operaciones de falsa bandera, la mera manipulación informativa y gubernamental, han permitido a lo largo de los siglos confundir enemigos, desprestigiar personas o países, justificar guerras o engañar al pueblo para ocultarle una realidad desfavorable.

Hace siete años aventuré la definición de posverdad como «marca blanca de la mentira», alertando de la reinvención de la mentira bajo una nueva máscara, tal vez más nociva que nunca, apoyada en una neolengua que cambia el sentido de las palabras para entronizar como auténtica cualquier falacia. Una posverdad que opera a nivel emocional para introducir más fácilmente la semilla del odio.

En la actualidad, es la izquierda quien más cómoda se encuentra en la nebulosa de la posverdad. No es ninguna sorpresa. Partiendo de que la doctrina marxista es el engaño más monumental de la Historia, no es de extrañar que sus derivados precisen para justificar su acción a este producto evolucionado del relativismo.

Si no hay verdad, no hay justicia, y tampoco hay libertad. El ciudadano está indefenso. No sabe a qué atenerse. Sus derechos se desvanecen. La democracia se convierte en una suerte de tiranía de la falsedad. Es decir, el poder tiene todas las armas para desarmar al pueblo de toda garantía. No hay terreno seguro alguno donde pisar.

Hoy en España vivimos una época dorada de la posverdad. Sufrimos un gran apogeo de la manipulación, que afecta a todos los elementos de la información. El emisor es un gobierno sin escrúpulos para quien la verdad no es una condición ni la mentira es una línea roja. El mensaje se fabrica en gabinetes especializados sin sujeción alguna a la verdad, las estadísticas se manipulan sobre la base de las matemáticas socioafectivas. El canal se interviene desde el poder directamente en los casos de medios públicos o financieramente en el de los privados. Y finalmente los receptores, los ciudadanos, reciben una dosis de posverdad imposible de contrastar o al menos identificar.

Sólo así el Gobierno puede transmitir una realidad absolutamente falsa sobre las cifras del paro, que ocultan la creciente precariedad y eventualidad de contratos de días que se hacen pasar como sólidos puestos de trabajo. Sólo así se puede presentar a un terrorista asesino como un héroe de paz. Sólo así se puede afirmar sin rubor que la amnistía partidista de delincuentes como algo bueno y positivo para el país.

En definitiva, nadamos en un mar de mentiras que ahogan lentamente a la democracia, a la justicia, a la libertad. Urge una revolución de lo auténtico, una reivindicación valiente y decidida de la verdad, una batalla cultural que termine con esta tiranía relativista de la posverdad.

David Pérez García es concejal del Ayuntamiento de Madrid

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