Fundado en 1910
Vicente L. Navarro de Luján

Respeto sí, pero para todos

En Occidente atravesamos una profunda crisis de identidad que nos lleva a despreciar los valores que nuestra tradición cristiana ha aportado a la cultura occidental y del conjunto del orbe

Hace ya unas cuantas semanas leí con estupor en el diario francés «Le Figaro» la noticia de que a la hora de imprimir unos carteles publicitarios alusivos a los próximos juegos olímpicos, en los que aparecían fotografías de determinados monumentos parisinos, en alguno de ellos, por ejemplo en la imagen de Los Inválidos, la foto se retocaba y se hacía desaparecer de la impresión la cruz que corona el edificio, de suerte que en los carteles ya impresos ese signo había sido eliminado, cosa que en el mismo número del periódico al que me refiero era criticada por los mensajes escritos al rotativo de algunas personalidades francesas.

Cuento esta anécdota como ejemplo del contexto ideológico cultural en el que se han movido los organizadores del evento, en el cual no es de extrañar el episodio del remedo de última cena que se introdujo en el desarrollo de los actos, de modo que ante el escándalo producido, los mismos organizadores han tenido que buscar excusas para justificar (¿?) tal atropello, por lo que se repite como consigna que la escena comentada no se inspiraba en el cuadro de Leonardo da Vinci, sino en uno titulado «El Festín de los Dioses», del pintor Jan Hermansz van Bijlert. Sin embargo, en todo caso el cuadro de Leonardo data de finales del siglo XV, mientras que el otro es de 1635, indudablemente inspirado en la cena de Leonardo, cuadro que por ello mismo en su día ya levantó polémica.

Más allá de estas excusas oportunistas, yo creo que quienes diseñaron la escena no pensaron que el público la iba a identificar con la pintura citada del holandés, apenas conocida por la inmensa mayoría, sino que la identificación se iba a producir con el cuadro de Vinci, reflejo de un episodio de la cultura cristiana, como se deduce incluso de las declaraciones de algunos de los actores que dieron vida a la escena, quienes, preguntados por los medios, no se sentían representativos de la obra holandesa, sino de la del italiano.

Todo el mundo lo entendió así y la propia Conferencia Episcopal Francesa publicó una magnífica nota, uno de cuyos párrafos, que me atrevo a traducir, dice así:

«Esta ceremonia ha incluido desgraciadamente algunas escenas de burla y de sarcasmo del cristianismo, que deploramos profundamente. Agradecemos a los miembros de otras confesiones religiosas que nos han expresado su solidaridad. Esta mañana, pensamos en todos los cristianos de todos los continentes que han sido heridos por el exceso y la provocación de ciertas escenas. Queremos que comprendan que la celebración olímpica va mucho más allá del partidismo ideológico de algunos artistas».

Si se lee entera la nota de los obispos franceses ningún ciudadano se puede sentir mal, porque es exquisita, salva los valores del olimpismo y alaba los momentos de belleza, alegría y espectacularidad que hubo en la ceremonia. Los obispos franceses muestran una apertura cultural y de respeto muy propia del talante cristiano, bien alejada de los discursos woke que ahora inundan determinadas opciones políticas y propuestas culturales, y uno de cuyos objetivos sistemáticos es ridiculizar o excluir de la vida pública o cultural todo aquello que tenga raíces cristianas, mientras que se expresan o se comportan con un respeto delicado hacia otras manifestaciones o confesiones religiosas.

No me imaginaría siquiera que en la ceremonia olímpica sus organizadores hubieran incluido algún contenido hiriente para el islam, ni tampoco podríamos pensar que en algún evento deportivo internacional celebrado en un país del Golfo Pérsico los responsables fueran eliminando de las imágenes publicitarias, para no herir la sensibilidad de los visitantes, las medias lunas que coronan determinados edificios en países islámicos. Y no es que yo desee que se injurie a otras creencias religiosas, sino que se respete a las cristianas como muchos, por miedo, respetan a las diferentes.

Sin embargo, nosotros en Occidente atravesamos una profunda crisis de identidad que nos lleva a despreciar los valores que nuestra tradición cristiana ha aportado a la cultura occidental y del conjunto del orbe, entre tantos el valor del respeto a la libertad del otro en sus creencias e ideas, lo que nos impide el escarnio o la burla de las mismas, aunque no las compartamos. El hecho producido en la ceremonia olímpica postula por nuestra parte una reflexión honda acerca de la crisis antropológica en la que nuestro entorno se halla.

  • Vicente L. Navarro de Luján es rector honorario de la Universidad CEU-Cardenal Herrera