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27 de septiembre de 2024

tribunajulio r. Naranjo

Sánchez y su plan de degeneración democrática

Al líder del PSOE solo le mueve que el periodismo no pueda saber y difundir sus incontables tejemanejes

Actualizada 01:30

Pedro Sánchez amagó con dimitir, aquel fin de semana de furia y desolación, al borde de un precipicio emocional tras saberse que su querida esposa estaba siendo investigada. No era el presidente del Gobierno, ni siquiera el secretario general del PSOE, quien escribió aquella carta desgarradora; tan solo un hombre profundamente enamorado, herido allá donde más duele, —pobre corazón—, por una cacería desatada para hacerle caer de una presidencia que él no estaba dispuesto a mantener a cualquier precio.

«Disimula prudente; oculte tu semblante lo que tu alma medita», escribió Shakespeare en su inmortal «Macbeth». No parece ser tal el caso del presidente enamorado y enfadado, de rostro tenso y ánimo atribulado; todo su empeño y todo su corazón al servicio de hacernos entender de uno u otro modo, —la letra con sangre mejor entra—, que democracia es lo que solo él dice, pasando por encima de todo cuanto le estorbe o, peor aún, ataque a la Primera Dama.

Para Ovidio, la cólera prolongada engendra odio. De aquellos polvos, estos lodos. Sánchez cumplió lo prometido, y ya ha presentado su Plan de (De)regeneración democrática, ahora dispuesto a meterle mano a la maldita libertad de prensa y pensamiento, al derecho a difundir libremente ideas y opiniones que poco o nada le agradan.

Esa maldita prensa que estropea cuanto toca, como ya recordara Chateaubriand, y que impide a cualquier «pequeño gran hombre» o ministro dormir en su ministerio a buen recaudo.

De nada vale que sean los tribunales quienes tengan encomendada la función constitucional en exclusiva de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado; que la prolija legislación regule los múltiples cauces para emprender acciones legales frente a presuntas vulneraciones y ataques al honor y a la verdad, y que el sistema garantista que el legislador nos ha dado ahora haya quedado en papel mojado, inane y nada efectivo.

De ahí su pulsión reguladora reglamentaria, que el Poder ejecutivo que él encarna no precisa del Poder Legislativo. París bien vale una misa, y eso incluye regular el ejercicio de derechos fundamentales vía decreto presidencial. Montesquieu ha muerto.

Ahora, el porfirogeneta Sánchez acude al rescate de una democracia que ya no debe proteger al Jefe del Estado, el Rey, de las injurias y calumnias vertidas en contra del símbolo de la unidad nacional; una democracia, la de Sánchez, que debe huir de jueces prevaricadores como el Magistrado Peinado, que comandan eso que ha dado en llamar lawfare mientras dirige todo su poder presidencial a combatir los medios no adeptos que difunden bulos y crean campañas de desinformación. Tal es su preocupación, que ya consta en su última Estrategia de Seguridad Nacional.

Sánchez propugna más transparencia frente a los bulos y el fango que, dice, difunden los seudomedios. Tendría su gracia si no fuera porque su gobierno desobedece una y otra vez las resoluciones firmes y no recurridas en el juzgado para, simplemente, no rendir cuentas de su gestión personalísima de los asuntos políticos que deben ser de conocimiento público.

¿Usted se imagina desatender una providencia de apremio de la Hacienda Pública que dirige Chiqui Montero porque no está de acuerdo con lo mandado? Pues eso.

A Sánchez no le interesa en absoluto que sepamos cuánto cuestan sus viajes faraónicos en Falcon a los Estados Unidos, acompañado de su mujer, pernoctando en los mejores y más caros hoteles del Upper East Side de New York; o que explique los tejemanejes que se trae con el Rey de Marruecos y las cartas enviadas para aplacar una crisis que aún hoy pervive; tampoco quiere que usted, lector, conozca qué amigos personales del presidente son los que pasan sus vacaciones en las residencias oficiales del Estado a todo trapo y por cortesía del contribuyente, o, como hoy informa este periódico, cuántas veces usó el presidente Sánchez el Palacio de la Moncloa para recibir y cuáles fueron las razones que le llevaron a reunirse en dependencias públicas gubernamentales a un empresario que hoy, al igual que su mujer, la primera dama, están siendo investigados por tráfico de influencias y otros delitos.

Y no quiere que usted lo sepa porque esa maldita prensa, que obtiene todos los documentos que usted lee a diario en El Debate de fuentes oficiales y públicas en el seno de un procedimiento contradictorio seguido contra el gobierno. Gobierno que se sirve de la Abogacía del Estado, como si de un despacho privado se tratara, para atender las necesidades personales de un presidente enamorado y de su amada esposa.

 Julio R. Naranjo, es Socio Director General de ITCD, firma especializada en derecho de la información, transparencia y buen gobierno. Escritor.

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