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TribunaSusana Pérez Quislant

El urbanismo feminista

Estas feministas que se arrogan el derecho de hablar en nombre de las mujeres deberían enterarse de una vez que su feminismo sectario y trasnochado no nos representa, que ellas no nos representan, que la mayoría de las mujeres no concebimos el feminismo desde el enfrentamiento a los hombres

Aún no salgo de mi asombro después de escuchar a la portavoz de la izquierda radical en la Asamblea de Madrid hablar del «urbanismo feminista». Como lo oyen, el urbanismo feminista.

Por si no teníamos suficiente con sus permanentes ocurrencias, como las matemáticas con perspectiva de género o el todos, todas y todes, ahora se han inventado que el urbanismo también tiene que ser feminista en ese uso que han hecho del lenguaje, inventándose y apropiándose términos con los que finalmente han conseguido crear el lenguaje de la izquierda, un lenguaje «sostenible, inclusivo, igualitario, equitativo, para familias monomarentales y por supuesto feminista.»

Dentro de ese lenguaje, ahora se ha incluido el urbanismo feminista, que desarrolla toda una teoría y, como no, lo convierten en movimiento social con base en lo que ellos llaman el impacto del ambiente construido sobre las mujeres. Dicen que el objetivo de este movimiento consiste en comprender qué significa ser mujer en una ciudad y los problemas con los que nos encontramos las mujeres, como si los problemas de las ciudades no los tuvieran también los hombres y no solo las mujeres. Y no se quedan ahí, señalan también que hay que acabar con los sistemas patriarcales y capitalistas que dan forma a la arquitectura y a las ciudades y que han limitado y oprimido a las mujeres.

El urbanismo, así sin apellido, como ha sido siempre, es igual para todos porque no es otra cosa que organizar y ordenar los edificios y los espacios de una ciudad para todos, para los hombres y las mujeres, y, cuando se planifica una ciudad, se tienen en cuenta muchas variables, como la sociología, la economía, la estética, la tecnología, etc. Una ciudad desde luego que no se planifica pensando en la opresión de las mujeres.

Resulta curioso que esta izquierda radical, que tanto dice defender a las mujeres, haya aprobado y aplaudido la famosa y mal llamada «Ley del Sí es Sí» que ha dejado a cientos de violadores en la calle, pero es que tampoco les hemos oído alzar la voz para apoyar, por ejemplo, a la pareja del expresidente argentino Alberto Fernández, imputado por violencia contra ella. Si el imputado hubiera sido, por ejemplo, Milei, les habríamos oído en las calles clamando contra la violencia de género, porque, igual que al urbanismo, esta izquierda radical también le pone apellido a la violencia contra las mujeres y solo la condenan cuando la ejerce alguien que no sea de izquierdas.

No quiero dejar de hablar de las mujeres de Afganistán que carecen de los derechos más fundamentales desde que los talibanes tomaron Kabul el verano de 2021. Desde entonces, las mujeres afganas, además de los estrictos códigos de vestimenta que les obligan a ir tapadas desde la cabeza a los pies, tampoco pueden salir de casa sin la compañía de un hombre, no tienen derecho a la educación superior y están excluidas de la mayoría de los trabajos, entre otras muchas barbaridades. Sin embargo, estas feministas sectarias de la izquierda española parecen no tener nada que decir.

Estas feministas que se arrogan el derecho de hablar en nombre de las mujeres deberían enterarse de una vez que su feminismo sectario y trasnochado no nos representa, que ellas no nos representan, que la mayoría de las mujeres no concebimos el feminismo desde el enfrentamiento a los hombres, que en muchos casos ya hemos alcanzado la igualdad , que damos la misma educación a nuestros hijos con independencia de su género y que no queremos que nos representen como colectivo porque cada una de nosotras somos únicas.

No queremos que hablen en nuestro nombre porque lo que queremos es alzar la voz contra la violencia de género, contra la vulneración de los derechos de las mujeres en Afganistán, Irán, Iraq, Yemen y tantos otros lugares. Queremos que los violadores cumplan íntegramente sus condenas y también queremos que el urbanismo siga siendo exactamente eso, urbanismo para hombres y mujeres, al margen de tanto despropósito.

  • Susana Pérez Quislant es diputada y secretaria tercera de la Mesa en la Asamblea de Madrid