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TribunaJuan José Gutiérrez Alonso

Un día de ira

Se vociferaba continuamente, hasta el desgañite, con una intensidad y energía que nunca había visto, la consigna criminal y genocida «desde el río hasta el mar, Palestina vencerá». No era una manifestación a favor de la paz

La semana pasada me encontré fortuitamente con una manifestación que sólo luego supe que era el acto central de una huelga general estudiantil por Palestina. En la manifestación había, aunque puedo equivocarme, varios cientos de personas, tal vez dos o tres mil, y no sé exactamente cuántos estudiantes.

Los atuendos de decenas de jóvenes, mayoritariamente mujeres, eran los propios de guerrilleros y terroristas de Hamás, aunque entre ellos, la inmensa mayoría, vestían de ordinario ciudadano. Había también un pastor alemán precioso.

Me detuve un momento mientras pasaba la marcha con omnipresencia de banderas sindicalistas, mucho color rojo soviético, y pude escuchar los vítores en favor del pueblo palestino. Se vociferaba continuamente, hasta el desgañite, con una intensidad y energía que nunca había visto, la consigna criminal y genocida «desde el río hasta el mar, Palestina vencerá». Entendí rápido que no era una manifestación a favor de la paz sino en apoyo a los grupos terroristas que operan en la zona contra el Estado de Israel.

Doy por hecho que la totalidad de los presentes en la marcha ignoran las circunstancias y detalles históricos del conflicto de Oriente Medio, puede que ni les interese, hoy rige la consigna y el gregarismo. Lo más destacable de mi casual encuentro, creo, fueron aquellos rostros, voces y gestos desencajados, en los que no se identificaba un deseo de paz sino una intención de aniquilación de los señalados.

En Alemania, ese país que nos gusta citar para según qué cosas, un tribunal condenó hace poco a unos manifestantes por corear la consigna «desde el río hasta el mar, Palestina vencerá». En España, como podemos ver, esa consigna se puede repetir machaconamente durante tiempo sin problemas, hacerse en espacio público y hasta con escolta policial, como era el caso. Nuestra democracia no es militante y puede que nuestro estándar de libertad de expresión ahora resulta el más elevado del mundo. A saber.

Dicen nuestros gobernantes que en lo sucesivo van a evaluar y monitorizar la libertad de expresión y la libertad de prensa para mejorar nuestro sistema democrático, que apuntan en grave peligro. Claro que el peligro, visto lo visto, lo corre quienes no tienen escolta policial y deben medir muy mucho qué se dice, cómo se dice, dónde se dice, o qué se piensa, deduce, infiere, sospecha y hasta intuye de determinados hechos o decisiones. Habría que preguntar a la autoridad gubernativa quién autorizó y encargó la vigilancia de esta manifestación, cómo habría procedido en caso de tratarse, no sé, de un grupo sionista pidiendo el exterminio de la franja de Gaza.

Sea como fuere, por algún motivo, cuando ya pasaba la cola de la manifestación, me acordé del «ETA mátalos», porque aquello era muy parecido, y consiguientemente, de la última gran manifestación en mi ciudad, en la que sí participé y estábamos la totalidad de estudiantes. Fue la de Miguel Ángel Blanco. Pensé que hoy aquella silenciosa y cívica reunión ciudadana ya no sería posible.

  • Juan J. Gutiérrez Alonso es profesor de Derecho Administrativo de la Univ. de Granada