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TribunaJosé F. Martín Cinto

Lo que va de ayer a hoy

Es un hecho constatado el abandono de la religión por muchísimas familias, que hace que se viva realmente de una manera prácticamente atea en cuanto a los principios fundamentales, que hace sin duda, se produzca de manera general, pérdida del respeto, compromiso, moral y honor a todos los niveles

A lo largo de mi ya larga existencia, –pues soy de la generación de 1.938, generación que empieza en plena Guerra Civil en España–, me ha tocado vivir una verdadera revolución, tanto industrial, como de desarrollos intelectuales, científicos y tecnológicos, como no creo haya pasado hasta ahora, en toda la historia de la humanidad. Tras este preámbulo, quiero centrarme en este artículo, en la evolución que me ha tocado vivir desde casi todos los puntos de vista, en lo que se refiere a las relaciones entre la gente joven, al conocerse, al avanzar la relación y como final de esa relación, el matrimonio, si es que llega a producirse.

En mi época de juventud, en una familia católica normal, se sabía que al nacer un hijo, había que bautizarlo lo más pronto posible, para así, recibir el don de la Fe y borrar a ese niño el Pecado Original. A partir de ahí, no había mayores problemas, en que la gran mayoría recibiera una formación religiosa acorde con su edad, que desembocaba en el primer compromiso serio, al recibir la Primera Comunión, habiendo habiendo recibido antes, también por primera vez, el Sacramento de la Confesión. A partir de ahí, la enseñanza de la religión era una asignatura en todos los programas de educación de los colegios públicos y privados. Con independencia del grado de intensidad con que se recibía esta asignatura, según el centro educativo, todos recibían la suficiente base para saber distinguir perfectamente lo que era bueno y lo que era malo, el concepto de moral y a su vez los principios de respeto en las familias, entre padres e hijos. En ese contexto, era lógica la obediencia a los padres en la vida familiar y luego al independizarse los hijos, se mantenía de manera natural el cariño y el estar de una manera u otra siempre unidos como familia.

Todo esto, ha sufrido un gran cambio, que casualmente se empieza a notar con más intensidad, con la llegada de la democracia y la Constitución del 78, que ha traído un sistema parlamentario basado en partidos políticos y que en la cúspide del sistema, está la Jefatura del Estado encarnada por el rey, que en estos momentos es Felipe VI.

En esta situación, se produce el hecho innegable que en los colegios, la asignatura de religión pasa a ser «una maría», que a nadie importa, frente a las demás disciplinas, o como ha ido sucediendo en el tiempo, se fueron suprimiendo, al no representar nada importante en la educación moderna de los hijos. A raíz de esto y mal que me pese, todo empieza a tambalearse en lo que se refiere a principios morales básicos y al respeto debido entre todas las personas con independencia de la edad o situación en la vida. Llama la atención de forma principal, cómo se va orientando todo hacia el sexo por el sexo ,que se interpreta como un gran logro de la sociedad actual.

Es un hecho constatado el abandono de la religión por muchísimas familias, que hace que se viva realmente de una manera prácticamente atea en cuanto a los principios fundamentales, que hace sin duda, se produzca de manera general, pérdida del respeto, compromiso, moral y honor a todos los niveles.

Podría extenderme con mucho más detalle, el analizar esta situación, pero creo que es suficiente, para tratar de entender, que las relaciones entre gente joven, se han distanciado mucho de lo tradicional. Creo que es hora de dejar por escrito, que según lo que yo veo muy a menudo, una pareja se conoce y a los quince días se van a pasar juntos un fin de semana, a un lugar cualquiera, confundiendo el verdadero amor, con la simple atracción y pasión propia de la juventud. Una consecuencia de esta situación que vivimos, es la falta de compromiso para querer formar una verdadera familia, con los principios esenciales del amor, con fidelidad y entrega mutua, en ese maravilloso proyecto de vida en común. También es un hecho que la situación actual de la mujer con relación al hombre, se puede decir que no se sabe compaginar, ya que esta contrastado que las mujeres tienen las ideas mucho más claras, tanto en lo que a las relaciones se refiere, como a tener que adquirir compromisos, tanto personales como de trabajo, cosa que no está sucediendo en los hombres desde muy jóvenes y hasta pasados en muchos casos, de la treintena de años. Así está sucediendo, que cuando una pareja tiene una relación que aparentemente avanza, suele ocurrir que al llegar el momento de dar un paso más definitivo, los hombres se echan atrás y prefieren seguir viviendo una especie de eterna juventud y resultando en muchos casos, el conseguir mantenerse de manera lo más posible, en la casa de los padres.

No sé explicar mejor y sin dañar mucho, lo que de verdad creo que está pasando, pero lo que sí sé como católico, es que el matrimonio católico es un sacramento instituido por nuestro señor Jesucristo, como todos los demás sacramentos y que para recibirlo, se necesita de una preparación y compromiso grande de la pareja, que se debe cimentar en el noviazgo, que es donde de verdad se van conociendo y preparándose para un proyecto de vida en común y viviendo con mucho amor esa maravillosa etapa y con un respeto profundo entre los novios. Es tan importante esta etapa, que no se puede olvidar que son los novios los que se administran frente a Dios, el sacramento del matrimonio, con la carga de responsabilidad y amor a Dios, se tiene al mismo tiempo. No puedo dejar de recordar, que el fruto principal del matrimonio son los hijos nacidos de ese amor mutuo de la pareja que con valentía, sin ofender a Dios, pero con mucha responsabilidad, puedan enriquecer su matrimonio

Es muy complicado, resumir en un artículo, toda la evolución, que creo está siendo muy negativa en temas fundamentales en la actual juventud, que hace que muchas veces y sin que se den cuenta, en ciertos aspectos se convierten en viejos prematuros, las mas de las veces muy vacíos por dentro y sin haber encontrado la verdadera felicidad, al haber prescindido totalmente del amor basado en el Amor de Dios por el hombre.

  • José Fernando Martín Cinto es licenciado en Ciencias Físicas