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tribunaAntonio Bascones

DANA y covid, dos tristes episodios y una sola ideología

Por encima de todo esto subyace la idea que este desastre se podía haber evitado con unas obras de ingeniería que ya hace años se perfilaron, pero que la ideología de unos, las envidias de otros y la mezquindad de algunos grupos dejaron al margen la idea extraordinaria que significaba el plan hidrológico que ha terminado por llevarnos a la devastación total

Cuando aún resuenan los ecos de la horrible epidemia que hemos pasado, donde las muertes, la desolación y el dolor han traspasado los límites de familias, pueblos y ciudades, nos encontramos con uno de los acontecimientos más graves que ha azotado a las personas y conmovido a un país que bosteza todavía de los retazos de sufrimiento que dejó la pandemia. No nos habíamos recuperado y aparece este azote con el estruendo que conlleva el daño y el calvario. La adversidad se ha cebado en una parte de la población. La gente se ha quedado clavada sin saber actuar, pero de pronto se ha levantado una nube de solidaridad que circula por Valencia y sus pueblos dando esperanza a las familias. Son multitudes que han llegado con su esfuerzo individual a poner una gota de esperanza en el ser humano. Episodios como estos son lo que te hacen pensar en la disociación que existe entre el pueblo y la ideología, entre las personas y los políticos que, aunque también son personas, a veces no lo parecen.

No existen palabras para explicar lo que ha pasado, pero la ideología trata de relatarlo a su manera, y dependiendo de quien cuenta la historia la cronología es distinta, pero los resultados son los mismos. Y cuando aún hay cadáveres que descombrar, muertos que localizar, barro y lodo que eliminar, una manifestación inunda las calles de Valencia para pedir no se qué. Las personas se lanzan el légamo y los abruptos, unos sobre otros, que como el barro están enlodando más, si cabe, el espacio.

En estos momentos de la vida lo más importante es restañar heridas, curar sentimientos y tratar de volver a la normalidad. Cuando todo pase, dentro de semanas, se podrá evaluar, diagnosticar con juicio ponderado lo que ha pasado. Y entonces dato mata a relato. El juicio crítico de los expertos sin ambages políticos decidirá la etiología de lo que ha pasado y si les dejan harán el tratamiento adecuado que, por supuesto, debe ser sin doctrinas sesgadas y sólo basado en la ciencia y en la razón. Será difícil en estos tiempos en que la desinformación cabalga a lomos de la mentira, pero hay que intentarlo.

Sin embargo, por encima de todo esto subyace la idea que este desastre se podía haber evitado con unas obras de ingeniería que ya hace años se perfilaron, pero que la ideología de unos, las envidias de otros y la mezquindad de algunos grupos dejaron al margen la idea extraordinaria que significaba el plan hidrológico que ha terminado por llevarnos a la devastación total.

¿Nadie pone un punto de razón en este infortunio? Por ideología se ha rechazado la ayuda europea que diez días más tarde se solicita. Por ideología no se enviaron el primer día miles de militares que estaban deseosos de participar y ayudar. Por ideología se despreciaron ayudas que hubieran sido fundamentales y que, la solidaridad del pueblo ha tenido que atender con la sola idea de socorrer en la medida de sus posibilidades. Ha sido, y es en este momento, una exhibición de entrega, de fraternidad que hace pensar que aún anidan en el alma humana brotes de esperanza. Muchas veces me he referido a la ideología como mal endémico de ciertos sectores que solo sirve para retrasar la ayuda y socavar los sentimientos de los que sufren. Pero por encima de todo, está la esperanza de un pueblo que se levanta con fuerzas renovadas y que finalmente verá la luz de un nuevo despertar. Habrá muchos que no aprenden de los estragos de esta falta de responsabilidad. En otro orden, pero con la misma base conceptual, teníamos hace poco la pandemia del virus letal que se podía haber evitado, en una gran parte, si no hubiera habido manifestaciones y concentraciones que a nada conducían y que sólo tenían un soporte ideológico. Y así vamos, poco a poco, destruyendo valores, tratando que el pensamiento único sea el que predomine y socavando lo mejor de la persona. Se soslaya la razón, los sentimientos, la prudencia en los juicios y la mesura en la actuación. Pero finalmente, la certidumbre que habita en una gran parte de la sociedad confortará a los desfavorecidos de la DANA y del Covid.

El que desconoce la verdad es un ignorante; pero el que la conoce y la desmiente es un criminal (Bertolt Brecht).

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España