Enrique Urquijo, 25 años «desde que no nos vemos»
Como poeta y alquimista supo transformar las derrotas afectivas en hermosas y melancólicas melodías. Y escrita sobre un vidrio mojado, convirtió cada estrofa, que brotaba desde lo más recóndito de su alma herida en un himno a la tristeza y la soledad
Este 17 de noviembre se cumplen 25 años del fallecimiento de Enrique Urquijo, fecha en la que la nostalgia y la tristeza suelen coincidir. El líder y cofundador del grupo Los Secretos se marchó inesperadamente por el bulevar de los sueños rotos, en una noche tan oscura como fría.
Sucedió en su querido Madrid, escenario habitual de sus aventuras y desventuras. Allí, en la zona de Malasaña, cerca del barrio de Argüelles que le vio crecer, le sorprendió la muerte. Fue en esa calle del olvido, donde solía refugiarse cuando le asaltaban unas pesadillas interiores recurrentes.
Tenía 39 años y una hija de corta edad. La pequeña María, a quien dedicó una hermosa composición, parecía haberle devuelto las fuerzas para superar su enésima recaída emocional. Sin embargo, no fue así.
La noticia sobrecogió al panorama musical nacional. No en vano, numerosos colegas acababan de perder a un referente profesional y personal.
De igual modo, los seguidores que le acompañaron fielmente durante dos décadas estaban devastados. Desde los inicios habían caído rendidos ante el influjo de Enrique y su banda. Las sencillas letras, nacidas de sentimientos a flor de piel, llegaban directamente a esos corazones rotos para consolarlos.
Como poeta y alquimista supo transformar las derrotas afectivas en hermosas y melancólicas melodías. Y escrita sobre un vidrio mojado, convirtió cada estrofa, que brotaba desde lo más recóndito de su alma herida en un himno a la tristeza y la soledad.
Siempre hay un precio
Esa sensibilidad especial —artística y humana— también sería su peor enemiga. Marcado por un carácter frágil y vulnerable, sufría extraordinariamente ante cualquier adversidad propia o ajena. Como afirmó una persona de su entorno: «Le dolía la vida». Esto hizo de su existencia una montaña rusa, caminando al filo del abismo, y en ocasiones, sin dirección junto a su amiga mala suerte.
Tampoco le ayudó su forma de ser introvertida y huidiza, ni su timidez. Alejado de los convencionalismos de la fama, le aterraban algunas actividades públicas como las promociones discográficas o las entrevistas.
Todo ello lo intentó combatir con unas experiencias químicas artificiales que le arrebatarían la vida casi dos décadas después.
Una persona generosa
Al margen de esos rasgos inherentes a una personalidad compleja, destacaba su gran sencillez, generosidad y humanidad. Quienes le trataron de cerca así lo confirman: «A Enrique no le interesaba el (su) dinero. No hacía nada por dinero».
Sin embargo, se preocupaba de todos los que le rodeaban: «Si sabía que tenías cualquier problema económico o personal, se interesaba por ello. Te ayudaba sin pedírselo», asegura un colaborador suyo.
Por otra parte, y aunque resulte extraño y contradictorio, ese mismo entorno subraya su gran sentido del humor y su carácter divertido y alegre.
Un legado eterno y atemporal
Con Los Secretos, Enrique publicó nueve discos, que suman un centenar largo de temas, evolucionando del pop al country-rock, cuando nadie cultivaba este último género en nuestro país.
No obstante, su legado trasciende lo puramente cuantitativo, instalado sin fecha de caducidad en el acervo cultural español. ¿Quién no ha escuchado alguna de sus canciones?
Ajeno a las modas imperantes, siempre desarrolló un estilo propio. Como explica su hermano Álvaro Urquijo en una entrevista, esa 'independencia' supuso un obstáculo para el grupo en sus inicios: «Al no considerarnos del movimiento de los modernillos (movida madrileña), no nos invitaban a programas de televisión como La Bola de Cristal o La Edad de Oro».
Precisamente, el nombre del grupo procede de su nula presencia en los medios de comunicación. Y es que a inicios de los 80, la televisión resultaba esencial para darse a conocer. No obstante, los programas radiofónicos musicales —el otro gran medio de masas— se convertirían en su catapulta.
Los ‘problemas’ de Enrique
Con el objetivo de tomar oxígeno de las multitudinarias giras con Los Secretos, Enrique fundó en 1992 una banda alternativa. Con Los Problemas lanzó dos discos, cuyos temas interpretaba durante el invierno en pequeños locales, como el mítico El Sol.
De ese modo, junto al acordeón de su inseparable Begoña Larrañaga e Iñaki Conejero (antiguo batería de Los Secretos) y otros músicos, cultivó una faceta artística más personal e introspectiva. Ese repertorio, que tocaba hasta el amanecer loco porque una buena chica le diera las llaves de su dormitorio, estaba compuesto principalmente por rancheras de otros autores, así como por versiones propias de algunos temas pertenecientes a su banda principal.
Enrique vivió para la música y su público. «Solo sé hacer canciones, buenas o malas, pero canciones que a la gente le ayudan a ser feliz y eso es lo único que me importa», declaró el genial vocalista.
Uno de sus managers recuerda la dificultad habitual que tenía para conseguir que abandonara el escenario, tras haber superado con creces el tiempo previsto del concierto.
Himnos intergeneracionales
Como corolario, poner en valor la atemporalidad de unas canciones que han sobrevivido al paso de varias décadas y de infinidad de tendencias musicales. Por ello siguen siendo un nexo intergeneracional, uniendo a padres, hijos y nietos entorno suyo. Eso sin obviar que su música ejerció una importante influencia en otros artistas coetáneos y posteriores.
Enrique, te he echado de menos hoy, exactamente igual que ayer.
- Javier Prieto es periodista