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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Matar a Ayuso

Sánchez ha intentado matar civilmente a Ayuso mientras viaja clandestinamente a Bélgica a honrar al delincuente Puigdemont

El fiscal general del Estado es la vara de medir de Sánchez, el policía corrupto que escolta al comisario mafioso y saca la placa para cometer el delito con impunidad. El debate ocioso sobre quién filtró las conversaciones privadas del abogado del novio de Ayuso con la Fiscalía es tan burdo como el de poner el acento en modificar la acusación popular.

Ambos se lanzan para esconder la naturaleza de los hechos y lo sustantivo del asunto: que el responsable del Ministerio Público se comporta como Luca Brasi con Vito Corleone y que la esposa, el hermano y la mano derecha del presidente del Gobierno están imputados por delitos, de distinta intensidad, pero todos infames.

El ruido y el humo de todos los pretorianos de Sánchez, que le fabrican malas coartadas y le secundarían aunque le grabaran perpetrando una fechoría, no dan ya para tapar el hedor de un vertedero con epicentro en La Moncloa.

Tenemos un fiscal general que fabrica casos para acabar con un adversario político incómodo, al igual que un presidente del CIS que manipula sondeos para inducir el voto, uno del Constitucional que anula sentencias andaluzas impecables y aprueba amnistías catalanas ilegales y otro más de RTVE que da pábulo a todos los bulos sanchistas y disimula todas sus barbaridades.

García Ortiz, que tiene apellidos de árbitro comprado, montó un dispositivo para acabar con Ayuso, equivalente a disparar a un rival por la espalda, en un callejón oscuro, embozado en un pasamontañas, y tirar luego la pistola al río. Y cuando hizo el trabajo sucio, llamó a la Moncloa para confirmar que el encargo había sido atendido.

Las licencias literarias no estropean lo sustantivo del asunto, que es la legalización por las bravas de la persecución al demócrata y el indulto preventivo del delincuente si es familiar o socio del jefe del clan, todo ello respaldado en público por un coro sincronizado de medios y comunicadores dispuestos a justificar cada tropelía por la necesidad de defender un bien mayor, el progreso, amenazado por crueles hordas reaccionarias.

Hubo un tiempo en que los abusos individuales cometidos en el seno de un Gobierno no definían al Gobierno en su conjunto y podía extirparse el tumor, aunque fuera traumáticamente: hoy el Gobierno es un tumor en su conjunto, que hace metástasis en cada institución del Estado, transformada en una herramienta más para perpetuarse en el poder y dotarse, a la vez, de una especie de inviolabilidad retroactiva.

Convertir la Fiscalía General, el Constitucional o el ente público en una especie de sicariato al servicio del patrón y, al mismo tiempo, malversar la misión del Congreso para transformarlo en una cámara de aprobación de leyes fraudulentas al servicio de la Camorra, resume el sanchismo: ese Régimen que intenta asesinar civilmente a Ayuso y viaja clandestinamente a Waterloo a rendir pleitesía a Puigdemont.