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TribunaJuan José Gutiérrez Alonso

Bobos y bribones

Las posiciones europeas en el actual conflicto, como en casi todos los históricos, no presagian nada bueno porque han elevado la situación a un desencuentro de tipo ideológico. Ya no se trata solamente de una guerra en Ucrania, sino de un conflicto ideológico a gran escala porque es mayor el deseo de desgaste o afrenta a Trump que el de pacificar la zona

Esta orgía de frivolidad, lamentos y delirios contra los nuevos inquilinos de la Casa Blanca se debe, esencialmente, al desconocimiento generalizado que sobre EE.UU. hay en Europa, pero también a la ausencia total de imágenes de guerra durante estos ya largos tres años. Circunstancia que ha provocado que una guerra se conciba en la opinión pública y gabinetes de prensa como una especie de videojuego o realidad paralela, algo vaporoso e intangible, casi irreal o inexistente.

La primera cuestión me temo que no tiene solución porque la actual dirigencia europea, una versión muy empeorada de las precedentes, no tiene arreglo. No hay una sola figura con el conocimiento, experiencia y la visión estratégica necesaria para remediar una desconexión sin precedentes a ambos lados del Atlántico, y si surgiera, se le exterminaría civilmente. La segunda solamente tendrá arreglo cuando la nacionalidad de los muertos en campos de batalla sea propia o la de nuestros vecinos, es decir, cuando se tome conciencia de qué es o qué supone una guerra.

El doctor Morell daba sustancias psicotrópicas a Hitler para mantenerle activo como sabemos, pero a los ciudadanos europeos nos han suministrado ideología, prejuicios, sesgos y reduccionismos en cantidades industriales. Hasta tal punto esto es así, que quienes controlan los medios y el mensaje público, siguen convencidos y siguen convenciendo diariamente de que Trump les debe algo, que debe decidir conforme a su gusto, y que el granjero de Wisconsin tiene obligación de sufragar la seguridad y el bienestar a todos aquellos que les detestan y desprecian a este lado del océano.

En este carnaval de despropósitos, sobre el cual ya ni merece detenerse a dar argumentos porque la trinchera está cavada con insólita profundidad y no nos vamos a convencer de algo diferente a lo ya decidido, hay quien critica las formas de Trump y Vance aunque no tanto sus razones. Ni siquiera en esto puedo estar de acuerdo porque nunca hubo semejante sobreexcitación cuando a ambos se les ha llamado y se les ha dedicado improperios de todo tipo e intensidad.

Ver a los irrespetuosos reclamar respeto y diplomacia es algo alucinógeno ¿Por qué deben tratar con tarjetita de filo dorado o con recursos florentinos a quienes hasta la muerte le han deseado? Recibirles y considerarles igual es hasta desproporcionada cortesía. No alcanzo a comprender por qué no entienden el desafecto quienes más desafectos han cultivado durante años.

El paso del tiempo y los acontecimientos van a poner a cada cual en su sitio. El orgullo precede el desastre como la soberbia a la caída. Hay, no obstante, quienes tienen motivos y razones para hacer despliegue de orgullo y de soberbia y hay quienes no están en situación. Cada cual verá qué hace y cada cual es dueño de su destino.

Nadie debería olvidar, eso sí, los giros de guion que siempre nos han procurado el devenir de los acontecimientos, sobre todo cuando muchos de los que hoy parecen en las fotos tienen los días contados. Antes de revisar este texto Trudeau aún estaba ahí agitando con entusiasmo, y el gobierno de Portugal no había caído. Ignoro también por qué Macron habla con esa determinación si en Francia ya no le quiere nadie.

Recuerdo cuando Stalin se alineó con Hitler para destruir el capitalismo y el mundo libre, también para repartirse Polonia, y acabó aceptando la ayuda de EE.UU. y de la comunidad judía para poder destruir a Hitler. Más tarde, los EE.UU. comprendieron que ayudaron a uno igual o más criminal que Hitler, y empezaron a comprender el mundo que venía, una época de oscuridad que afectaría especialmente a Europa, donde no se habían enterado de nada y, sin embargo, se mostraban altivos y desafiantes. Por cierto, a Polonia la dejaron tirada los aliados en Yalta cuando tuvieron que mirar sus propios intereses. Hasta los franceses, en ese alarde de valentía que les llevó a no combatir ni media hora, se colaron allí de la mano de Churchill, que no confiaba en nadie y sólo le importaba Grecia y el canal de Suez. Qué triste espectáculo y pobres polacos, hoy tan entusiasmados con alemanes y franceses.

Las posiciones europeas en el actual conflicto, como en casi todos los históricos, no presagian nada bueno porque han elevado la situación a un desencuentro de tipo ideológico. Ya no se trata solamente de una guerra en Ucrania, sino de un conflicto ideológico a gran escala porque es mayor el deseo de desgaste o afrenta a Trump y a todo lo que representa políticamente o combate, que el de pacificar la zona. Recuerda un poco a aquello de que si en los palestinos es mayor el odio a Israel que el amor a sus hijos, difícil solución habrá.

En la II GM sucedió algo parecido, aunque ya nadie se acuerde. Tanto Alemania como Japón y la URSS se propusieron acabar con el mundo libre que entonces representaban EE.UU. y los aliados europeos. Ya sabemos cómo se desarrolló la contienda, que sólo pudo cerrar, precisamente, EE.UU.

La pregunta hoy seguramente sea otra ¿Sigue siendo Europa representante del mundo libre o, como predijo Thomas Jefferson, más bien se ha convertido en el domicilio de despotismos y de ahí sus simpatías, pendencias y cercanía con todas las satrapías mundiales, desde Hispanoamérica hasta Asia, y su animadversión a la libertad de expresión y al pluralismo político? En Ucrania ahora mismo se apunta cambio de fronteras y desplazamientos, un drama, pero ni media palabra se dijo cuando hace nada Azerbaiyán se quedó parte de Armenia provocando el desplazamiento de miles de armenios. Ellos, los entendidos, sabrán los verdaderos motivos, qué es y qué no es una amenaza, un aliado o un riesgo, aunque muy claro no parece que lo tengan.

  • Juan J. Gutiérrez Alonso es profesor de Derecho Administrativo de la Univ. de Granada