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Vacaciones de lujo para toda la familia

Ahora que vivimos cinco días de tregua en la vida agitada que nos atrapa, es el momento perfecto para algo tan sencillo como prometedor: una desintoxicación digital familiar. No hace falta irse a un monte remoto o entregarse a la vida zen

Actualizada 01:30

¿Y si estas vacaciones cambiaran la vida de tu familia? No como en esas tazas buenrollistas que dicen: «Familia, mi lugar favorito en el mundo», mientras cada uno desayuna con una pantalla distinta.

Muchos adultos nos hemos unido el Jueves Santo a las vacaciones escolares, con cinco días por delante que suenan casi a leyenda. Imagínate que, de verdad, lograras un punto de inflexión en la calidad de vida de tu familia.

María y Paula van a pasar unas vacaciones diferentes. Tienen 11 años y el fin de semana pasado cerraron la cuenta de TikTok que habían abierto ilegalmente. La clausuraron con sus madres tras una sesión de formación en la que muchos abrieron los ojos a lo que estaba pasando con sus hijos. Ese jueves por la tarde se cerraba un trimestre de más de cuarenta talleres sobre afectividad y sexualidad dirigidos a menores entre 9 y 14 años. Muchas horas respondiéndoles preguntas (algunas, créeme, aberrantes); compartiendo conversaciones con sus profesores y orientadores; aprendiendo y enseñando a padres y madres que se sienten desbordados.

Sinceramente: es duro hablar de porno con niños, pero es vital prevenirles. Muchos están accediendo con ocho años: en su tablet, en casa del amigo, en los vestuarios de su equipo o en el móvil de los abuelos. En el terreno de juego, constatas las estadísticas. Unos chavales de nueve años me decían: «Que lo escuche éste, que come mucho porno desde los seis». El Covid se queda pequeño al lado de una pandemia pornográfica silenciosa que está infectando a nuestros niños y empujando a muchos adolescentes a la adicción (y engrosando los beneficios de grandes empresas a costa de ellos).

Quizás esa perspectiva da escalofríos. Sobre todo impacta el iceberg que hay debajo. Demasiados menores con trastornos de ansiedad, una tasa disparada de autolesiones y suicidios, una autoestima machacada por los likes, los filtros, el bullying24/7 o el abuso de adultos; niños sumidos en una hipersexualización que los atrapa en la moda, en las letras de las canciones, en las coreografías y retos virales; adolescentes que chatean horas desde casa pero no se hablan en la escuela, que quedan para jugar y acaban cada uno encorvado en su dispositivo; futuros adultos que crecen sin la capacidad de distinguir un dato verosímil de una información verdadera.

Michel Desmurget, en su libro La fábrica de cretinos digitales, con un título tan provocador como documentado, lanza un aviso contundente: estamos criando una generación menos empática, más impulsiva y con menos capacidad de concentración. También Jonathan Haidt, en La generación ansiosa, advierte que nuestros hijos ya no son conejillos de indias. La generación en la que aún no conocíamos los efectos del smartphones en menores es precisamente la que ahora está masacrada por esas enfermedades mentales y problemas cognitivos. Ahora los datos hablan solos. No podemos mirar a otro lado.

La segunda pandemia silenciosa y lacerante es su soledad: la que están padeciendo en sus propios hogares. La desestructuración de muchas familias, la ausencia de padres y madres, ha convertido a esos niños en hijos invisibles. Niños huérfanos adoptados por el algoritmo. Niños sitiados por un dolor y aislamiento que no pueden compartir con nadie y que después revienta en comportamientos que nos descolocan y/o aterrorizan.

La buena noticia es que hay esperanza. Una madre decía: «Esto es la guerra. Y no sé qué hacer». Tenía razón. Es una guerra encubierta que puede destruir a nuestros hijos. Y como en toda guerra, hace falta un escudo. El primer escudo es una educación cimentada en el amor incondicional.

Ese escudo parental no es una App. Ni una contraseña. Ni una herramienta para contar minutos online. Ese escudo eres tú, protegiendo su corazón. Con tus dudas. Tus errores. Tu cansancio. Sobre todo con tu presencia: construyendo un vínculo fuerte basado en la confianza de quien acompaña en los gozos, las derrotas y los miedos.

En este mundo de prisa y notificaciones, el tiempo se ha convertido en un lujo. Un lujo que necesitamos invertir en lo más valioso: nuestra familia. Lujo que no se puede comprar en Amazon, pero que está a menos de un click de distancia y es gratis.

Miguel Ángel Martínez-González, en su último libro 12 soluciones para superar el reto de las pantallas, lo expresa con claridad: existen padres y madres influencers porque se han ganado una autoridad moral que suscita una íntima admiración por parte de sus hijos.

Ahora que vivimos cinco días de tregua en la vida agitada que nos atrapa, es el momento perfecto para algo tan sencillo como prometedor: una desintoxicación digital familiar. No hace falta irse a un monte remoto o entregarse a la vida zen. Basta con desinstalar redes unos días (y experimentar en carne propia que no se termina el mundo). Y dar rienda suelta a la vida auténtica. Cocinar sin tutorial. Disfrutar de las conversaciones nocturnas con tu cónyuge sin que el móvil se meta en la cama, porque ha sido desterrado a un remoto rincón. Pasear. Disfrutar escuchando. Descansar, de verdad, juntos.

Lo obvio también se ha convertido en lo más revolucionario. Míralos. A los ojos. Con ternura. Diles —sin palabras, con los hechos—: «Me importas mucho más que esta pantalla».

Así, cuando veas el siguiente reto viral desmadrante, la serie de Adolescencia de Netflix o el reportaje del chaval que se suicidó tras una relación con un chatbot… no temblarás pensando: «¡Qué horror de mundo!». Volverás a preguntarte: «¿Qué puedo hacer yo, hoy, aquí, con los míos? ¿Cómo caminar a su lado en alma y cuerpo?».

Bienvenido a las vacaciones de lujo: esa existencia real que no necesita una foto perfecta para tu perfil. Ah: si además eres cristiano, estás de suerte. Se oye mejor a Dios cuando hay silencio en el alma. Y estos días su Amor tiene mucho que decirte.

  • Teresa Gutiérrez de Cabiedes Fundación Familias Protagonistas
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