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Hacer un Pemán para cuidar el pendón

La literatura española está en deuda con el El Debate. La historia es conocida, pero tan deliciosa que bien se puede repetir en estos días de celebración por el nuevo lanzamiento. El joven José María Pemán quería ser poeta y ya está. Había publicado su primer libro: De la vida sencilla (1923) y, ufano, se lo mandó, entre otros, a Ángel Herrera Oria. Éste apenas echó cuenta a los poemas. Lo narra, tan resignado como divertido, el propio Pemán: «Unos elogios, parcos, a mis versos; y en seguida una pregunta directa: '¿Por qué no me manda usted algo en prosa?'».

Se lo estaba pidiendo para El Debate. El móvil lo explica el todavía poeta —a un tris de convertirse ya en gran columnista— gaditano: «Faltaba como una banderita en la torre. Herrera buscaba una sonrisa para la cuarta página de El Debate». Muchos años después, cuando está escribiendo sus memorias, Pemán sigue asombrado y apenas puede explicarse el misterioso instinto literario de Herrera Oria: «Fue una maravilla de penetrante sagacidad que adivinara en mí la posibilidad de darle lo que deseaba. Los versos de De la vida sencilla, que motivaban la visita, no anunciaban nada de esto. Pero él insinuó que acaso no estaba todo yo en aquellos versos. Mi ligero ceceo, mi condición de andaluz, le hacían adivinar que yo tendría otro mundillo ligero y gaseoso escondido detrás de la fachada grave y patriarcal de mi primera poesía». Todavía más nos asombramos nosotros de la penetrante sagacidad herreriana. Pemán, que hizo muchas cosas y muy bien, fue un articulista magistral, más profundo y trascendente cuanto más ligero y gaseoso; y se lo debemos a Herrera Oria. La literatura española ganó con la operación una de sus cumbres en el género del columnismo.

Un periódico aspira a ser una visión propia y completa de la vida nacional.Enrique García-Máiquez

No debemos olvidar, sin embargo, que la perspicacia de Herrera Oria era doble. Por un lado, adivinó o profetizó o proyectó al articulista, sí, y el tono de ese articulista; pero, por el otro lado, se dio cuenta de la importancia de «la banderita en la torre». Un periódico aspira a ser una visión propia y completa de la vida nacional. La actualidad  –lo saben los ingleses que dicen: «No News, good news»–  suele ser rabiosa. Pero la realidad tiene muchas facetas y la mayoría son excelentes, porque en ella entran todas las no–noticias: las alegrías familiares, las relaciones con los vecinos y con los amigos, las honduras de la fe, el trabajo cotidiano, callado, concentrado, etc. Sin una sonrisa que ondee sobre todas las noticias o frente a ellas, la panorámica ordenada que debe ser siempre un periódico se queda coja, como un claroscuro sin claros. O como un castillo sin su gallardete en la torre de homenaje.

Basta, como percibió Herrera, una banderola en la cuarta página o en la sección de Familia y Religión (¿dónde mejor?). Con ella, cada cual recordará su propia sonrisa flameando en sus propias almenas, y todas las piezas encajarán mucho mejor en su sitio, incluyendo las noticias.

Y todavía acertó más Herrera que Pemán. Se pensaba éste que, en vez de su talento, eran su ligero ceceo y su condición de andaluz lo que convencieron al fundador de El Debate para encargarle la banderita. Ojalá. Porque la condición de paisano y un ceceo de sobra los tengo yo también, pero no la volatería, que eso no va por términos municipales, por desgracia. Ya me gustaría. Con todo, por la alegría de escribir en El Debate, por ponerme bajo la sombra tutelar de don Ángel Herrera Oria, por inveterada admiración a Pemán y por hacer honor a esta sección de Familia y Religión, nada menos, me propongo cuidar del pendón. Que no supone no mirar lo que pasa, aunque sea malo, sino saber que, en todo caso, la vida merece la pena y que nada ni nadie va a amargarnos la fiesta fácilmente. Y mucho menos lo vamos a hacer nosotros mismos para aparentar una profundidad de trampantojo. 

Samuel Johnson en su enjundiosa tertulia londinense, advertía, de pronto, a sus joviales amigos: «Muchachos, vamos a ponernos serios, que ahí llega un tonto». A las páginas de El Debate no llegarán los tontos, así que podremos sonreírnos y hasta reírnos mientras tratamos los temas más serios. Como José María Pemán se pasó la vida cumpliendo las expectativas proféticas de Ángel Herrera Oria, nos ha puesto más fácil «hacer un Pemán» en la medida de nuestras posibilidades. El camino está abierto y transitable. Ahora nos queda el reto y el gustazo de recorrerlo.