Conversos del Islam: algo está pasando
Nuestro colaborador aborda una realidad obviada: la de los musulmanes que están abrazando el cristianismo gracias a la labor evangelizadora
No son raras las situaciones en las que resulta difícil encontrar un encaje en la vida de la Iglesia a los conversos. Marcados muchas veces por una experiencia excepcional, por un momento de gracia extraordinario, no es fácil integrarse en el flujo ordinario de la vida ni convivir con quienes, en muchas ocasiones, se contentan con ir tirando. Además, pasados los primeros entusiasmos, no es extraño que sean mirados con recelo por muchos católicos de toda la vida, que a veces descubren residuos de su vida pasada en los lugares más inverosímiles. El caso de John Henry Newman es paradigmático: la excelente biografía que ha escrito Víctor García Ruíz deja constancia del rosario de trabas, calumnias y falsas denuncias que tuvo que soportar tras su entrada en la Iglesia.
Pero no vayamos tan rápido. Antes de los problemas de acogida se tiene que producir la conversión, un movimiento de la gracia, está claro, pero también un paso que ha de dar la voluntad para abrirse a esa acción de la gracia y para actuar en consecuencia. Es aquí cuando uno puede toparse con la presión del entorno, que puede ser tan fuerte como para abortar el proceso. Es lo que ocurre a menudo en el mundo islámico, donde la apostasía está penada con la muerte. Al no existir en el islam distinción entre lo político, lo religioso, lo social… abandonarlo supone enajenarse por completo, cortar irremisiblemente con todos los vínculos, incluidos los familiares. Es lo que explica Joseph Fadelle en su estremecedor relato autobiográfico El precio a pagar. No es de extrañar pues que, aunque los rumores de conversiones de musulmanes no cesan de llegar, e incluso se habla de cifras enormes en países como Irán, es muy difícil establecer su número con precisión.
La presión del entorno y la pérdida de todo lazo con la familia aboca a los nuevos cristianos a situaciones de precariedad
Pero este escenario cambia en los países occidentales, donde los musulmanes ya no viven bajo el régimen de la sharia (aunque en algunos barrios y poblaciones se va imponiendo de facto) y, al menos en teoría, tienen más facilidades para abrazar la fe cristiana. La realidad, no obstante, es que las dificultades siguen siendo enormes. La presión del entorno no se relaja y la pérdida de todo lazo con tu familia y amistades aboca a los nuevos cristianos a situaciones de grave precariedad. Por otra parte, son muchos los sacerdotes reticentes a aceptar conversos procedentes del islam, temerosos de posibles represalias, y muchos también los católicos que los miran con sospecha y una cierta aprensión.
Para abordar estos problemas son varias las iniciativas que han nacido en Francia, el país europeo con mayor número de población musulmana, casi 6 millones. Empezando por el Fórum Jesús el Mesías, una idea de un argelino originario de la Cabilia y convertido en los años 70, Mohammed-Christophe Bilek, que empezó su andadura en 2013. Se trata de encuentros en los que los conversos dan su testimonio y se conocen entre sí, al tiempo que conocen a otros católicos que quieren ayudarles y se forman sobre cuestiones relacionadas especialmente con las diferencias entre fe católica e islam. Realizan pues una doble actividad: acompañar a los antiguos musulmanes que han abrazado la fe en Cristo y formar a católicos que puedan ser misioneros entre los musulmanes. Como explica Anne Gouadain, coordinadora del Fórum, el nombre de «Jesús el Mesías» retoma el modo en que Jesús es presentado en el Corán, «Al Massih», un epíteto cuyas implicaciones desconocen la mayoría de los musulmanes pero que es utilizado como una «puerta para anunciar a los musulmanes que, aunque hay muchos profetas, sólo hay un Mesías».
Evangelización y acogida
Precisamente del Fórum Jesús el Mesías nació Misión Ismeria, dirigida por el antiguo director de Ayuda a la Iglesia Necesitada, Marc Fromager, y volcada en la ayuda a los conversos procedentes del Islam y en la labor evangelizadora. Para ello, es prioritario atender a los conversos procedentes del islam que encuentran en ocasiones graves dificultades para proseguir con una vida normal tras su entrada en la Iglesia. Así, organizan lugares de acogida en todas las diócesis y una red de voluntarios (familias, parroquias, comunidades de religiosos) que incluso pueden llegar a acoger a los conversos que viven bajo amenazas y ayudarles a rehacer sus vidas lejos del entorno en que habían vivido hasta el momento de su conversión. Además, organizan una gran peregrinación nacional de conversos del islam al santuario de Nuestra Señora de Liesse. No es casualidad: Ismeria fue una princesa musulmana, hija del sultán de Egipto, que se hizo cristiana en el siglo XII por intercesión de la Virgen María y cuya historia está en el origen de ese santuario en el norte de Francia, lugar en el que fue bautizada después de haber ayudado a escapar a tres caballeros cristianos cautivos en El Cairo.
El otro gran eje de Misión Ismeria es la evangelización de los musulmanes, para lo que ofrece formación sobre el Islam y prepara a misioneros especialmente orientados a anunciar la Buena Nueva a los musulmanes, algo que los protestantes evangélicos hacen desde hace tiempo pero que un erróneo concepto del ecumenismo ha frenado entre los católicos hasta ahora. No están solos en esta tarea. La asociación Clarifier, impulsada por la estudiosa del islam Annie Laurent, se centra en ofrecer información objetiva sobre el Islam contemporáneo. Mission Angelus es otra asociación católica dedicada al anuncio del Evangelio entre los musulmanes que acaba de abrir dos «centros de acogida San José», en París y Argenteuil (está ya previsto abrir un tercero también en París) desde donde dar acompañamiento a los musulmanes que se interesan por la fe católica. A día de hoy son quince los musulmanes que han sido acogidos y se preparan para el bautismo.
La evangelización en la calle, anunciando la misericordia divina, resulta familiar a alguien que ha crecido en el islám
Como vemos, no es impropio hablar de un auténtico florecer de iniciativas evangelizadoras dirigidas a los musulmanes en Francia, una tarea misionera sin la que no se podrían explicar los cientos de conversiones anuales que están teniendo lugar. Incluso han surgido comunidades religiosas expresamente orientadas a este tipo de misión. Como la Comunidad Ain Karem, nacida de las experiencias de evangelización en la calle impulsadas desde la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre y fundada en Solesmes, o como los Misioneros de la Misericordia Divina, para los que la misión entre los musulmanes constituye uno de los pilares de su carisma. Evangelizando en la calle, anunciando la misericordia divina, que resulta tan familiar a alguien que ha crecido en un entorno islámico (Alá es el clemente y misericordioso), estos religiosos desarrollan su labor en lugares con un elevado porcentaje de población musulmana como Marsella o Lyon.
No somos adivinos y desconocemos qué nos deparará el futuro, tanto a Europa como a la Iglesia, pero no parece disparatado afirmar que los frutos de este impulso evangelizador entre los musulmanes será un elemento decisivo de ese ignoto futuro.