Beatriz Zerolo: «El arte es en relación con los demás»
Nos acercamos a MAdos para charlar con la creadora de Hilos, una exposición pictórica que ahonda en la esperanza aun en lo más sórdido y frágil de la vida
Por espacio de dos semanas, el centro de exposiciones MAdos, en Madrid, ha acogido la serie Hilos de Beatriz Zerolo. Se trata de un conjunto de obras que entreveran lo fractal con lo geométrico, con claras referencias a Malévich, donde la veladura velazquiana dialoga con retratos llagados, repletos de gasas y paños que rompen la lisura del lienzo, creando un relieve que interpela y señala al visitante. Un camino, en definitiva, desde la grieta hasta la belleza recorrido por las finas capas de luz.
Nos acercamos a la hora del vermú a charlar con Zerolo, a contemplar sosegadamente cada uno de sus cuadros y preguntarle cómo el confinamiento, su fe, su trabajo y la enfermedad de sus hijas, ha desembocado en el desarrollo pleno de su doble vocación como madre y artista contemporánea.
–¿Cómo empiezas a pergeñar Máscaras, Confinamiento y Grietas, las tres series que conforman esta exposición y cuál dirías que es el hilo conductor?
–He querido reflejar mi propia experiencia de la humanidad. Creo que cuando nos abrimos y somos capaces de plasmar la verdad de nuestra historia, es un mensaje que llega a todo el mundo. Siendo series dispares a nivel técnico, aunque todas están bajo el paraguas de la pintura matérica, tienen el punto en común de que son obras que buscan sacar a la luz la esperanza.
–La serie en blanco y negro, Confinamiento, tiene una profunda hondura espiritual, desde Lo evidente hasta Viernes Santo, pasando por Cristo vista aérea. ¿Qué supuso para tu proceso creativo esta época de encerramiento?
–Fue un periodo de reflexión donde caí en la cuenta de la cantidad de divisiones que hay, de la falta de unidad que padecemos. También en la soledad y el ruido. Ha sido un proceso de gestación porque claro, tenía que atender a las cosas de casa y apenas pude pintar nada, pero que ha terminado por germinar en algunas ideas que para mí tienen mucho eco, como la necesidad de los demás.
–Encontraste tu camino en la pintura desde los cinco años, aunque apenas hasta hace un tiempo te has podido dedicar plenamente a ello. ¿Cómo se lleva el haber encontrado una vocación a una edad tan temprana con las urgencias y necesidades del día a día, que, como es tu caso, no estaban relacionadas con el desarrollo artístico?
–No teniendo miedo. Hay que observarse a uno mismo, ver dónde se está, reflexionar y tener cierta valentía para atender lo que llevas dentro. El miedo viene porque muchas veces nos vamos dejando arrastrar por lo que las cosas deberían ser y vas perdiendo el propósito original de aquello que querías hacer. Yo era consciente de que tenía que desarrollar mi faceta creativa en la pintura, que necesitaba expresarme, si no quería ser un muerto en vida. Al principio, cuando empecé Derecho y Ciencias Económicas, quería compatibilizarlo con Bellas Artes, pero era imposible por la exigencia de los estudios. Luego empecé a trabajar en un banco y después en una empresa, viajando y dirigiendo equipos, por lo que me quedé sin huecos. Luego vino Sara con problemas de salud y después Ana también, con un tumor cerebral, y estuve una temporada larga sin pintar absolutamente nada. Fue mucho tiempo de médicos y hospital y aquella situación me llevó a dejar de trabajar definitivamente y cuando estuvieron mejor, pude seguir mi formación artística y encontrar mi espacio donde se pudiera compatibilizar la pintura con ser madre.
–Se da una paradoja en tu caso. Cuando querías pintar, no podías, y después de haber dejado aquello que no te lo permitía por un problema mayor, has encontrado la forma de pintar. En tu caso, no se cumple la máxima del artista ermitaño retirado al monte para crear…
No. No creo en esto. El arte es en relación con los demás. Todos esos artistas que producen su obra desde su terreno, desde su mundo interior… No me va para nada. Puede que tengan una técnica pulida y hagan una obra atractiva pero no creo que aporte nada sustancial al arte en sí. Más que nada porque no está pensado en el nexo comunicativo que se establece a través de la obra entre el que la contempla y el creador. He conocido a artistas de renombre que cuando hablas con ellos marcan las pautas a seguir para estar en el mercado, los criterios que se deben establecer, los discursos que hay que hacer… Yo no estoy ahí ni quiero estarlo. Tengo mi hueco en el mercado haciéndolo a mi manera.
Estoy agradecida de que mis hijos formen parte del proceso creativo con sus interrupciones
También huyo muchísimo de esos grupúsculos cerrados al mundo, de los comprendidos, donde se estiman unos a otros y creen que su arte no llega porque tú no eres capaz de asimilarlo. Respecto a mi realidad familiar… El que los niños me hayan ido ‘rompiendo’ o interrumpiendo mi carrera profesional es algo que ahora agradezco. Ahora, pintando, no es lo ideal que te estén inquiriendo cada dos por tres, pero he aprendido a abrazar esta realidad, a ser más flexible, y ahora estoy hasta agradecida de que formen parte del proceso con sus interrupciones. La realidad es bonita tal y como es.
–Viendo ahora de fondo la serie de Grietas, ¿qué pretensión hay en estas obras de contraste entre lo oscuro, lo roto y lo luminoso?
Quiero despertar algo que ya está ahí, en cada uno de nosotros y en el otro. Yo no pongo nada. Todos tenemos tensiones, tenemos heridas y no pasa nada. Estos cuadros vienen a marcar que hay luz detrás de todo nuestro sufrimiento.
–En el folleto de la exposición citas al poeta Alfonso Breznes. «Mi apuesta - es a la luz que logra introducirse en lo dañado, pues sólo allí, debajo de la herida, brilla oscura –hecha añicos– la verdad». ¿De qué forma nos evoca lo asombroso entre lo escondido?
–Desde todos los ámbitos. Es inabarcable. Nos asombramos ya del hecho de haber nacido. ¿Por qué he sido convocado a la vida? Es la primera pregunta y de ahí nos metemos en un terreno infinito. Es como un deporte exigente, que cada vez que consigues algo a la siguiente vez tienes que superarte o requieres de nuevas técnicas para poder conseguir nuevos objetivos, y eso te engancha. El asombro te ayuda a descubrirte a ti y a los demás y no tiene fin porque nunca te terminas de conocer del todo y nunca terminas de conocer del todo al otro. Es el reclamo que tenemos para atender a lo que estamos llamados y para lo que estamos aquí.
–Comentabas con anterioridad que dos cuadros de la serie Grietas están inspirados en tu experiencia como voluntaria en prisión. ¿Por qué están aquí?
–Porque en los presos, en los que han perdido su libertad y vivido experiencias muy duras, vemos la fragilidad multiplicada por siete. En esas heridas hay una belleza arrebatadora por el diálogo que se establece cuando pones, por ejemplo, a pintar un mural entre bandas rivales. Al principio no se podían ni ver, pero una vez que están con los materiales, unidos en un mismo propósito, ves lo fácil que es conectar. Es maravilloso.
–¿Qué papel tenéis los artistas para focalizar de nuevo la mirada en una sociedad atiborrada de estímulos?
–Hay que saber cómo contemplar en el ahora, no solamente buscando un rato específico al día. Es como la expresión «pararse a pensar». Sí, vale. Pero caminando también pensamos. Con la contemplación pasa igual. Tenemos que aprender a observar en el ahora y aunque parezca mentira, esta época me parece muy buena para ello porque nos requiere una mayor exigencia. Lo llevamos dentro. No podemos desposeernos de nuestra propia esencia ni de nuestra tienda, de Instagram o de los mensajes de WhatsApp. Tenemos que conjugar la actitud contemplativa en medio de todo esto.