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El obispo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde, aborda las principales cuestiones de la IglesiaDiócesis de Vitoria

Entrevista

Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria: «No estamos en una Iglesia en salida sino en una Iglesia en mantenimiento»

El prelado de la diócesis vasca habla sin tapujos de cuestiones como el fin de ETA, el franquismo, el camino de sinodalidad, la clericalización de los laicos y la vocación en una conversación con El Debate

En la coyuntural actual, es difícil encontrar voces autorizadas capaces de despachar los principales asuntos de la realidad eclesial sin cortapisas. Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria y presidente de la subcomisión episcopal de Migraciones y Movilidad humana, aborda durante las tensiones, retos y esperanzas de la diócesis vasca. 

–El pasado domingo se celebraba el Día Europeo contra la trata. Como presidente de la subcomisión episcopal de Migraciones y Movilidad, donde abordan esta cuestión, ¿cómo ve la coyuntura actual de nuestro país en materia de prostitución?

–La mujer no es una mercancía. Nadie accede a este mundo y a esta dedicación como una elección libre, prioritaria y gozosa, si no que las mujeres se ven advocadas en situaciones de pobreza extrema y necesidad; ejercicio que menoscaba su dignidad. Todo lo que sea liberar de este infierno a la mujer, será bueno. Pero claro, tiene que estar unido a ofertar opciones, alternativas, de disponer de una manera digna de manutención de su familia para poder salir adelante. En cualquier caso, no basta solamente con buenos deseos, tiene que haber una oferta social, real, que acompañe. El Papa Francisco está denunciando constantemente que existe trata porque hay clientes. Es una de las industrias más poderosas, después del armamento y la droga. Esta proposición legislativa debería señalar también a los clientes, de tal manera que advierta de los riesgos y del precio que paga la sociedad. Por ejemplo, hay un dato demoledor que señala que los jóvenes de 18 a 25 años que recurren a la prostitución ha aumentado. Es un hecho también que la pornografía es la antesala de la prostitución. Si los niños antes de dar su primer beso ya se han introducido en este mundo pornográfico de internet, la manera de relacionarse afectivamente queda marcada.

–¿Qué puede proponer la Iglesia, que cuenta con una extensa red de centros educativos en nuestro país, a este respecto?

–Cuando la iglesia educa, está educando en un plano integral, con un proyecto de persona que incluye este aspecto afectivo. Por ejemplo, la última novedad del departamento de Trata de la Conferencia Episcopal son unas fichas didácticas para trabajar con alumnos esa realidad: la realidad de la trata, las causas, los motivos que los mueven y la implicación con la pornografía. Que tengamos a disposición de los educadores cristianos estas unidades didácticas es fundamental, porque va en la misma línea de lo que la Iglesia está haciendo en las clases de Religión, de los movimientos juveniles, del mundo Scout. Tenemos que trabajar en comunión con los padres, porque los primeros que han de ser sensibilizados en este tema tienen que ser los padres.

–Otros de los asuntos que abordan desde la subcomisión es la cuestión del flujo migratorio y la dignidad de aquellos que llegan hasta nuestras costas. Dada la implantación de la Iglesia en muchos países de origen de estos migrantes, ¿qué puede aportar para `ordenar´ estos movimientos?

El Papa lo dice muy bien. Migrar es un derecho, pero no hacerlo también debería serlo. Para ello deben existir estructuras gubernamentales más sólidas. La Iglesia quiere ayudar en estos países para que haya una migración libre y no como consecuencia de guerras, persecución religiosa o miseria que obligan a salir de su tierra. Por tanto, tenemos que hacer todo lo posible para erradicar estas situaciones. El trabajo en red de toda la comunidad episcopal, de las órdenes religiosas y entidades sociales, están constantemente promocionando el que no haya esa fuga de personas, de energía, de trabajadores cualificados de sus países de origen. Pero claro, para ello se deben implementar estructuras justas de Gobierno. 

Nuestro papel es importante en materia de migración porque quienes más datos tiene de las personas que viven en condiciones de trata, con deudas contraídas por sus viajes o  problemas de documentación es la Iglesia, ya que lo primero que hacen es acudir a nosotros para poder tener lo básico para sobrevivir una vez llegan aquí

Por otro lado, una vez que se ha producido esa migración, que en muchos casos es una migración forzada, no lo olvidemos, hay que ver que los países que pueden acoger lo hagan de forma realista para que se puedan aplicar los verbos que utilice el Papa: prevenir y acompañar. Esto es básico. También tenemos que acabar con los discursos xenófobos y derrotistas. La migración es una riqueza para nuestros países. Supone un apoyo a la natalidad, al progreso, a la integración cultural y religiosa. Es por ello por lo que la Iglesia está colaborando con toda la sociedad civil y con los gobiernos y también con las fuerzas de seguridad y las entidades sociales para la planificación del futuro. Nuestro papel aquí es importante porque quienes más datos tiene de las personas que viven en condiciones de trata, con deudas contraídas por sus viajes o que tengan problemas de documentación es la Iglesia, ya que lo primero que hacen es acudir a nosotros para poder tener lo básico para sobrevivir una vez llegan aquí.

–En Twitter se pronunció la semana pasada sobre la agresión que ha ocurrido en Bazán, donde una joven fue agredida, según su propio testimonio, por un grupo de hombres que tenían `rasgos árabes´…

–Tenemos que desactivar todos los caldos de cultivo que potencien el racismo. Nadie tiene más motivos que el cristiano para valorar a cualquier persona, independientemente de su raza o religión. Tenemos que ir hasta el fondo de la cuestión y ver por qué se están produciendo este tipo de ataques. A mi modo de ver, creo que hay un resentimiento y unas experiencias vitales muy negativas que están generando odio que, en un momento tan delicado como el actual, puede multiplicarse, tal y como estamos viendo. Pero eso no puede dar espacio a la estigmatización de un credo. Hay que saber distinguir los problemas, potenciar el encuentro interreligioso y estar sensibilizados.

–Hace unos meses habló en Radio Vitoria sobre la Iglesia de San Francisco de Asís, convertida recientemente en un memorial de la matanza que tuvo lugar el 3 de marzo de 1976, donde cinco obreros fallecieron y otras cincuenta personas fueron heridas como consecuencia de la represión policial de aquel entonces. En aquella entrevista señalaba que «nadie había sido más crítico con el franquismo». Sin embargo, esta declaración disuena en parte con el imaginario que tiene parte de la sociedad española que, al consultar el archivo fotográfico, ve a Franco bajo palio. En un momento de tensión sobre el relato de nuestra memoria, ¿Qué declaración hace la diócesis de Vitoria sobre esta realidad en particular?

–Que hay que buscar la objetividad histórica. La Iglesia de San Francisco Asís está denotando con su existencia que estaba abierta a los obreros de aquella huelga general del 3 de marzo de 1976. La realidad es que, en pleno posfranquismo, los obreros no fueron a refugiarse en las instalaciones del Gobierno civil, ni a otras entidades administrativas. Fueron a la Iglesia porque la Iglesia siempre ha sido, durante las persecuciones de las dictaduras, un espacio de libertad. Ahora estamos en una época de evasión de responsabilidades y queremos colgarle a la Iglesia el mochuelo del franquismo. Es verdad que Franco aparece bajo palio, pero es que los alcaldes de todos los ayuntamientos de España que vivieron el franquismo o eran franquistas o al menos tenían que convivir y bailar al son que tocaba. Exactamente igual que todos los estamentos civiles. La dictadura afectó a todas las instituciones y eso no significa que la Iglesia lo promoviera. 

El obispo de Vitoria, junto a las autoridades civiles de la ciudad, frente a la Iglesia de San Francisco de Asís, donde estará el memorial de la matanza del 3 de marzoEFE

De hecho, no ha habido una institución más crítica con el franquismo que la Iglesia en esos 40 años. Ha habido cárceles, monasterios, para sacerdotes porque la libertad en la Iglesia era un peligro. Pero de eso nadie se acuerda. Me parece que incurrir en esta dialéctica es manipular la historia, hacer una relectura reduccionista de lo ocurrido el 3 de marzo. Es por ello por lo que queremos estar en el relato de los hechos. Pero no solamente como el edificio que acoge la memoria, sino porque es un edificio abierto que recoge, acoge y avala la realidad que vivieron los obreros en ese momento.

–Hace apenas unos días se conmemoraban los 10 años de la declaración del cese de la violencia por parte de ETA. Como obispo en una diócesis del País Vasco, donde el terrorismo les ha salpicado de lleno, ¿qué valoración hace de este aniversario y, a su juicio, ¿cuál es el rol que ha de adoptar la Iglesia en este proceso?

–Es un hecho que 10 años sin ETA están siendo una bendición y que compartimos la esperanza de que efectivamente no va a volver a existir lucha armada. La Iglesia y las comunidades cristianas en el País Vasco, aquella generación, han logrado la paz sin odio, desde el amor y la reconciliación. Sin la Iglesia, habría sido mucho más difícil la pacificación. Ahora bien, la Iglesia es muy crítica con las expresiones indulgentes y benévolas respecto al terrorismo. La Iglesia solicita el perdón explícito a las víctimas, a los familiares, y también la reparación. Reparar el daño causado implica un trabajo de compensación. La Iglesia, fundamentalmente, tiene que seguir en este trabajo de denuncia, creando foros de diálogo, siendo bálsamo, yendo más allá de sus fronteras porque la Iglesia tiene un papel en la sociedad y en el mundo; no solamente para la comunidad eclesial, sino que debe aspirar a un liderazgo social en esta materia que debe estar vinculado a la reconciliación.

La Iglesia ha sido impecable condenando tajantemente a la violencia. Es verdad que no ha sido así en los presbiterios

La Iglesia ha sufrido en sus propias carnes las opciones abertzales más radicales, aquellas que no son compatibles con el Evangelio. Es por ello que los obispos, en los últimos años, han tenido siempre un discurso absolutamente nítido, nada cómplice. De igual manera, aquellos obispos que han podido tener falta de sensibilidad en algunos momentos, han entonado el mea culpa hacia el tratamiento a algunas víctimas. La Iglesia ha sido impecable en esto, condenando tajantemente la violencia. Es verdad que no ha sido así en los presbiterios. Efectivamente no ha habido la misma unanimidad, ni la misma contundencia, porque el mundo sacerdotal no es ajeno a las dinámicas que ocurren en el tejido social. Básicamente porque vivimos en él. Pero ahí también ha habido un proceso de clarificación y una petición humilde por parte de algunos sacerdotes que han podido estar más implicados. Ahora, con una panorámica más amplia, han releído mejor su pasado y ha habido un arrepentimiento. Esto es un hecho. Esto es un hecho también en el mundo laical. Es verdad que habrá gente que se sigue retroalimentando en posturas de odio, es verdad, también dentro de la Iglesia, pero lo que humanamente se puede hacer, creo que se está haciendo. Estamos en un momento de máxima transparencia, de máxima condena a esas posturas, y de total apertura a una evolución hacia la reconciliación.

–¿Cuál es beneficio de la doble oficialidad de lenguas en la Iglesia del País Vasco?

–El uso que hace la Iglesia del idioma es un uso pastoral para la integración de los miembros de la comunidad el que nuestros jóvenes sean bilingües nos exige que haya una parte de la liturgia en los cantos o en las oraciones como el padrenuestro que todos entienden lo que se está rezando en cualquier idioma. Exige una progresiva utilización del euskera. Yo me atrevo a decir que no tiene un uso político ni excluyente dentro de la Iglesia para nada. Todos los esfuerzos que hagamos en ese sentido para nuestros jóvenes y niños que participan de la liturgia es para bien. Los más mayores lo entienden, sacerdotes que están aquí estudiando en la Facultad de Teología o que vienen para ayudarnos en algunas parroquias y vienen de otras diócesis con permiso del obispo. Igual que en otros momentos del pasado el euskera ha podido tener un uso excluyente o una carga política determinada hoy no es así.

17 colegios de Vitoria se sumaron en el día escolar de la “No Violencia y la Paz”Diócesis de Vitoria

–Desde Vitoria han impulsado una iniciativa, Conversaciones en la Catedral, muy en línea con la propuesta de una Iglesia en diálogo. ¿Percibe que el hecho de que las puertas de la Iglesia estén abiertas está fomentando que otros, tal vez los más alejados, se puedan acercar?

–Diría que, por desgracia, los diálogos que hemos tenido están compuestos en una inmensa mayoría por personas integradas en la Iglesia. Obviamente a mí me gustaría que la Iglesia pudiera escuchar y recoger las voces más críticas, pero lo que ocurre es que nuestras comunidades cristianas son un poco cerradas. En buena parte porque no estamos en una Iglesia en salida sino en una Iglesia de mantenimiento; con nuestros diálogos internos y nuestras rencillas. A veces, incluso, con nuestras dinámicas endogámicas. La Iglesia no tiene nada que ocultar. Estamos intentando tender puentes para llegar más allá de nuestras fronteras eclesiales.

–¿De qué manera se está aplicando el motu proprio del Papá Francisco en lo relativo al acolitado y lectorado de los laicos, especialmente las mujeres, en las celebraciones litúrgicas?

–En nuestra diócesis, este documento, como el elaborado por la CEE, está sirviendo para delinear el futuro de las unidades pastorales y de nuestras comunidades parroquiales, que cuentan con equipos cada vez más mixtos entre sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos y familias. Está claro que hoy en día no se puede evangelizar una zona solamente con el sacerdote. En cualquier caso, en nuestra tierra puede que, en algunos casos particulares, se haya hecho un abuso indiferenciado de dar ministerios laicales donde no hacía falta litúrgicamente porque había muchos sacerdotes. Por ponerte un ejemplo. Hay parroquias donde sacerdotes han dejado de celebrar la Eucaristía diaria para que el laico `madurara´, dándole la responsabilidad de celebrar la liturgia de la Palabra. Esto es un absurdo. Hay que poner las cosas en su sitio, porque clericalizamos a nuestros laicos cuando les metemos en la sacristía, quitándoles tiempo de las fábricas, de los sindicatos, de los centros académicos, de la política y del resto de estructuras temporales, que es donde tienen que dar su testimonio, donde tienen que movilizar la sociedad.

Cuando vemos al sacerdote como la culminación de la vocación cristiana estamos en un proyecto clerical

Hay un proceso de adoctrinamiento, de clericalización del laico, donde estos documentos ayudan a poner orden. Efectivamente, hay que provocar una paridad de hombres y mujeres para ser ministros extraordinarios y llegar más allá, pudiendo colaborar con el sacerdote. Porque este ni lo es todo, ni tiene que serlo y cuando vemos al sacerdote como la culminación de la vocación cristiana estamos en un proyecto clerical. Es lo que dice el Papa Francisco respecto a la pirámide invertida. Los que estamos en la cúspide de esa pirámide debemos estar abajo porque somos los que están sirviendo a las familias, a los laicos, a todas las vocaciones. No estamos arriba tirando de los hilos. Queremos que haya más laicos comprometidos, pero no solo litúrgicamente, sino también en la vida pública.

Osoro alertaba en nuestra última conversación sobre el «peligro grave de ideologizar la fe».

La identidad cristiana es un regalo dado que se tiene en comunión con el obispo, que está en comunión con todos los obispos del mundo, y en comunión, a su vez, con Pedro. Cuando nos alejamos de la comunión, cuando el sacerdote celebra la Misa como le da la gana, cuando en la Eucaristía dominical no se reza el Credo, cuando se pasa la primera de la lectura del Evangelio, sin cantar los salmos o la segunda lectura, se está rompiendo la comunión. Estamos poniéndonos en el centro y como dictadores, decimos lo que tiene que hacer el pueblo cristiano. Ahí surge ese peligro de ideología y de subjetivismo. No somos una Iglesia evangélica. Si tú eres Pastor, tienes que estar en comunión. El magisterio, la tradición y la comunión en la Iglesia son el antídoto contra este tipo de ideología.

–Ante la crisis vocacional que estamos viviendo en todos los órdenes, ¿qué está haciendo la diócesis de Vitoria?

–Pues lo que puede (risas). Estamos intentando volver al Evangelio. La Iglesia siempre está presentando la frescura del Evangelio que, cuando de alguna manera, te abre a la experiencia de haber sido salvado, de ser querido incondicionalmente, se te abren los ojos como al ciego Bartimeo y te enderezas, como la viuda encorvada. Si partimos de la experiencia religiosa, si partimos del Evangelio, es casi imposible no preguntarse por la vocación, por lo que nos está pidiendo el Señor. Nuestros jóvenes no se casan por la Iglesia no por temas morales sino porque no hay experiencia de Dios. Sin experiencia de Dios, para qué casarse por la Iglesia, para qué preguntarse el sacerdocio o la vida en un claustro. No estamos hablando de una crisis de fe sino de una crisis de experiencia de Dios. La moral viene como consecuencia de que antes hemos creído y nos hemos encontrado con Jesús.

–¿Es posible hacer un discernimiento real sin contemplación, sin silencio? ¿Se puede escuchar a Dios en mitad del ruido cotidiano?

–El ruido puede ser nuestro aliado. La sensibilidad interior y la riqueza personal se agudizan cuanta más insatisfacción hay. Ahí empieza la búsqueda de alternativas silenciosas que pueden darte una respuesta en este panorama tan oscuro. El ruido es el contraste ideal para la luminosidad de la fe y es posible que nunca haya habido en la historia una época con más necesidad de esto. Tenemos sed de Dios. Es doloroso, sí, pero también es una bendición. Hay personas especialmente carismáticas, especialmente dotadas para abrir los ojos por su atractivo, por su respuesta tan contundente, como San Juan Pablo II o la santa madre Teresa de Calcuta, que han tenido una luminosidad especial en este tiempo. El ruido puede ser nuestro aliado. 

Interior de la catedral de VitoriaC.V.

Sobre la diócesis de Vitoria

Datos a 31 de diciembre de 2020:

  • 205.362 bautizados de un total de 327.682.

Con las restricciones producidas por la pandemia:

  • Bautizados: 384 nuevos bautizados.
  • Confirmados: 82 nuevos confirmados.
  • Matrimonios: 35 nuevos matrimonios.
  • Primeras comuniones: 887 primeras comuniones.
  • Unciones: 327 unciones de enfermos.

Vida religiosa: 

  • Sacerdotes: 212 sacerdotes.
  • Comunidades religiosas: 68 con 550 religiosos y religiosas.
  • Seminaristas: 16

Formación: 

  • Centros de formación: 21 centros de formación entre diocesanos y religiosos con 18.000 alumnos.
  • Catequistas: 428

Asistencia caritativa: 

  • 32.462 personas atendidas en recursos sociales y caritativos.
Patrimonio artístico: 

  • 17 proyectos de construcción y rehabilitación cultural y artística.