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La Virgen María y san José de camino a BelénCathopic

Primer domingo de Adviento

Comienza el Adviento, «un tiempo de espera confiada»

Breve aproximación a este periodo de espera, contemplación, dicha y preparación hasta el nacimiento de Jesús

Adviento es el preludio de la Navidad. Un mes especial, de espera y preparación, para un acontecimiento que desde el peregrinar de la Iglesia en el mundo contiene en unos pocos días la densidad del misterio que transita entre lo telúrico y los cielos. Este misterio, el de la opción de Dios por hacerse carne de nuestra carne desde su estado de mayor vulnerabilidad, la de un bebé urdido a la tierra, solamente es comprensible desde el acto de amor de los hombres, en particular de la Sagrada Familia, para acoger a Jesús en su hogar y proveerle, material y afectivamente, de lo necesario hasta estar en disposición de cumplir su misión: redimir al mundo a través de su Evangelio y sacrificio.

A los rasgados del papel de envoltorio, las luces artificiales, las bolas colgadas de un árbol de plástico y la adecuada disposición de los pastorcillos rumbo a Belén, hay que sumarle un calendario litúrgico rico en signos y que empieza este domingo 28 de noviembre con la lectura del Evangelio de san Lucas (21,25-28.34-36).  

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre». 

Cualquiera, tras leer este Evangelio, diría que estamos más próximos a la Cuaresma antes que a la Navidad. Incluso el tiene apocalíptico, de revelación, podría ponernos en guardia. En efecto. Jesús no pretende otra cosa. El anuncio de la liberación a través del Hijo del Hombre, el llamamiento a al alzar la cabeza entre el estruendo del mar y de los fenómenos con los que nos revestimos de mundanidad y de ruido,  tienen que servirnos de aviso para detenernos, descalzar nuestras certezas y colocarnos en la disposición adecuada para el Adviento, que no es otra que la contemplación maravillada ante el fenómeno más extraordinario de la historia de la humanidad. Dios se ha hecho carne y ha empezado desde el silencio del vientre materno de María y desde el cuidado discreto de san José.  

Cardenal Juan José OmellaEFE

«Un tiempo de espera confiada»

El cardenal y arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, nos recuerda en su carta pastoral de este primer domingo de preparación para el nacimiento de Cristo, el significado de este periodo. 

«Adviento es una palabra latina que significa llegada. En el mundo antiguo este término se usaba para designar la visita de un rey o de un funcionario real a alguna provincia. Los cristianos asumieron esa palabra para referirse a la venida de Jesucristo. Para los cristianos, Cristo es el rey de reyes, el Señor de señores, (cf. Ap 17,14) que ha llegado a nuestra vida para llenarla de alegría».

«El Adviento -prosigue Omella- nos prepara para recibir la más bella de todas las noticias. Jesús es el enviado del Padre que ha venido a nuestro mundo para entregarnos su vida. Dios se hace pequeño y pobre, y viene a vernos para quedarse con nosotros».

Carlos Osoro

«El Señor entra en nuestra historia a través de nosotros»

El cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en su carta dominical a propósito del Adviento, nos recuerda que comienza «un tiempo de gracia en el que el Señor, a través de la Iglesia, nos invita a prepararnos para acoger al Señor que nace, que viene junto a nosotros, que vuelve a preguntarnos si estamos dispuestos a darle nuestra carne, nuestro tiempo, pues Él quiere entrar en nuestra vida concreta».

«¡Qué tiempo más singular! -nos dice Osoro- en el que el Señor entra en nuestra historia a través de nosotros. Entra para llevar la alegría de Dios a los hombres. El verdadero regalo y el más grande, del que hoy sentimos una necesidad especial, es conocer a Dios, conocer a Dios que se hizo Hombre. ¡Qué maravilla poder captar la presencia de Dios entre nosotros!».