Por qué leo con mis hijos
Decálogo de la lectura nocturna a los niños
Todas las noches que puedo leo un cuento a mis hijos antes de dormir. Lo hemos hecho siempre en casa con los pequeños de tres a siete años. Luego empiezan a querer leer ellos solos.
Soy padre, pero también profesor. Dar clases en la universidad me permite ver el resultado completo del proceso escolar. Al final del recorrido mis alumnos suelen llegar sin capacidad de leer un texto completo, subrayarlo y extraer las ideas fundamentales. Es una dificultad que va unida a lo mucho que les cuesta seguir una argumentación larga, a mantener la atención, a retener lo que han leído y a expresarlo en público. Pero sobre todo hay una fragilidad psicológica de fondo que me preocupa aún más.
En este breve decálogo trato de explicar mi experiencia de lectura nocturna con mis hijos y la relación que puede tener con las dificultades que veo en mis alumnos mayores de edad.
1. La narración
Tratamos de escoger cuentos largos. Es importante que sean extensos, que tengan un principio, un desarrollo y un final. No les cuesta nada seguir el hilo y son capaces de mantener la atención hasta ver qué sucede. La preparación de la historia, con descripciones detalladas, personajes y contexto al principio les puede aburrir, pero les prepara para un acontecimiento mayor. No tienen que estar pasando todo el rato cosas espectaculares, como en las películas malas, que son una sucesión sin sentido de explosiones, golpes, chistes y ruidos, para que el niño disfrute de una historia.
En la lectura larga nocturna los niños van aprendiendo a convivir de una forma natural con el tiempo de la narración.
2. La imaginación
Cuando leemos intentamos no enseñarles las ilustraciones, en caso de que las tengan. Ellos pueden verlas, pintarlas o recrearse en ellas en cualquier otro momento. Pero cuando leemos queremos que se metan en la historia y que la imaginen. El problema de la televisión es que hace por ellos el trabajo de hacer imágenes, y la imaginación no se puede subcontratar. Basta con decirles que era un «árbol alto y dorado» para que ellos le pongan todo lo demás, y eso es lo importante.
Leerles por la noche educa mucho su capacidad de atención
3. La atención
Al meterse en la cama suelen estar agitados. Llevan encima todo el ruido del día, sus preocupaciones, ilusiones y fantasías. A veces se nota que les cuesta meterse en la historia, pero, según van adquiriendo el hábito, son más capaces de gobernar su cabecita, la «loca de la casa», como decía Santa Teresa, y ponerse en disposición de escucha. Leerles por la noche educa mucho su capacidad de atención y esta, como dice Gregorio Luri, es «el nuevo cociente intelectual».
4. La memoria
Antes de empezar el cuento les preguntamos qué fue lo último que leímos. Les encanta recordarlo y se pelean por decirlo. Hacen un esfuerzo por recordar y es muy interesante ver cómo reviven en su imaginación lo que habían escuchado. Es asombrosa la memoria que tienen. Yo mismo no me suelo acordar de lo que habíamos leído, y ellos me ponen en contexto.
5. Confianza
Cuando cuentan lo que habíamos leído el día anterior, al principio las ideas se les agolpan en la cabeza e intentan soltarlas todas a la vez. Pero muy rápidamente aprenden a expresarlas ordenadamente y en la secuencia temporal propia del cuento, con detalle e hilando bien las frases. Poco a poco van adquiriendo capacidad de síntesis y ya no se limitan tan solo a relatar pasajes sueltos. Les da mucha seguridad que se les escuche y a ellos les gusta mucho hacerlo. No lo ven como un examen, sino como un juego. Se nota que adquieren mucha confianza al hacerlo y que luego se expresan con más soltura.
6. Un paso por delante
Daniel Capó me dijo una vez que una de las ventajas de leer en voz alta a los niños es que esto les permite acceder a textos más difíciles que si tuviesen que leerlos ellos solos. Les resulta más fácil escuchar un texto complejo que leerlo. Por eso, al leerles en voz alta por la noche les estamos preparando para poder acceder a lecturas de edades más avanzadas. Casi sin quererlo les estamos elevando por encima de sus posibilidades, poniendo el gusto y el deseo por delante de sus capacidades.
Es el tránsito entre la vigilia y el sueño, el momento frontera en el que uno se prepara para algo importante
7. El silencio
Para leer dejamos una luz ambiental tenue y les pedimos que estén en silencio, tanto a los mayores como a los pequeños. El momento de silencio antes de dormir en una casa que, por lo general, durante el día es muy ruidosa, es muy llamativo. Se crea una atmósfera de recogimiento que ellos mismos piden y agradecen. Verlos empezar a disfrutar del silencio y rechazar el ruido de lo cotidiano es un verdadero placer.
8. La esperanza
El momento de leer antes de dormir tiene una entidad propia. Es el tránsito entre la vigilia y el sueño, el momento frontera en el que uno se prepara para algo importante. La noche no es la gasolinera del día en la que rellenamos el depósito para seguir funcionando al día siguiente. En la noche se da el abandono del ser, es la posibilidad de lo radicalmente distinto. Es el momento en el que nuestra voluntad se anula. Antes de dormir, sin quererlo, nuestro ánimo se suele resistir a perder el control. El cuerpo combate al sueño por miedo a quedarse indefenso, pero esto genera mucha ansiedad en los adultos. Leer ayuda a transitar pacíficamente el camino que va de la vigilia al sueño, a no temer la noche y a abandonarse confiado.
9. La noche
En casa leemos por la noche porque, como decía Charles Péguy:
«Sólo tú, noche, hija mía, consigues a veces del hombre rebelde/ que se entregue un poco a Mí,/ que tienda un poco sus pobres miembros cansados sobre la cama/ y que tienda también su corazón dolorido/ y sobre todo que su cabeza no ande cavilando (que está siempre cavilando)/ y que sus ideas no le anden dando vueltas y luchen en su cabeza y no se revuelvan como granos de calabaza o como un sonajero dentro de un pepino vacío. ¡Pobre hijo!».
10. La vida
Leemos cuentos por la noche porque de esta manera los niños van experimentando lo que la vida tiene de camino, de narración, de escucha, y de espera. Y, sobre todo, porque juntos, ellos y yo, comprendemos que ese camino es transitable gracias a una voz amigable que te acompaña, se sienta a tu lado, y te señala los secretos de la vida.
- Armando Zerolo es profesor de Filosofía Política y del Derecho, USP-CEU. Ensayista y articulista. Especializado en Pensamiento político liberal del siglo XIX y en Historia de las ideas políticas contemporáneas.