El trabajo de la Iglesia con los presos en España

La Iglesia española está presente en 32 de las prisiones de nuestro país. En total, 162 capellanes y cerca de 2.500 voluntarios que colaboran con las distintas pastorales penitenciarias distribuidas entre las diócesis españolas y que tratan de visibilizar, a través de sus iniciativas, campañas y acciones sociales, la humanidad que rezuma entre rejas. 

Hace unos días, desde la Iglesia de Coria-Cáceres, sacaban adelante una campaña de recogida de juguetes para los hijos de los familiares reclusos. Bajo el lema Tu solidaridad puede hacer feliz a un niño, desde esta pastoral penitenciaria quieren concienciar en universidades, institutos y colegios sobre el día a día de los presos, sobre sus historias de superación y su empeño por recobrar la libertad con la lección aprendida por los errores cometidos. 

Eliseo Ruano es delegado de Pastoral Penitenciaria en Coria-Cáceres. Lleva 30 años asistiendo a las cárceles. «Con esta campaña queremos llegar a la gente que quiera estar informada sobre este tema y sacar el día a día de la cárcel a la sociedad». El objetivo, nos cuenta Ruano, es «quitar el estigma que recae sobre los presos cuando son personas que ya han sido juzgadas y están cumpliendo su condena». Para ello, empezar con los niños cuyos progenitores están en la cárcel de Cáceres II, que en la actualidad cuenta con cerca de 300 reclusos. «A los presos  que tengan hijos les pedimos que escriban una carta de felicitación y nosotros, junto con material escolar y juguetes nuevos, les enviamos el paquete. Es muy bonito que lo primero que vea el niño, junto a los juguetes, sea la carta de su padre felicitándole la Navidad». 

Sensibilización y juguetes nuevos

Sobre el trabajo de concienciación, Ruano nos cuenta que sus visitas a centros escolares tiene el objetivo de desmitificar lo que ocurre dentro de una cárcel, «que poco o nada tiene que ver con lo que dicen los medios o las películas». Nos cuenta cómo los jóvenes del Servicio de Atención Religiosa de la Universidad de Extremadura están colaborando con la campaña y cómo, tras meses de formación, han podido realizar un voluntariado en prisión. Durante su estancia desarrollan actividades lúdicas y de entretenimiento, además de ayudar al capellán en las celebraciones religiosas y pastorales. «A veces tenemos que responder a preguntas en colegios e institutos de si los presos llevan ropa de color naranja. Y no. No llevan una bola de hierro al tobillo. Son personas normales que están privados de libertad. Nada más». 

Sobre la relación entre los reclusos y los funcionarios, el director de Pastoral Penitenciaria de Coria-Cáceres dice que «es distendida, muchas veces buena, donde se generan vínculos porque al final pasan mucho tiempo con esa gente aunque esa historia casi nunca se cuenta». «Normalmente –continúa Ruano– los funcionarios son gente muy buena,  bien preparada, que no van armados y que se preocupan de los presos, a los que animan a que se apunten a las actividades que organizan los educadores y trabajadores sociales».

Respecto a un caso que le haya llamado la atención durante estos años, nos cuenta el de una voluntaria que va a atender desde Badajoz, su ciudad de residencia, a personas con discapacidad intelectual, «que deberían estar en un psiquiátrico y no en una cárcel». 

Por último, Eliseo espera que los empresarios vuelvan a apoyar las campañas de reinserción, «porque sin trabajo no se puede vivir y los presos, una vez cumplidas sus penas, por norma general, lo que quieren es vivir, disfrutar, trabajar y estar con sus hijos después de todo lo que han pasado».