Fundado en 1910

Viaje apostólico

El Papa reclama en su visita a Chipre una Iglesia «que no se deje desconcertar por los cambios»

El primer discurso de Francisco en su viaje apostólico a Chipre y Grecia tiene lugar en la catedral de Nicosia, donde pone a la Iglesia local como ejemplo, por su forma de acompañar, acoger e integrar

El Papa Francisco se desplazó hoy a Chipre, en la primera etapa de una visita a este país y a Grecia. Durante un encuentro con la comunidad católica del país, en la catedral de Nicosia, el pontífice insistió en la necesidad de una Iglesia que «no se deja turbar y desconcertar por los cambios, sino que acoge serenamente la novedad y discierne situaciones a la luz del Evangelio».

La isla de Chipre está dividida entre la zona independiente y la del norte, bajo el dominio de Turquía desde 1974 y sin reconocimiento internacional. En ese entorno, uno de los conceptos que el Papa quiso recalcar ayer fue el de «paciencia». Un llamamiento a «la paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de `estudiar´ otras culturas y tradiciones».

Y esa «paciencia» que reclama el Santo Padre se refiere también a la de no dejar a nadie fuera de casa, «privado de su tierno abrazo». Por ello animó a seguir el modelo de una Iglesia que en Chipre «tiene estos brazos abiertos: acoge, integra y acompaña. Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe. No sirve ser impulsivos y agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis», aseguró el pontífice.

El Papa se refirió a la diversidad de Chipre, «gracias a la presencia de tantos hermanos y hermanas migrantes», que la convierten en un «un pueblo multicolor, un auténtico lugar de encuentro entre etnias y culturas diferentes». A su juicio, «así es también la Iglesia: católica, es decir, universal, espacio abierto en el que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica, es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad».

Pope Francis llegan a la catedral maronita de Nuestra Señora de la Gracia, en NicosiaAFP

La fraternidad de la Iglesia

En su mensaje a los religiosos y entidades católicas en Nicosia, el Papa Francisco insistió en la necesidad de cultivar la amistad fraterna, aún cuando haya disparidad de criterios. Un hecho que explicó de la mano de San Bernabé, apóstol y patrono de la isla, que tuvo un desencuentro con San Pablo. «Esta es la fraternidad en la Iglesia _afirmó ayer el pontífice_, se puede discutir sobre visiones, sensibilidades e ideas diferentes. Y decirse las cosas en la cara con sinceridad en ciertos casos ayuda, es ocasión de crecimiento y de cambio. Pero recordemos siempre que no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos».

Por ello, el Papa insistió en que las diferencias y divisiones entre las distintas sensibilidades eclesiales no deben convertirse en enemistad. De hecho, «no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios». A juicio del pontífice, «si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra. Somos hermanos amados por un único Padre».

El encuentro de ayer supuso un llamamiento claro a superar las diferencias, a trabajar juntos con todos y «derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad». A juicio del Papa, el de Chipre debe ser un modelo para Europa de cómo en la Iglesia se discute, pero se mantiene y se cuida la unidad.

La Catedral de Nuestra Señora de las Gracias se encuentra a pocos metros de la línea verde que divide la capital del país entre las dos zonas de control nacional y de Turquía. De hecho, se trata de la única capital europea que mantiene una división política interna.